Isadora
Sinopsis de la película
Retrato de la atormentada vida de la bailarina Isadora Duncan, una mujer precursora, a quien la danza y el ballet moderno le deben su razón de ser actual. Durante los años 20, transformó con su baile el panorama artístico mundial.
Detalles de la película
- Titulo Original: Isadora (Loves of Isadora)
- Año: 1968
- Duración: 138
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Opinión de la crítica
Película
6.6
80 valoraciones en total
La pelicula luce a una delicada y hermosa Vanessa Redgrave. A través de su cuerpo, la pasión de Isadora Duncan por el arte y la vida. Biografía intensa que destaca por una estética muy corporea. Apenas se necesita más que el movimiento de Vanessa-Isadora mostrando en cada escena un angulo nuevo de su belleza, abriéndo un matiz irresistible de su personalidad.
Es un constante canto al cuerpo y a sus extraordinarias posibilidades para irradiar gozo, alegría, dolor y amor. Destacan la sensualidad,pureza y libertad de los movimientos que hicieron grande a la artista.
Anoche volví a ver este film, lo confieso, con la aprehensión que la perspectiva de los años dan: uno era más impresionable, Isadora era un mito de los inicios del mundo moderno, Reisz estaba en la cumbre de su filmografia, no sabía, ya al borde de cierta decadencia (tal vez con la excepcion de La mujer del teniente frances , era respetado… Pues bien, al contrario, no sólo me gusto sino que la revaloricé y, sobre todo , me permitio poner en su verdadera perspectiva la figura de la legendaria bailarina. Porque Isadora, aún dentro de lo que representó de ayuda a la nueva mujer que avanzaba con fuerza, no aporto nada mas (¿nada más?) que la apertura del cuerpo y el movimiento a la danza actual. Y el hecho que lo justifica es que no abrió escuela, sólo una saga de imitadoras. Su filosofía, mezcla desordenadamente equivocada de (casi) autodidactismo y una idea naif de LA libertad que sólo la llevo en un camino de errores. Ejemplos válidos son su estancia revolucionaria en la URSS, sus nociones conceptuales de la política, de lo que pretendía la Revolución soviética y, en la película, su baile en Boston (ni más ni menos). Isadora era una loca, diría compensada -sólo se altera, eso si, definitivamente, con la muerte de sus hijos- que logró cosas importantes, diría, sin darse cuenta. Su pseudo autobiografía (lo digo por lo delirante) lo atestigua. De todos modos, y es lo importante, el film es magnífico, técnica y narrativamente. Los continuos flasbacks, los enfoques a esa obra de arte que es la Redgrave en su juventud (verdadero regalo de los dioses que tan locamente adoro Isadora). Un sobresaliente para la ropa, la escenificación de sus coreografías (hay fotos históricas) allá griega y por encima, de lejos, la extraordinaria captación marmórea de Vanessa, desnuda o vestida. Perfecta. Beto.
la captación marmórea de Vanessa, desnuda o vestida. Perfecta. Beto.
Pese a la brillante actuación de Vanessa Redgrave, esta película no está a la altura, definitivamente, de Isadora Duncan. Y no lo está porque se centra en potenciar su lado más extravagante y estridente, sus desvaríos, amoríos y su vertiente neurótica. El arte y la belleza, la danza, quedan al margen y por tanto, el interés. El metraje, desmesurado y sin lógica, tampoco ayudan a que esta película pueda estar al nivel de uno de los grandes iconos artísticos de finales del siglo XIX y principios del XX.
Con cuatro hijos todavía en edad de formación, Dora Duncan se vio de repente abocada a luchar por la manutención de todos ellos, cuando su marido, el banquero y empresario, Joseph Duncan, les abandonó por otros intereses. Pianista de profesión, la señora Duncan tuvo que complementar su arte dedicándose a dictar clases, y en 1984, fundó una escuela de arte en Oakland, California, a donde se fue a vivir con sus cuatro hijos. A la edad de once años y con el deseo de apoyar a su madre, Isadora, la hija menor, abandonó los estudios y emulando a su hermana, Elizabeth, se dedicó a trabajar con ella en la escuela. Todo esto, tendría una profunda influencia en la vida futura de, Isadora Duncan, quien, desde que viviera en San Francisco -donde nació, el 27 de mayo de 1877- ya sentía que las olas del mar la alentaban a mover su cuerpo siguiendo su ritmo. Llegada la adolescencia, Isadora fue matriculada en una escuela de danza clásica en Chicago -a donde la familia se mudó- y también estudiaría teatro en la compañía de Augustin Daly. Desde muy joven, la chica demostró que tenía grandes aspiraciones y un deseo inmenso de libertad… y eso es lo que vamos a ver, en este biopic, magistralmente dirigido por Karel Reisz.
>, es una gran película.
La historia, escrita por Melvyn Bragg y Clive Exton, basados en la autobiografía, My Life de Isadora Duncan y en la obra de Sewell Stokes, Isadora Duncan, An Intimate Portrait, empieza cuando la bailarina, ya retirada, dicta su autobiografía a un mecanógrafo, y mediante una serie de flashbacks asistiremos a sus triunfos y frustraciones, sus grandes amores e infaltables desamores, y también a las tragedias que marcaron su vida para siempre… pero, nadie puede negar que, Isadora Duncan, fue una gran artista que renovó para siempre el arte de la danza, una mujer apasionada que le chupó el tuétano a la vida con gran intensidad y contra todas las adversidades… y una gran instructora que dio de su ser todo lo mejor, aspirando siempre a una vida mejor para los niños sin oportunidades. Isadora bien sabía que, todo ser humano necesita alimento para el cuerpo y para el alma… y a eso dedicó su vida, sin otro propósito que sentirse plena ayudando a los demás. Alguna vez dijo: Mientras el sufrimiento de los niños siga siendo tolerado, esa es la prueba de que no existe amor verdadero en este mundo.
Seguro porque sentía que su meta era servir a muchas personas y no a una sola, la Duncan se sostuvo muchos años con la idea de nunca casarse llegando incluso a decir una frase que se hizo célebre: Toda mujer inteligente que habiendo leído el contrato matrimonial, lo acepte… ¡merece cargar con las consecuencias!.
Grandiosa y polifacética actuación de, Vanessa Redgrave, quien se mete en la piel de la eterna bailarina como si se tratara de su propia vida… ¡y sé muy bien que ambas guardan sus semejanzas!
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Isadora Duncan (1878-1927), fue una expresión de la polémica, y de la inquieta persecución del pasado, de la espiritualidad y del epicureísmo. Influenciada por las fuerzas de la Naturaleza (adoraba el mar), el arte griego clásico y su manera liberal de concebir la vida y el arte, se alejó de los encorsetados patrones de la danza clásica, e inventó un estilo natural en el que cuerpo y espíritu van en consonancia, sin amarras. Los decorados eran sencillos, su vestuario se limitaba a imitar la moda de la antigua Grecia de túnicas ligeras, no se maquillaba, muchas veces se dejaba el pelo suelto y no se ponía ningún calzado en los pies. Su danza era una manifestación de espontaneidad, en contra de la antinaturalidad del ballet que condena a las bailarinas a muchísimo esfuerzo y sacrificio. También las temáticas de sus espectáculos poseían la fuerza auténtica de los sentimientos en su estado primigenio. Así el dolor era abrasador, la muerte se notaba próxima, las emociones eran intensas, sin más restricciones que los límites físicos del cuerpo de Isadora.
El público se soliviantaba ante semejante audacia.
Y, para ser consecuente, la artista vivió según su manera de concebir el baile. Pero no la persiguió la fortuna. La desgracia marcó, golpe a golpe, su escandalosa vida.
Buena recreación, con una entregada Vanessa Redgrave, de la revolucionaria bailarina, mostrando su turbulento paso por el mundo.