Fighting Elegy
Sinopsis de la película
En la ciudad de Okayama, en 1934, Nanbu Kiroku es estudiante de secundaria y se aloja en la casa de una familia católica que tiene una hija de la que está enamorado. Sin embargo, se verá forzado a reprimir los impulsos de su emergente sexualidad involucrándose en peleas entre bandas de adolescentes agresivos. Tras ser expulsado del colegio y mudarse a un pueblo más pequeño, no parará de meterse en problemas y terminará bajo la influencia de Kita Ikki, histórico disidente ultraderechista… Con el habitual estilo hiperbólico, surrealista y visualmente característico de su director, la cinta es considerada una sátira del machismo y el fascismo del Japón inmediatamente previo a la II Guerra Mundial, en la que Suzuki participó, y en la que vivió experiencias que posteriormente le influirían a la hora de elaborar sus películas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Kenka erejii (Fighting Elegy) aka
- Año: 1966
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
6.8
47 valoraciones en total
Hay que apoyar a los nacionalistas, hay que restablecer el poder del emperador, hay que defender el totalitarismo y levantar muy alta la cabeza cuando suene el himno militar…pero no todos quieren hacerlo.
Ha nacido un chico que es la encarnación de lo rebelde, y se llama Kiroku.
Hoy en día una obra como la que nos ocupa no es que destaque precisamente como otros muchos clásicos, incluso para aquellos que se sienten atraídos por el cine japonés y se declaran fans de Akira Kurosawa, Masaki Kobayashi, o Kenji Mizoguchi. Más bien hacen mella en aquellos coleccionistas de rarezas que se dedican a investigar en el cine de serie B y dan con directores que no estarán entre los más nombrados, pero que sin duda merecen descubrirse. Fighting Elegy es una de esas satisfactorias rarezas de coleccionista realizada por el siempre sorprendente Seijun Suzuki.
El artesano ya se había ganado una base muy sólida de fans gracias a sus originales, arriesgadas e inimitables propuestas como La Puerta de la Carne , Tattoed Life o su obra maestra por excelencia, Historia de una Prostituta (obras que sacaban de quicio a los señores de Nikkatsu). Tras terminar ese maravilloso delirio llamado El Vagabundo de Tokyo , iba detrás de sus exigentes e ignorantes productores para conseguir los derechos de la novela de Takashi Suzuki, quien finalmente fue adaptada por el controvertido Kaneto Shindo, ya erigido en el momento como una de las figuras claves del vanguardismo japonés.
El sr. Suzuki se tomó ciertas libertades (como siempre solía hacer) con respecto a la fidelidad del guión, pero añadió al conjunto muchas experiencias personales propias y dándole a esa amalgama de ideas su tan característico sello, en una historia situada en la Okayama de los 30, cuando en el país, que maneja con mano de hierro la ocupada Manchuria, reina la propaganda fascista, los hombres de izquierdas, militantes, obreros y estudiantes, son encarcelados, y los nacionalistas extremistas son situados en puestos clave de la administración gracias a Okada, sucesor del almirante liberal Saito.
Pero la historia nos habla en sí de Kiroku, un joven estudiante sin muchas luces perdidamente enamorado de la guapa Michiko, que sin embargo ve reprimidos sus impulsos por ser católico y acaba por hacerse amigo de unos muchachos con el cerebro en los puños que sólo piensan en pelear y en hacerse fuertes a base de recibir y dar golpes. Una situación que le llevará a ser expulsado y mudarse mientras experimenta de la manera más curiosa lo que es pasar de ser un adolescente a un hombre hecho y derecho. A simple vista esto podría verse como un melodrama, casi como en aquellos primeros films sobre chicos rebeldes que el director rodaba a principios de su carrera.
Pero Suzuki, que desde La Juventud de la Bestia se propuso no dejar de sorprender cada vez que pudiera, adereza toda la historia con unas dosis de humor de lo más surrealista, absurdo e ingenioso al mismo tiempo, convirtiendo en una extraña y sutil comedia lo que podría haber sido un drama trágico en toda regla. Con un estilo innovador, arriesgado y experimental en la línea de un Kinugasa, un Imamura o un Obayashi por ejemplo, elabora una sátira no sólo de los problemas de la juventud, sino de la opresión de la religión, del fanatismo, la disciplinada enseñanza militar y el horrible fascismo, que sólo lleva a la guerra, usando el humor negro para convertirlo todo en una farsa llena de dobles sentidos y simbología difícil de apreciar y comprender (si uno no es japonés, claro está).
Incluso parodia en cierta ocasión el cine de sus compatriotas, como el costumbrismo de Shimizu, Gosho y Ozu y la épica de Kurosawa, a quien se homenajea en esa escena donde vemos a Kiroku subirse por las escaleras mientras contempla a los dos grupos de jóvenes dispuestos a batirse en duelo, mientras el fuerte viento eleva el polvo del terreno, lo que puede traernos inevitables recuerdos de Yojimbo . Aparte de la cuidada fotografía en blanco y negro de Kenji Hagiwara y el montaje de Mutsuo Tanji, destaca lo vanguardista e increíble del estilo de Suzuki y de cómo su influencia se percibe en cineastas actuales (como Sion Sono o Takashi Miike que aprovecharon para sus propias obras).
Así el director nos deja ojipláticos con momentos impagables como ese en la que el protagonista se pone a tocar el piano con el pene y luego se arrodilla arrepentido ante la cruz, cuando Tortuga empieza a lanzar frutos secos a los profesores de la escuela o seguramente la más memorable: los alumnos gritándole pato al maestro, con esa intermitente pantalla dividida, y luego rodeándole para tirarle libros. Todo tiene el sabor de la rebeldía, suena a himno contestatario, es la visión insurrecta de Suzuki, quien habla a través de su joven héroe, y le encanta.
Hideki Takahashi da el pego como el reprimido de Kiroku, e igualmente logran unas buenas interpretaciones Yusuke Kawazu, Seijiro Onda y la guapa Junko Asano en el papel de la angelical Michiko. Hiroshi Midorigawa da vida de un modo genial al intelectual ultranacionalista Ikki Kita. Según cuenta la leyenda, el director tenía planeado hacer una secuela de Fighting Elegy , ya que la historia de la película sólo nos presenta la primera mitad de la novela (se supone que Kiroku se hace soldado y es asesinado desgraciadamente en China…).
Entusiasmado comenzó el guión, pero los señores de Nikkatsu, tan buenos ellos, rompieron su contrato de manera deleznable tras acabar Marcado para Matar , uno de sus más conocidos trabajos, por lo que el proyecto se quedó en el limbo.
Al pobre Suzuki aún le aguardarían muchos años de quejas, juicios y la imposibilidad de rodar para el cine, por lo que acabaría mudándose al universo televisivo, como realizador y como actor.
Comedia absolutamente deliciosa desde que arranca la película. Utiliza el fino humor oriental que tan pocas veces hemos visto en el cine para relatarnos las contradicciones y las tribulaciones que tiene un muchacho cuando se va haciendo hombre y empiezan a gustarle las muchachas. Su pertenencia a una iglesia católica le complica más su despertar sexual siendo la escena del piano con los pantalones bajados uno de los chistes cinematográficos más finos que se pueden hacer sobre el sexo, sin necesidad de morbo. Con una planificación muy cuidada y un montaje arriesgado para su tiempo y del que después veríamos muestras en el cine francés, sobre todo Godard, va analizando todo lo que un joven va descubriendo cuando madura: los amigos, la religión, la educación, el ejército, la política y el amor. Todo ello lo irá descubriendo en el aprendizaje de lo que se entiende que deben saber hacer los hombres, luchar.
Partiendo de la premisa de crítica al totalitarismo que envolvió su país en las décadas inmediatas a la II Guerra Mundial, el amigo Suzuki justifica su posición como cineasta de culto. Vamos, que la peli es raruna como ella sola. Y bastante hermética. Estoy seguro de que un espectador occidental se pierde muchos detalles y guiños al no conocer profundamente la Historia y el lenguaje japonés, pues hay abundantes juegos de palabras y simbolismos que no acaban de pillarse del todo.
Comedia no es, desde luego, Tiene sus puntos cómicos, un tanto abstractos a veces, y funciona medianamente bien como sátira. El comportamiento del protagonista (remarcable actuación) es un claro símil del militarismo japonés en aquella época. Hay espacio para comentar la estupidez de la educación mediante la obediencia y el castigo (militarismo y cristianismo) y el montaje es experimental y bastante arriesgado para la época. De hecho, esto se convierte en su mayor virtud y su mayor defecto, ya que la narración queda deslabazada, avanza a trompicones y resulta muy fácil perderse en ella. Muy destacables las secuencias de lucha, que ocupan buena parte del filme, violentas, realistas, excelentemente coreografiadas, aunque pueden hacerse un poco repetitivas hacia el final. No me extraña que el friki de Tarantino plagiara con nocturnidad y alevosía a Suzuki en su Kill Bill. El tío sabía lo que se hacía.
En resumidas cuentas, la película es interesante para aquellos que ya estén metidos en el tema que trata, conozcan la historia reciente de Japón y esten bastante acostumbrados a su sensibilidad cinematográfica. Especialmente en lo referido al underground y la serie B. No, no vale haber visto un par de pelis de Kurosawa para digerirla.
Básicamente, el problema que le veo es que es una peli muy personal (el director vivió en primera persona lo que fue el pseudofascismo nipón) y dirigida estrictamente al público japonés. Evidentemente, nadie espera que un vietnamita comprenda Balada Triste de Trompeta o un ugandés sepa leer el mensaje detrás de Goodbye Lenin . Estas obras están intrínsecamente ligadas a una Historia y una sensibilidad propias de la cultura que las vió nacer, con todos los pros y contras que ello conlleva. Avisados estais.