El sastre de Panamá
Sinopsis de la película
Por culpa de una aventura con la mujer de un embajador, a Andy Osnard (Pierce Brosnan), un seductor espía británico, lo destinan a Panamá. Una vez allí, se pone en contacto con un sastre de oscuro pasado, pero muy bien relacionado con personalidades de la política y de la mafia y cuya esposa trabaja para el presidente del país. Y la misión de Osnard consiste precisamente en averiguar cuáles son las intenciones del presidente panameño con respecto al canal.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Tailor of Panama
- Año: 2001
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
5.3
75 valoraciones en total
Andy Osnard (Pierce Brosnan) asegura que el trabajo de los servicios secretos es oscuro y solitario como una felación. No deja de ser consecuente que por esas fechas el actor anunciara su abandono de la serie James Bond, protagonizando esta película que pone en la picota con considerable ingenio todos los tópicos y elementos recurrentes de los relatos de espionaje. En el servicio secreto británico están hartos de los muchos vicios y pocas virtudes del agente Osnard, más mujeriego que efectivo, más torpe que cumplidor. James Bond al menos, siempre resuelve bien los casos que le encomiendan, aunque sus métodos sean tan poco ortodoxos como los del amoral Osnard. Pues Panamá no deja de ser una misión absurda basada casi en la abstracción, forjada en la mentira, una visión desmitificadora del espía.
No tiene que encontrar a un agente enemigo, ni recuperar un microfilm, ni liberar a un personaje influyente secuestrado por narcotraficantes y la organización de Spectra fue afortunadamente desmantelada, así que, no tiene que salvar al mundo. Tan sólo irse lo más lejos posible de Inglaterra. Aunque El sastre de Panamá es una película de espionaje, no lo parece, al menos como solíamos entender las adaptaciones anteriores de John Le Carré: El espía que surgió del frío o La casa Rusia. El propio escritor ha colaborado en el guión, Boorman en todo caso, se ha identificado con el tono desmitificador que propone Le Carré en su historia, sintiéndose atraído el cineasta por esa inteligente reflexión sobre la verdad y la mentira que es la base del relato.
Harry Pendel (un excelente Geoffrey Rush) había sido el sastre particular del general Noriega y ahora, en un clima político distinto, aunque igualmente corrupto, continúa ejerciendo su profesión con los personajes más influyentes del país. Es un hombre que ha edificado su vida sobre el engaño, se inventó un pasado para conquistar a su esposa Louisa (Jamie Lee Curtis), y cuando Osnard le elige como el hombre ideal para llevar a cabo sus planes, se inventa un presente mediante una absurda historia. Pero el engaño es tan descabellado que todos intentan sacar tajada. La película se convierte así, en un proceso de autoengaños y mentiras a conciencia. Osnard y Pandel, ambos a su manera, encarnan un papel de demiurgos que mueven a su antojo los hilos de la trama.
Pero hay un momento clave en el que el sastre debe redimirse de sus pecados, y se convierte en el conductor de una película que renuncia al cine de espionaje, sirviéndose de las bases más elementales, descodificándolas, en suma. El cineasta estiliza las formas de los personajes, apoyándose en el sexo como instrumento de corrupción que se cuela por las rendijas de este drama abstracto con tintes de comedia negra, que vitupera sin compasión el mundo de la política y la diplomacia. Presentándonos un pequeño país víctima de los caprichos de las grandes potencias, donde se pasa en breves minutos en coche de la opulencia y el lujo a la más asquerosa miseria.
Después de ver a Pierce Brosnan de agente 007, verle de espía a lo pasota hace gracia. Pero la película no hace gracia.
Es una pena pero el argumento no hay quien lo cosa. El sastre, que anda un poco más p´allá que para acá (tal vez por la cornamenta de trofeo que tiene que sostener en su frente), consigue informaciones privilegiadas de una forma un tanto absurda e increíble de altos funcionarios, clientes del sastre, que como digo, acostumbran a hacerle confidencias. No cuadra. Además, hay clientes que son gorrones auténticos porque luego ni le pagan.
Entre todos los cotilleos hay uno que interesa al espía Brosnan, que para sumar puntos ante sus jefes quiere comunicarla cuanto antes a Inglaterra.
Entre otras cosas es difícil de creer que la información motivo del lío central del film mueva tal cantidad de dinero de una forma tan ligera y que su gestión por los responsables esté llevada con tan poca prudencia (me imagino en la oficina de Exteriores inglesa con un aviso a partir de entonces que dijera: No se fía ). No me creo a los ingleses soltando dinero por las buenas, sin garantías.
El argumento no tiene mucho peso específico y los personajes no son muy creíbles.
La aventura amorosa… pues sí, parece lógica ¿por qué no? Ella está de miedo y el sastre pasa mucho tiempo en su negocio, parece ser.
La pondría un 5 por el trío protagonista pero la quito 2 por el desenlace tan aparatoso y ortopédico.
A Pierce Brosnan se le ve muy a gusto en su papel de espía en el canal de Panamá. Se ve que el personaje que creo Le Carré le hace sentir a Pierce un tanto libre de la ataduras del 007.
Brosnan se siente a gusto con un personaje como Andy Osnard: Un cínico sin escrúpulos, sin lazos con nada ni con nadie. Su única obsesión es el dinero y las conquistas.
Un Pierce Brosnan relajado.
Interesante película de espionaje que en otras manos y con un tono más definido en lo paródico hubiera podido alcanzar el estatus de joyita cómica. Basada en un libro de John LeCarré, que a su vez fue un semiplagio de Nuestro hombre en La Habana de Graham Greene, no llega a hacer justicia a ninguna de las dos obras.
Aunque arranca muy bien con ese punto entre el misterio y la retranca, la cosa finalmente se pone tan seria y se toma tan en serio que el principal valor de la historia -su sátira- se diluye en el momento en que el drama y lo absurdo se alían dejando atrás la comedia a lo Sharpe que se plantea desde la ridícula situación inicial.
Queda en el haber los buenos trabajos de Geoffrey Rush y Brendan Gleeson, la atractiva ambientación panameña y la sangrante ironía que conlleva el espionaje del sastre.
No puedo creerme que John Borman, el director de las excelentes Excalibur (1981) y Más allá de Rangún (1995), se descolgara con esta película tan mala. A lo mejor es que no le cojo el pie a esta especie de comedia de intriga, a esta parodia de la diplomacia, de los servicios secretos y hasta del mundo de 007, pero el caso es que no me ha gustado nada. Entiendo que un formato así tiene ser divertido, ingenioso y más desenfadado pero ninguna de estas cosas es El sastre de Panamá . De hecho, Borman se lo toma tan en serio que a veces cuesta ver la ironía que se le supone al relato.
La película se basa en el relato homónimo de John Le Carré, famoso escritor del género de espías, el cual no sé si dota a su libro de ese aspecto trágico-cómico de la versión cinematográfica. Sea como fuere me parece completamente inverosímil. La trama es una fantasmada total, una chifladura salpicada de momentos surrealistas y otros hasta grotescos con más ánimo de ridiculizar a las grandes potencias y todo su aparato político-militar que otra cosa. Lo siento pero no me creo nada de lo que sale. Falto de acción e interés, al final, poco que destacar, quizás la ambientación caribeña y a Pierce Brosnan.