Irrational Man
Sinopsis de la película
Abe Lucas, un profesor de filosofía en plena crisis existencial, llega a una nueva universidad. Allí se relaciona con dos mujeres: Rita Richards, una solitaria profesora que busca que la rescate de su infeliz matrimonio, y Jill Pollard, su mejor estudiante y muy pronto su amiga. Aunque Jill está enamorada de su novio, encuentra irresistible la personalidad atormentada de Abe.
Detalles de la película
- Titulo Original: Irrational Man
- Año: 2015
- Duración: 96
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Opinión de la crítica
Película
6.4
31 valoraciones en total
Vodevil.- Comedia ligera y desenfadada, con situaciones equívocas para provocar la hilaridad del espectador.
En esto está Allen en los últimos años.
Sorprende al recapitular su filmografía que realiza una película al año, con precisión casi relojera, desde sus comienzos allá por los setenta.
El de este año es el mismo de costumbre. Una comedieta intrascendente para pasar un buen rato. Yo suelo decir que hace las películas como churros, y este es un churro más, se toma fácilmente y se digiere bastante bien. Si a Allen le vale, a mí también. Supongo que no pretende pasar a la historia del cine con estas películas, ni siquiera hacer buen cine, sino solo un cierto cine, su cine.
Como siempre, pone especial interés en la localización y la música también es muy buena.
Como siempre, pone a una fulgurante estrella al frente del reparto, tan fulgurante, que suele rechinar con la escasa entidad del producto. Al respecto de Phoenix, recomiendo la visión de esta película en versión original, ya que ello es posible y que tener que soportar su doblaje es bastante desolador, porque el protagonista ofrece unos registros vocales especiales.
La idea argumental es básicamente pobre, al margen de que cuando Allen cruza la puerta de la Filosofía, hay que salir por la ventana. Todavía es peor que al final nos enfrente a todos con el terrible dilema de dejar que pague un inocente por nuestro crimen o ser coherentes filosófica, éticamente, hablando y entregarnos. Terrible, pero sobre todo falso dilema cuando existe una tercera vía, probar la inocencia del acusado, pero no entregarnos, sino escapar a un país tan romántico como España, por ejemplo.
Lo que pasa es que Woody es Woody y, a pesar de todos los anteriores pesares, conoce el oficio y siempre tiene calidad, además de gracia y mucha retranca.
Irrational Man es un pequeño relato, sencillo, y en la sencillez muchas veces está el éxito. Con una serie de citas profundas conocemos a un profesor que se ha dado cuenta que tanto pensamiento filosófico se reduce a cuento, pura y simplemente. Decepcionado de la vida, está en las últimas y se refugia en su bendito whisky añejo de malta.
La facilidad para presentar un escenario de los hechos es algo que hay que tener muy en cuenta, en este caso hay un realismo asombroso, detalles mínimos, planos escuetos, nada destaca para que todo sea completo. Se elimina lo que pudiera distraer, las calles son tranquilas, el ambiente es relajado. Los personajes se nos hacen gente conocida, próxima, a pesar que puedan estar a años luz de nosotros. Woody sabe que ese es un mundo elitista pero te dice: Mira, aquí, lo que cuenta es la historia, y quién cuenta es el protagonista y los demás personajes, y el protagonista es el profesor Lucas que no quiere formar parte de fauna alguna.
Conocemos al profesor Lucas así, chocando con el ambiente. Un tipo pintoresco que con su rollo atrae a las jóvenes y a las maduritas. Y esa es la propuesta de Irrational Man, un hombre en crisis, profundamente disgustado que un hecho casual, mundano, trivial, le devolverá la actividad y las ganas de seguir adelante.
Lo importante de Irrational Man es la vuelta a las conspiraciones de barrio, el nuevo tema policíaco de andar por casa y las pesquisas familiares. Intrigas y disimulos que parten de un núcleo trágico y terminan superando núcleo y alrededores. Un gusto exquisito, un estilo auténtico y socarrón en el que se va desenvolviendo el drama. No hay explosiones ni bombos ni platillos ni policía ni sirenas pero hay unos diálogos inteligentes y adornados con la chispa marca de la casa que es lo que uno espera, un esmero en el guion por el que tienes que reconocer una buena labor. Si te gusta el ambiente clásico de Allen, no puede fallarte este Irrational.
Tócala otra vez, Sam. Variaciones sobre el mismo tema. Una vez más. Más de lo mismo. Meursault, Raskolnikov… Me repito, me indigesto, me atraganto.
Cambiar de ropa al muñeco para seguir en el mercado, trampeando, más pícaro que Lazarillo, más tahúr que Lonnegan. Un vendedor de crece pelo.
La lista interminable: Kant, Kierkegaard, Husserl, Sartre… El asombro te invade. Filosofía en prime time, en cine comercial, para todos los públicos, sin rombos ni suicidios de espectadores cabreados. ¿Cómo es posible? ¿A qué se debe esta clase maestra del erudito, este didactismo tan estupendo? Rápidamente lo entiendes. Es solo calderilla, vaguedades, tópicos intelectuales, frases sueltas cogidas de aquí y de acullá, pura banalidad (del bien y del mal). Como si hubiera saqueado un libro de esos de las cien mejores citas de la historia del pensamiento, como si lo hubiera robado en unos grandes almacenes o lo hubiese fotocopiado clandestinamente. A eso añádele algún momento de piano, Bach sonando por allí, y ya. Estás metido en un parque temático supuestamente cultural. Mareado ante tanto nombre rutilante y fraseo inclemente.
Una vez pasado el susto, nos vamos a la trama y los personajes. Y ahí la cosa empeora. No porque no tenga interés, que sí que lo tiene, sino por cómo lo resuelve y lo desarrolla, con una desgana, inercia y trampa que ni el escritor más arrabalero, desalmado y desahuciado sería capaz por un mínimo de respeto que tuviera a sus lectores. Es decir, cuando se intenta engarzar el pensamiento con la acción, enraizarlo en la trama, el ridículo se hace el dueño, el disparate y la necedad los amos.
Hoy he escuchado la nueva historia de Woody, un año más. En verdad, le escucho con condescendencia, cercanía y fraternidad. Su voz tiembla, se excede a veces, y advierto su ocasional pérdida de tono, de fuerza. Su conversación, como la que uno tiene con un compañero de la infancia, se adivina fácilmente: los cauces que toma son previsibles, de una forma u otra son los de siempre, en realidad. No ha perdido, eso sí, sinceridad ni convicción.
…
Delitos y faltas. Hay crimen, hay remordimiento, que se asimila y sublima con el tiempo.
Match point. Hay crimen, no hay remordimiento y no lo habrá.
El sueño de Cassandra. Hay crimen, hay remordimiento y hay castigo.
Irrational man. Hay crimen, y no sólo no hay remordimiento: hay reafirmación de la existencia a través de él. Lo primero que pensé fue: Woody, amigo, este año estás más cenizo que nunca . No obstante, es un posible planteamiento filosófico, esos espíritus que se autodenominan como superiores y más lúcidos que el resto, se pueden llegar a otorgar licencias en lo ético [recordemos la disertación del carterista de Pickpocket, de Bresson].
…
La presentación del profesor Abe chirría. Al igual que a Colin Firth en Magia a la luz de la luna, su guión le hace parecer una máquina de soltar peroratas pesimistas sobre la vida. Allen es demasiado frontal en su radical negatividad. Suena un poco impostado. Salva a Abe, y mucho, el magnetismo de Phoenix como actor.
Nada más aparecer una pistola en pantalla, estando la personalidad de Abe tan polarizada, se sabe claramente que la cogerá e intentará hacer la ruleta rusa con ella. ¡Woody, cómo se te ocurre ser tan evidente!
La investigación criminal flojea… Unas pesquisas forzadas, una insistencia inaudita y casi antinatural por parte de la gente en su empeño por desentrañar un asesinato que, en realidad, les es irrelevante y ajeno. Allen, ejerciendo de empuja-escenas .
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Un plano especialmente divertido, en un Cine, el de Woody, más centrado en el diálogo y no tanto en crear imágenes memorables. Abe y Jill se besan, y el espejo les devuelve una imagen deforme de ellos mismos. El amor, ilusión monstruosa y falsa.
¿El final? Abe se tropieza y resbala con esa linterna mágica bergmaniana que proyectaba sueños. Y, como el James Stewart de Vértigo, se precipita en su propia crapulencia. Es entonces cuando me doy cuenta de que Irrational man funciona mejor como comedia negra que como crónica criminal, la película cobra un nuevo sentido. Quizás Woody haya aprendido a gastarle bromas a su pesimismo.
…
Veo en Irrational man muchos errores de bulto, y errores garrafales. Una vehemencia impropia de un cineasta experimentado, más típica de la incontinencia expresiva de un debutante. Creo que al neoyorquino ya no le importa ser sofisticado, y creo que tampoco tiene interés en hilar sus guiones al extremo. Pero yo no he dejado de escucharle. Y cuando la película se acaba y pienso que ésta tampoco ha sido para tanto , me voy a casa y empiezo a imaginarme a mí mismo en según qué dilemas éticos. Allen puede decir las cosas de una forma inapropiada, puede pasarse o no llegar, pero es una mente privilegiada, con preocupaciones elevadas y sinceras. En realidad, sus temores son los míos, y tengo con él, hasta en sus (nuestros) peores momentos, esa sintonía pura y auténtica que uno sólo tiene con los viejos amigos.
Gracias.
A pesar de que en sus últimas películas hay más sombras que luces, Woody Allen siempre será un grande. Y en cada una de sus obras se pueden rescatar por lo menos dos o tres secuencias que son memorables (salvo quizás en el engendro Vicky Cristina Barcelona , que es más un folleto turístico de la Ciudad Condal que otra cosa, por mucho que le valiera el Oscar a Pe…).
En Irrational Man está toda la mala leche y humor negro de Allen y su reflexión sobre la vida… pero encajado en un argumento que podría estar cerca no solo de una de sus mejores películas de los últimos tiempos, Match Point , sino del modo al que Hitchcock le gustaba enfrentarse a sus historias: quitándole a sus protagonistas los condicionantes morales de la sociedad, simplificando a los valores éticos propios de la persona las motivaciones personales y haciendo lícitos los intereses y fines de cada uno de ellos. Y por supuesto, huyendo de la justicia de la sociedad, y acercándose a la justicia del individuo, con la permanente espada de Damocles de la policía acechando en cada esquina…
El protagonista es un antihéroe en toda regla: un Bukowskiano y brillante escritor, ensayista y profesor de filosofía con una gran desidia existencial cercana al desánimo permanente, que llega a una nueva universidad para dar clases. En ese contexto cotidiano en el que se aburre como una ostra, descubre la motivación de su existencia cuando decide impartir justicia cargándose a un juez que realiza cuestionables veredictos, tras escuchar una conversación en una cafetería. Como le pasaba al protagonista de Extraños en un tren , si un desconocido decide matar a la víctima de otro, no tendría móvil, por lo cual estaría exento de investigación alguna por parte de la policía… lo que comienza siendo una inyección de adrenalina para el personaje, dándole un verdadero motivo para vivir, se va convirtiendo en una palpable amenaza cuando su joven amante -una brillante estudiante- descubre que el inocente juego que realizaron en una cafetería se ha convertido en realidad…
Mezclando con gran habilidad la ironía y el humor -como también hizo en Misterioso Asesinato en Manhattan – Allen saca todo lo mejor de sus actores -como también nos tiene acostumbrados…-, especialmente de un superlativo Joaquin Phoenix, que borda el papel del profesor desastrado, y de una magnética Emma Stone, el reverso de hastiado profesor e incluso desdoblada en su particular e indeseable Pepito Grillo…
Más allá del cruel humor sobre la muerte, la vida y la justicia, la historia también traza una ácida parábola sobre la juventud y la madurez, sobre la costumbre sobre la pasión y sobre lo mediocre sobre lo brillante, con una Parker Posey, que aunque físicamente está ya un pelín cascadita, quizás sea ésta su mejor papel con diferencia, dando vida a una desengañada profesora de química que sueña con dejarlo todo y escaparse con su nuevo amante…¡¡A España!! (parece que Woody Allen aún tiene buenos recuerdos de nuestro país…).
¿Es una buena película? Desde luego, bastante por encima de la media de la actual cartelera ¿Figura dentro de las mejores de Woody Allen? Pues no, aunque si tuviéramos que situarla dentro de su última producción tampoco estaría en el grupo de las malas. Lo cierto es que Irrational Man tiene demasiados claroscuros, quizás más de los que cabría esperarse en Allen, aunque tenga momentos impresionantes, una resolución esplendorosa y una epílogo final que seguro que a Hitchcock le hubiera encantado: una cosa es tener una posición moral determinada, y otra mucho vivir en las propias carnes una situación límite que te obliga a tomar tu verdadera posición ética sobre la situación, y que en la mayoría de los casos, se trata una cuestión de simple supervivencia, de ser racional. Y punto.