La brigada suicida
Sinopsis de la película
Dos agentes del Departamento del Tesoro de Estados Unidos se infiltran en una red de falsificadores que han conseguido fabricar un papel excelente. En una situación de peligro constante, intentan encontrar una muestra del famoso papel y descubrir a los culpables del caso del papel de Shanghai . El principal problema será encontrar la forma de salir de la red.
Detalles de la película
- Titulo Original: T-Men
- Año: 1947
- Duración: 92
Opciones de descarga disponibles
Si lo deseas puedes descargarte una copia de esta película en formato 4K y HD. A continuación te mostramos un listado de opciones de descarga directa activas:
Opinión de la crítica
Película
6.7
43 valoraciones en total
Seguir el cine de Anthony Mann es apostar a caballo ganador, siempre te va a mostrar algo interesante, te gustará más o te gustará menos, pero jamás te dejará indiferente.
La brigada suicida trata un tema delicado en la época, y no es precisamente el de las bandas de falsificadores de billetes, poniendo en peligro la economía de un país. Sino, la estrategia a seguir para solucionar ese problema. Hacer que dos agentes en cubierto se internen en dicha banda para dar caza al jefe mayor. Esto era novedoso en esos años, en especial porque conllevaba tener muchos conocimientos y datos, para poder interpretar a un individuo nuevo e inventado y que no fallara el plan. Peligro entrañaba y mucho. Aunque algunos lo critiquen, a mi me ha encantado la presentación en forma de semidocumental, me da igual que una voz en off me cuente lo que es evidente ante mis ojos, pero crea esa atmósfera de tensión que uno pretende encontrar en este tipo de productos.
La introducción es espectacular, situándonos en escena del problema sin perder el hilo en ningún momento, la elección de los polis, su formación, sus contactos, detallado hasta en el más mínimo detalle. La puesta en escena magnífica, con esa capacidad de la pareja elegida para aparentar ser unos verdaderos gángster, indudablemente la fotografía es perfecta y logra lo que a veces las voces no logran.
Las interpretaciones son magistrales, llegando a confundir al espectador si realmente se van a quedar en el lado oscuro o mantendrán la lealtad al departamento que los ha puesto en dicha misión.
Lo dicho, de obligada visión a los amantes del buen cine.
Como otras de la época que ensalzan la labor de la policía contra el crimen, se presenta un caso como de un documental se tratase, poniendo primero al día al espectador sobre departamentos, estadísticas y demás, y luego al pasar al ejemplo del método de actuación, Anthony Mann se encarga de hacerlo al más depurado estilo del cine negro. La policía del Departamento del Tesoro (aquí el equivalente serían los agentes del Servicio de Vigilancia Aduanera del Ministerio de Hacienda), nos hacen ver que resuelven más casos que ninguno (el más famoso el de Al Capone) y en éste, en concreto, se van a ocupar de una red de expertos y escurridizos falsificadores. Por citar un ejemplo de la misma temática se me ocurre nombrar la también muy interesante: Atrapado (1949).
El Departamento utilizará a un par de infiltrados y, como americana que es la película, la finalidad será ensalzar la abnegación de sus agentes en pos del deber y rendirles debido homenaje. En estas artes de la infiltración se juega uno la vida, no hay nada que más cabree a un mafioso que un infiltrado, y el director se encarga perfectamente de mostrárnoslo con unas imágenes de lo más interesantes como las de la habitación donde se esconde el duro Charles McGraw y dos más de la banda, cuya perspectiva es asombrosa: primer plano del personaje en la cama, el otro en la puerta y el del fondo en el baño. Además de otras como las del Planificador cuando está en la sauna, que a pesar de lo aficionado que es a los baños turcos va dejando siempre un rastro de olor característico fácil de seguir, y más para un sabueso.
Que pena que una película con tan buenos mimbres en su interior esté glorificada a la propaganda más pueril posible, ensalzar las fuerzas del orden americano, en éste caso el departamento del Tesoro.
Sólo imaginarme ver esta película sin la absurda voz en off que baña todo su metraje me haría estremer de placer y haría subir muchos enteros la nota que le he puesto, pues contiene no pocas dosis del buen hacer hollywoodiense, destacando por encima de todas ellas la labor fotográfica de John Alton un auténtico maestro del blanco y negro, con composiciones de cámara verdaderamente arriesgadas. (ojalá Rodriguez hubiera tenido el atrevimiento con su Sin City de hacerlo en imagen real para que todos hubieramos disfrutado con un diseño artístico increíble y de paso homenajear a los grandes maestros de la fotografía en blanco y negro como Alton… pero claro eso cuesta mucho más caro que la dichosa pantallita verde).
En fin una buena película que hubiera alcanzado el rango de obra maestra si no fuera por el maldito mensaje que nos intenta vender.
Y en este título condenso el juicio que me merece esta obra del clásico Anthony Mann, en efecto, la película, que visualmente es deslumbrante, que cuenta con buenas interpretaciones, ásperos y creíbles diálogos, así como una maravillosa puesta en escena y ambientación, no alcanza la categoría de perfecta a causa de los vicios característicos de los filmes propagandísticos con afán de veracidad documental. Dicho afán se traduce aquí en el empleo abusivo e innecesario de la voz en off, que subraya y reitera lo que Mann nos muestra ya perfectamente en imágenes.
Hecha esta salvedad, la cinta me parece magnífica, con una estética y unos valores formales muy dignos de tener en cuenta. La fotografía, en primer lugar, a cargo de John Alton, es de una nocturnidad impresionante, aportando una iluminación de corte tenebrista, con rostros que parecen surgir de la más profunda oscuridad. Mann aprovecha esto como pocos, componiendo unos planos de enorme dramatismo en los que el entorno y la ambientación tienen un peso fundamental, influyendo así directamente en la percepción del espectador. Esta será una característica propia del realizador, que aplicará también a sus más famosos Westerns, que serían mucho menos valiosos sin el marco en el que desarrollan sus argumentos.
Ciertamente, la historia desarrollada en el filme es una clara puesta en valor de la lucha del gobierno federal (aquí representado por el Departamento del Tesoro) contra las múltiples ilegalidades y negocios fraudulentos que florecieron en EEUU a partir de los años veinte. El cine había convertido en héroes a muchos Gángsters durante la década siguiente, y es por ello que la reacción de parte de la industria fue realizar películas como la presente, que trataban de encomiar la labor de las fuerzas del orden (dos precedentes claros y tempranos son G-Men , de William Keighley, y The great guy de Blystone).
De entre todos los momentos brillantes del filme, yo destacaría: el comienzo, en el que la unión de atmósfera, ambientación, fotografía y puesta en escena alcanzan cotas virtuosas, la partida de dados en el garito ilegal, maravillosamente concebida e interpretada, un plano en contrapicado, perfectamente iluminado, en el que Bernie y el Planificador contrastan billetes a la luz de una lámpara. Por último, el vaporoso asesinato ambientado en la sauna resulta tan brillante como violento.
Magnífica película, innecesariamente lastrada, pero aún así de obligada visión.
Inusual película de cine negro en tono documental sobre un suceso real que asombró a los Estados Unidos y que se conoció como el caso del papel de Shanghai y en el que el Departamento del Tesoro puso todos los medios a su alcance para desmantelar la peligrosa banda con la infiltración de dos agentes dentro de la organización mafiosa.
Una de las grandes preocupaciones del gobierno federal fue de siempre el tema de la evasión de impuestos, delitos fiscales y falsificación de moneda, por estos temas fue Al Capone a la cárcel y para concienciar de ello y promocionar a los policías que trabajaban en dichos asuntos, durante los años cuarenta hubo un popular cómic que se titulaba como la película T-Men.
Este tipo de subgénero siempre ha gozado de la estima del público norteamericano y para que se hagan una idea sería una especie de aquella protagonizada por James Stewart titulada El FBI contra el imperio del crimen, aunque menos propagandística y más oscura y opresiva.
Protagonizada casi en su totalidad por actores casi desconocidos que hacen más real el aire semidocumental, destaca muy especialmente la fotografía y encuadres de John Alton con el que recorreremos los bajos fondos de ciudades como Detroit o Los Ángeles, aunque será en interiores donde encontraremos las mejores imágenes. Aunque no fue la fotografía sino el sonido el que fue nominado al Oscar.
Es la primera buena película de Anthony Mann tras unos titubeantes inicios –junto con El Gran Flamarión- que se confirmará en los años 50 sobre todo en otro género mayor, el western.
Recomendable para amantes de los film noir.
La nota clavada: 6,8