Goodnight Mommy
Sinopsis de la película
Es pleno verano, y dos hermanos gemelos esperan pacientemente a que su madre regrese a casa tras una operación de cirugía plástica. Cuando llega con la cara completamente vendada se muestra fría, distante y obsesiva. El cambio en su personalidad hará que los niños se pregunten si la mujer es realmente su madre o se trata de una impostora.
Detalles de la película
- Titulo Original: Ich seh, Ich seh (Goodnight Mommy) aka
- Año: 2014
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
6.3
43 valoraciones en total
El cine austriaco es conocido en sus orígenes –haciendo de lado sus cortometrajes de corte erótico de principio de siglo– por sus dramas y comedias románticas situadas en Viena del siglo XIX y hoy en día por dramas sociales basados en hechos reales, como Die Fälscher (2007) de Ruzowitzky o en su momento El séptimo continente (1989) de Haneke, punto y aparte este director quien Siempre ha sabido impresionar a la crítica en cualquier festival y por supuesto, a nosotros como simples consumidores del cine. Sin embargo cabe mencionarse la limitada expansión del cine austriaco restringiendo el género de terror a menos de 10 largometrajes, destacando a Angst (1983) de Gerald Kargl como el primero –¡debes verla!–,y Funny Games (1997) de Haneke como la película de culto que es. Por ello Goodnight Mommy es uno de los pocos pero valiosos filmes de terror tanto a nivel nacional como internacional.
Severin y Veronika elaboran un thriller psicológico sobrecogedor aprovechando el potencial terrorífico que posee una condición gemelar, su comunicación intuitiva, lealtad y tendencia conspirativa (lejos de aquellas historias donde un gemelo suprime al otro), no sé, de momento recuerdo a las niñas fantasmales de El Resplandor de Kubrick, los pelirrojos de AHS Murden House o Niles en The Other (1972) de Mulligan –parecido hay con ésta, ¡de verdad!, pero no hablemos de ello –. Sin olvidar el aditivo de la perversidad infantil que brilla en muchas películas como The Bad Seed (1956) de LeRoy, The Omen (1976) de Donner, ¿Quién Puede Matar a un Niño? (1976) de Ibáñez, The Good Son (1993) de Ruben, etc…. Los niños pueden ser tan malos.
El filme comienza de la manera más sana ejemplificando la unión familiar a través del juego, con Lukas y Elias, inseparables, viviendo un mar de fantasía y alegría hasta la llegada de su madre, un hecho que en contra de lo esperado: completar un círculo de candidez en este retiro campestre, trae consigo tinieblas en un permanente recordatorio que algo no anda bien: la ausencia del padre (hasta en fotografías), la frialdad maternal dominada por una vida profesional y el aparente disgusto con Lukas: su madre simplemente no le dirige la palabra, es como si quisiera omitir su existencia. Triste, pero tolerable es saber que tu madre no te quiere cuando tienes el apoyo de tu hermano.
Bien podría ser un caso más donde la indiferencia de los padres inmersos en sus problemas de éxito personal obliga a sus niños a refugiarse en una imaginería de sueños. Pero esto no es así, el arquetipo de madrasta malvada que envuelve a la madre de Elias y Lukas arroja su universo infantil a las ideas más descabelladas pobladas de paranoias extraterrestres, de alienígenas suplantadores o bien, alguna mujer psicótica. ¿Qué ha hecho con su madre? Sin pauta para la ciencia ficción yacemos a realismo más puro y duro. Semejantes a un par de animales acorralados Elias y Lukas no sólo se escurren por las frías habitaciones de su casa en busca de la libertad del campo, sino también deciden hacer frente a esta entidad transfigurada en su madre. Y es que estos niños cazadores de cucarachas no sólo son presas, poseen una astucia animal que hará canalicen sus sospechas y terrores a una etapa de perversidad sin consecuencias ni miramientos.
Un filme abocado en la construcción de su atmósfera capaz de torcer el victimismo más de una vez, saltando de la inocencia despreocupada a la frialdad más próxima a la de un asesino que a la de un niño. Un tamiz psicológico que puede ser entendido como predecible, según nuestra experiencia en este cine podemos deducir fácilmente lo que pasa, y es un atributo de Goodnight mommy, juega con la sorpresa pero no engaña puesto que jamás la oculta. Todo esto, acompañado de un dejo de horror corporal cronnenbergiano, guiños al catolicismo y un toque a lo Damien Hirst.
La fotografía es fantástica, reflejando una elegancia minimalista en los interiores de una moderna casa de campo, en contraste con la belleza natural de los bosques y lagos de su alrededor, paralelo en su serenidad a la violencia existente tras las paredes y ventanas. En conjunto con la música, un ambiente inquietante aprovechado por la buena actuación de un par de niños debutantes en la actuación y Susanne Wuest (a quien le faltó un poquito de histeria, algo más a lo Babadook).
Atractivo filme en mi opinión, para muchos original (si su visionado en estas películas es menor). Si algo hemos de tachar es la escena de La Cruz Roja, totalmente fuera de lugar, y algún cabo suelto, fuera de eso, agradable.
Habrá que seguir de cerca los pasos de Severin y Veronika, sobrino y esposa del productor (productor de este filme), guionista y director, Ulrich Seidl.
Por último y como breviario, Ich seh ich seh es un juego infantil de adivinanzas traducido como veo veo, puedes leer de él en wikipedia.
http://teatro-vandrian.blogspot.mx
Ahora que Michael Haneke parece más relajado que nunca, es bueno saber que la película que le puso en el mapa acaba de ser desplazada como una de las más violentas y salvajes de los últimos tiempos. Si su Funny Games (1997) apuntaba a la violencia latente en todos nosotros y la (in)justificación de según qué actos, en Goodnight Mommy la cosa se lleva más lejos añadiendo a la figura del doppleganger representada en forma de dos hermanos gemelos que tienen que asumir la convivencia con su madre, recién salida de una operación de reconstrucción facial. Ulrich Seidl, el nuevo loco oficial del cine europeo (Von Trier va al margen) produce el debut en la ficción de sus colaboradores Severin Fiala y Veronika Franz, y ambos lo aprovechan para llegar a la industria de la forma más salvaje posible.
Porque en Goodnight Mommy se apuesta por el mal rollo y el salvajismo como vía de desarrollo, eso sí, por muy gratuito que sea su acercamiento a la violencia -que en mi opinión lo es en su grafismo, aunque su tesis puede defenderse como herramienta de generar diálogo-, en el contexto del film tiene todo el sentido posible. Sin entrar en mucho detalle, todo el film está navegando sobre esta fuerza invisible y lo único que cambia es el destinatario de la agresión. En ese sentido es de recibo señalar que es una película dura, que busca el impacto, y lo consigue. Seidl no iba a producir algo que se quedase a medias y aquí efectivamente no sucede, primero por el acercamiento frontal de sus directores al tema (vienen del documental y evitan todo tipo de añadidos y recargados visuales), y segundo por el desarrollo de sus personajes y cómo enlaza situaciones para que la cosa vaya en la dirección oportuna.
Goodnight Mommy no deja buen cuerpo, pero no lo pretende. Genera diálogo, que siempre es bueno, y se guarda alguna sorpresa argumental que tiene peso y relevancia y que funciona porque se van dejando pistas y encajan en un recuento final. En resumen, terror psicológico del bueno, perturbador, y realizado con inteligencia.
Película calcada de El otro (1972) de Robert Mulligan. Para que el descaro no sea tan obvio la han adornado con planos secuencia lentos y apenas diálogos para darle un toque de autor . También han recurrido un poquito al gore. Por lo demás es bastante correcta: fotografía, interpretación y uso del sonido y música. Tiene un acabado bastante elegante pero…. es que esta película ya se había hecho! CARAJO!. ¿Será un remake postmoderno y yo no me he enterado?
De toda la filmografía austriaca reciente, quizá no podamos mencionar a un director más influyente que Michael Haneke, un cineasta que ha sabido como muy pocos jugar con el espectador para hablar de la violencia sin necesidad de ser violento, a través de atmósferas pulcras y enrarecidas –Funny Games- o distorsionando de manera inocente pero malévola a los seres supuestamente más puros del planeta, los niños –La cinta blanca-.
A partir de ahora, habrá que recordar otros dos nombres surgidos del país europeo, pertenecientes a toda una sola de directores que han acuñado un nuevo cine de género en el continente. Con su ópera prima, Severin Fiala y Veronika Franz aúnan esa maldad inherente y cándida del cine de Haneke con las propuestas más salvajes de Fabrice du Welz o el terror galo.
Lo que plantean en Goodnight Mommy es un macabro cuento sobre las consecuencias del estrés postraumático en la mente infantil, en esos pequeños seres a los que creemos incapaces de la mayor de las atrocidades. Y se toma su tiempo para asentar sus bases. La película se divide en dos partes. En la primera la acción es pausada, pero nunca aburrida ni pesada, y sus directores la aprovechan para tejer esa atmósfera viciada por la que se mueven sus personajes, contrapuesta a la limpieza del blanco de las paredes de la casa de diseño en la que habitan. Juegan de manera extraordinaria con el público para hacerle ver fantasmas donde no hay más que drama familiar, para que acompañe a esos dos niños en la fantasía de que su madre –excepcional el trío protagonista- ha sido reemplazada por otra persona.
En su segundo acto, sus responsables pegan un sonoro golpe en la mesa, el cuento se va volviendo cada vez más oscuro para dar paso a la violencia, y empiezan a coquetear con el torture porn, sin dejar el terror psicológico y el drama a un lado. Consiguen sembrar de manera excelente la duda en el espectador, hasta llegar a un final cuyo giro argumental quizá sea lo más forzado del conjunto por su elevada previsibilidad, además de algún detalle de guión poco explicado y explotado, como la figura del padre o la razón por la que permanecen los niños solos en casa en ausencia de la madre.
Pero son detalles que no afectan al resultado final. Lo que realmente resalta en Goodnight Mommy es su perturbador análisis psicológico de la maldad infantil y cómo focalizan los niños una tragedia en aras de dicha maldad. Un trabajo con claras reminiscencias a El otro, de Robert Mulligan, que es pura sutileza pero que a la vez presenta una crudeza difícil de digerir, y que obligará a seguir a sus creadores con lupa.
A favor: la atmósfera, la tensión que transmite, y cómo juega con el espectador
En contra: el giro final, previsible, y algún detalle de guión poco pulido
Con todos ustedes, el caso de peor comunicación familiar de la historia.
Lo muy interesante de la premisa de Goodnight Mommy dura lo que tarda uno en leer su sinopsis y en ver su tramo inicial. ¿Por qué? Porque para jugar a la incertidumbre ha de existir incertidumbre. Lo incierto no puede ser a la vez evidente. Si no, se corre el riesgo de que el misterio de la trama no funcione y todo el metraje introductorio se alargue, aburra.
Pero bueno, podríamos pensar que tan mal jugada la baza de la duda, al menos nos queda una dosis de sadismo perturbado y perturbador, estresante, porque cuando hay dos gemelitos pecosos de once años metidos en el turbio asunto, el turbio asunto araña más de lo normal las vísceras de quien lo presencia. Podríamos pensar eso. Pero para jugar a los juegos sádicos, me parece preferible despojarse de toda motivación (a lo Funny Games) que ampararse en un McGuffin revenido y poco esforzado, que no para de chirriar en las muelas de quien lo mastica.
Total, que Goodnight Mommy yerra desde muy pronto en su pretensión de sostener un enigma, y, si bien logra crear un par de logradas imágenes que le tocan a uno la moral y el nervio de la turbación, tiene un guión que no se esfuerza en absoluto por construir una trama robusta, sólida, donde el horror cobre verdadera vida y el drama sea transmitido en toda su dureza. Así que sus virtudes técnicas, pilares de un digno envoltorio hanekiano, están al servicio de un contenido fallido.