Frankenstein y el monstruo del infierno
Sinopsis de la película
El barón Victor Frankenstein, recluido en un sanatorio mental con el nombre de Carl Victor, sigue haciendo experimentos. Cuenta con la ayuda de Simon Heider, un joven médico, para llevar a cabo un nuevo proyecto en el que utiliza como cobaya el cuerpo de un interno violento. Con ellos colabora también la hermosa Sarah. Las manos de un artesano y el cerebro de un brillante profesor completan el organismo de la criatura. Éste es el último de los numerosos films de la Hammer sobre Frankenstein.
Detalles de la película
- Titulo Original: Frankenstein and the Monster from Hell
- Año: 1974
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
6.2
43 valoraciones en total
Frankenstein y el monstruo del infierno es la última película que dirigió el director británico Terence Fisher, así como una de las últimas obras producidas en la etapa clásica por la compañía Hammer, especializada en el mundo del terror.
El nombre tan estrambótico de la película, ya nos habla de la importancia tan carismática de la que ha gozado el relato de Mary Shelley en el cine. Y es que la figura del Prometeo moderno, ya fue explorada por el primer cine, y clásicas son las exploraciones que realizó la productora norteamericana Universal (aunque anteriormente,en el 1910 ya encontramos una primera adaptación, realizada por J. Searle Dawley) sobre el monstruo de Frankenstein, con Boris Karloff como principal responsable de la mayoría de interpretaciones. Esta fama y éxito de la que gozó el monstruo se desarrolló también en multitud de secuelas, que explotaban la figura del monstruo sin que el argumento fuera realmente de importancia, sino como un simple escaparate de maldad. Tenemos películas casi bizarras como la zíngara y los monstruos (donde se juntan más de una figura del horror en un más que particular cóctel) del año 1944 o de un año antes, Frankenstein y el hombre lobo (no hace falta especificar el argumento de la película). Esta vorágine de títulos también siguió durante los años cincuenta, y en especial por Terence Fisher, el director que magnificó de mejor manera el mito de Frankenstein. Y al igual que había sucedido con la película original (la primera película de Fisher sobre la obra creada por Shelley la tenemos en el 1957, un año antes de que el director recuperara otra figura clásica como la de Drácula) el propio Fisher explotó el mito en más de una ocasión. Así podemos encontrar obras como: La venganza de Frankenstein (1958), Frankeinsten de Creo a la mujer (1967), el cerebro de Frankenstein (1969), y la película que nos ocupa, Frankenstein y el monstruo del infierno (1974).
El argumento de su última película pues, debía estar más que trillado, por el simple hecho de que pocas ideas había ya que el director pudiera explotar. Así la película nos presenta un argumento cuanto menos especial, en el que el doctor Frankenstein finge su propia muerte en un manicomio, de donde realmente es el organizador de este, y donde viene a parar un ambicioso joven, que reactivará la creatividad del doctor.
La película tiene una singularidad notable, y es que estamos ante una película de Frankenstein en la que el propio monstruo no aparece como tal, o si aceptamos que aparece, convendremos en que lo hace en su forma más corriente o habitual. Olvidemos pues la imagen tradicional de costuras y tornillos, porque el único ser creado que aparece en la película es un diseño terrorífico que poco tiene que ver con aquel monstruo que nos entregaba la película de James Whale.
Lo que muestra la última película de Fisher es que los años de gloria habían pasado hace ya tiempo. La película está realizada en unos ya avanzados setenta, y el director parece no sentirse totalmente confortable en este ambiente nuevo. Trata de adaptarse, pero lo hace de una manera bastante simplona y perdiendo bastante de su propia esencia. En este sentido la violencia alcanza límites insospechados para un director como Fisher (que siempre se había dedicado a sugerir antes que a mostrar), y estamos ante una de las películas más sangrientas de la Hammer. Pero el propio director no sabe muy bien cómo colocar estas escenas de violencia explícita en el metraje. En algunos momentos del film (en sus escenas de cirugía) la película parece tiene momentos totalmente impostados, y que simplemente se recrean en la tortura y en el mal gusto porque así lo dictan las órdenes. Sí, es cierto que Fisher nos consigue incomodarnos en el asiento, haciendo que el espectador trate de no ver ciertas secuencias, o convulsionándole en su butaca, pero a costa de un precio bastante alto, y es la propia alma de la película.
Por otra parte, el guión de la película sólo consigue triunfar en los momentos en los que la pareja interpretativa masculina realiza sus disertaciones acerca del monstruo que están creando, y que a la postre nos hablan de la ética que se desarrolla detrás del mito. Fisher conoce el alma del monstruo, y no lo utiliza como monstruo de feria, no como muchos otros directores que únicamente trataban de asustar al espectador mediante la deformación monstruosa del personaje, sino que nos muestra el desarrollo moral de esta creación en algunos aspectos. Pese a todo, a Fisher le cuesta desarrollar este mensaje mediante el uso de un lenguaje visual, y por ello debe recurrir a multitud de cháchara literaria que se queda un tanto hueca. Aún todo, la película tiene algún diseño visual muy interesante, como la primera secuencia en la que el personaje interpretado por Shane Brian entra en el manicomio, y Fisher nos introduce una galería de insanos que tiene muchas semejanzas con el cine de Tod Browning y su galería de Freaks.
Trío interpretativo de lujo, con unos magníficos Peter Cushing, Shane Brian y Madeline Smith, que consiguen crear un casting de lujo para una película irregular pero siempre recomendable al tratarse de obra de Terence Fisher.
http://neokunst.wordpress.com/2013/12/05/frankenstein-y-el-monstruo-del-infierno-1974/
La ambientación lúgubre, la sugestión de un ritmo cadencioso pero inmisericorde y la intensa fuerza de un argumento vigoroso son los componentes sobre los que T. Fisher fundamenta su propuesta.
Esa impresión se tiene al comienzo de la proyección.
Luego se advierte que el trágico sentido que encierra la historia contrasta vivamente con la ingenuidad formal de la película y con lo rudimentario de unos efectos especiales a los que debían haber prestado más atención.
También el guión va perdiendo entidad a medida que avanza el metraje como si de repente hubiera sobrevenido una súbita falta de inspiración.
La interpretación de P. Cushing, en cambio, mantiene siempre un alto nivel y destaca por encima de sus compañeros de reparto.
Enésima y última producción sobre el barón Frankenstein de manos de la Hammer y de su adalid principal: Terence Fisher.
Como en prácticamente todas las anteriores películas sobre el personaje de Mary Shelley de la Hammer, el malvado barón Frankenstein (Peter Cushing, ya por entonces inseparable de su personaje por los siglos de los siglos) sigue con sus experimentos sobre revivir la materia orgánica inerte. Creído muerto, Frankenstein trabaja bajo seudónimo en un manicomio, donde tiene carnaza de sobra para proseguir con su oscura ciencia. Esta vez, será ayudado por un joven y brillante aprendiz de médico (Shane Brian), admirador de su obra y, por ello, acusado de brujería.
No se puede decir que esta última obra de Fisher consiguiera sustraerse en cuanto a temática a todas sus obras anteriores. El repetitivo y predecible guion de este filme sigue las mismas pautas que llevaron a la productora británica a tener tantos taquillazos, por lo que Fisher no se arriesgó (en realidad, nunca lo hizo) y ofreció, una vez más, lo que se esperaba de Frankenstein y su monstruo. Aún así, y sin que sirva de precedente, parece que este nuevo monstruo se acerca un tanto más al de la obra de Shelley que en películas anteriores, en cuanto que es más notorio su drama y su dolor existencial.
Si bien algunos críticos la ven como un símbolo de la decadencia de la Hammer, lo cierto es que es, quizás, la película de Fisher más visceral y aterradora en cuanto a sus aspecto visual. El foco puesto en los inquietantes habitantes del manicomio, unido a algunas escenas que se podrían considerar como un sucedáneo de un gore light, donde Fisher se recrea a base de bien, dotan a la cinta de una tensión considerable que no era tan notoria en anteriores películas de ambientación más decimonónica.
Con este último monstruo de Frankenstein, se cerró una de las sagas más importantes de la Hammer y también un episodio glorioso para el cine fantástico. Recomendable.
De todos los títulos referenciados al doctor Frankenstein que produjo la Hammer, siempre con la especial labor de Cushing delante de las cámaras y con Terence Fisher detrás, hay momentos mejores y peores, películas más destacables que otras. La que se realizó este año 1974 quedará en el anecdotario como la última (aunque visto su final no creo que originalmente fuera esa la idea), de manera que después de lo sucedido aquí lamentablemente ya no hay más aventuras (o desventuras) guiadas por los hilos de la productora inglesa.
A estas alturas queda claro cuál es el sello, qué tipo de terror se trabaja, con unos interiores cuidados, efectos especiales modestos pero efectivos y sobre todo el genio y la personalidad de un personaje tan especial como el interpretado majestuosamente por Peter Cushing. Esta última vuelta de tuerca nos coloca en un sanatorio mental, sin que vaya a faltar el típico laboratorio en el que se manejen las piezas del puzle humano para crear una vida nueva. Por una vez el edificio principal no va acabar siendo destruido por las llamas en el típico incendio destructivo, pero siguen habiendo momentos de mucho interés. En especial quisiera destacar el propio monstruo peludo, las puntuales escenas de cirugía y los consecuentes diálogos científicos. Una maravilla.
No pasa nada si no se ha visto ninguna otra película de la Hammer, pero no cabe duda que haber visto algo de lo que queda atrás sirve para valorar mejor la continuidad de un cine único que ahí queda para el que sepa apreciarlo.
Si, es repetida la temática pero sin embargo, la película entretiene. Con las eficientes órdenes de Terence Fisher, la cinta mantiene el interés, ya que a pesar de las escenografías típicas de las cintas Hammer de los 70 –ya no en los estudios Bray– estas son buenas y cumplen su cometido. El siempre sólido Peter Cushing da a Frankenstein la presteza necesaria y Shane Briant cumple su papel de doctor aprendiz del barón. Madeline Smith aporta la belleza femenina a esta cinta. Pasable para entretenerse un rato.