La ciudad de los niños perdidos
Sinopsis de la película
Sobre una plataforma marina perdida en la niebla, el malvado Krank envejece prematuramente, pues carece de una cualidad esencial: la facultad de soñar. Por esta razón, rapta a los niños de la ciudad para robarles sus sueños. Sus compañeros de infortunio son: Irvin, un cerebro que flota dentro de un acuario, la señorita Bismuth y una banda de clónicos. Al otro lado de la niebla, en la ciudad portuaria, se encuentra One, una fuerza de la naturaleza ingenua, pero extraordinariamente valiente, que busca a su hermano pequeño desaparecido.
Detalles de la película
- Titulo Original: La Cité des enfants perdus
- Año: 1995
- Duración: 112
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Opinión de la crítica
6.8
94 valoraciones en total
Estamos ante una cinta antes que nada grabada con tremenda imaginación y con una altísima calidad visual sobretodo los primeros planos y los escenarios de la ciudad, eso no hay quien lo discuta creo yo, además no parece bárbaro decir que la película es compleja, que la historia es original y con toda una alta variedad de detalles pero, yo, repito, yo, y respeto mucho que tú no, me he aburrido, al final no encontré el papel de cada uno en la trama y quizás sea mi pobre imaginación en el momento de verla, no la entendí… que alguien me la explique..!!
Esta obra irradia algo que necesitamos todas las personas, algo que poseemos en la infancia con mayor o menor intensidad, y que debemos tratar de preservar en la medida de lo posible, algo que se echa en falta a menudo, y que siempre se agradece: la imaginación.
Ya de entrada, el argumento de la película se posiciona como original y fantástico. Hace presagiar una obra interesante y diferente. Y no defrauda. Al más puro estilo Jeunet, que ya presentó al mundo con el film anterior (la personalísima y magnífica ópera prima Delicatessen), realiza aquí un auténtico ejercicio de lúcido enfoque y talento visual y formal, que simplemente deja con la boca abierta. A la belleza conseguida del conjunto sólo se me ocurre calificarla como obra de arte. Los cuidadísimos detalles, el humor sutil, la deliciosa música, los personajes increíbles, la estética singular… Si uno de los mayores logros de Almodóvar ha sido su capacidad para crear una obra muy característica, con su marcada personalidad e identidad propias, que hace reconocibles y únicas sus películas, algo parecido podríamos decir de nuestro vecino Jean-Pierre Jeunet, un verdadero genio que logra ubicar sus películas en muchos géneros distintos y en ninguno a la vez, en definitiva, en el suyo propio.
En cuanto a las ideas y el argumento, la historia narrada transmite sentimientos como la necesidad de los adultos de preservar una parte de los niños que llevan dentro y que fueron en su día, si uno no quiere envejecer interiormente demasiado rápido, representa también la belleza que puede extraerse de lo decadente, de una civilización en declive, así como la fragilidad de la infancia en un entorno de creciente hostilidad, y entre otras cosas, viene a recordarnos la importancia de soñar, una idea que puede parecer a priori ñoña e infantil, pero que, sin embargo, Jeunet sabe enfocar de forma inteligente y no convencional, para hacernos soñar con su película y mostrarnos que los sueños son un gran patrimonio que tenemos, y que debemos aprovechar esa capacidad nuestra, porque como se suele decir, soñar no cuesta dinero.
Aburrida con A mayúscula. Es notable que detrás de este embole carnavalesco estén los mismos tipos responsables de películas tan entretenidas y atrapantes como Delicatessen (1991) o Amelie (2001).
No sorprende a nadie que a Terry Gillam le haya encantado este film. Tiene toda esa cosa de retro-futurismo que a este tanto le fascina, y es arruinada por ese mismo error de querer llevar las rareza y los escenarios y personajes estrambóticos al exceso, que en mi opinión también echó a perder, diez años antes, a la buena idea de Brazil .
Una historia de surrealismo distopiano ambientado en un imaginario que recuerda a Dark City de Alex Proyas, con condimentos de cuento de hadas, más algún aspecto que la mete dentro de ese subgénero subterraneo y bizarro de las películas de cerebros vivos en una botella . El argumento en una ensalada que va y viene y no termina nunca agarrando para ningún lado: aguantar hasta el final de La ciudad de los niños perdidos se vuelve una agonía.
FÓRMULA: Parfernalia habitual de Terry Gillam + Gente con cara rara a la David Lynch + Intento de humor fallidos + Rareza con esteroides = lo versión más aburrida de Jeunet y Caro
RECOMENDACIÓN: Obviarla y ver en su lugar la deliciosa obra maestra Delicatessen .
* Los traviesos pájaros encerrados en las alborotadoras cabezas de Jeunet y Caro volvían a tomarla con la fantasía, se colaban entre los cuentos de hadas para traer a ambos directores historias y personajes sobre los que lanzar una mirada moderna, bizarra, y hacerlos desenvolverse con el mismo lenguaje actual que estos dos cineastas ponen sobre el tapiz. Y es que no dejan de ser cuentos de hadas, macabros y a la vez tiernos cuentos plagados de ogros, princesitas, héroes, duendes, brujas…
* Volvemos a situarnos en un futuro desolador, aunque un poco más suavizado que en Delicatessen. Se opta esta vez por una ambientación e imaginería gótica urbana, no por el árido y sofocante panorama post-apocalíptico de aquella, pero como en aquella, el mundo que se pinta es igualmente un universo en decadencia, que se agrieta, se marchita y cae a pedazos, un mundo que escocería si no fuese por el incansable sentido del humor desplegado, el sorprendente dinamismo técnico y formal con que nos hacen de guía por él, y por los tantos y tantos entrañables personajes que lo pueblan. Un oscuro y desquiciado mundo de un detallismo prodigioso, lejos de los alicatados pastelazos del cine neogótico de los últimos años.
* En La Ciudad de los Niños Perdidos se entrelaza la ciencia ficción con el relato gótico, el terror con el cuento de hadas, lo circense y acrobático (en más de un sentido) con una sensibilidad genuina y franca, la comedia con el romanticismo: los Grimm, Dickens y Hoffmann desvariando, y Jeunet y Caro recogiendo sus delirios para darles forma, y una forma moderna y surrealista.
* Tenemos una estructura dramática de base que se pasará por alto, pues por encima de ella se desarrollan unas historias fascinantes con unos protagonistas de personalidad y carácter humano conmovedor, que es una de las cosas que me encanta de Jeunet. Independientemente de esa desapercibida base dramática, hay montones de escenas muy emotivas desde las relaciones, encuentros y desencuentros entre los personajes.
* Una película hipnótica, macarra, oscura, enternecedora, elegante, cruel, donde no se descuida detalle alguno respecto a historia, personajes, ambientación, imaginería o relato. Con unas interpretaciones que algunos dirán exageradas, pero que a mi me parecen llenas de desparpajo, con un trabajazo abrumador por parte de esos niños perdidos, y de nuevo una música espléndida. Es un soplo de aire fresco, una joya de inventiva y creatividad, y un real sopapo a gran parte del pretencioso cine europeo. Esto es arte, y lo demás, quizá no tonterías, pero arte, no.
Jeunet como siempre con su raro y excelente humor. Los detalles que muestra y la forma de hacer cine que tiene son, no sólo geniales, sinó sorprendentes. La velocidad de la película, las cámaras, los personajes, la historia, te atrapan y no te sueltan hasta el final. Lo que sí, tuve que verla más de una vez para entenderla bien. Recomendación: verla en el idioma original (francés) ya que en inglés se pierden algunas cosas.
Luego de ver esta vean Delicatessen y Amélie… son las tres obras maestras de Jean-Pierre Jeunet.