El prisionero de Zenda
Sinopsis de la película
En un imaginario país, la víspera de su coronación, Rodolfo V, es secuestrado por su ambicioso hermano que desea arrebatarle el trono. Los súbditos más leales convencen a un turista, que se parece asombrosamente al rey, para que lo suplante por unas horas. Al día siguiente, se prepara una expedición para rescatar al rey, que está encerrado en el Castillo de Zenda. El turista, enamorado de una princesa de la corte, participará activamente en la lucha.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Prisoner of Zenda
- Año: 1937
- Duración: 101
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Opinión de la crítica
Película
7.2
95 valoraciones en total
Reino ficticio de aparente encanto, Ruritania es un país donde –como en muchos otros- se maquina por el poder y el hermano es capaz de traicionar al hermano con tal de quitarle la dignidad que éste ha alcanzado. Cuando es el día en que Rudolph V está a otro día de ser coronado, a Ruritania llega un turista, coincidencialmente llamado Rudolf Rassendyll, quien, luego de sorprender a los empleados de la estación con su extraordinario parecido con su nuevo rey (que hasta creen que es él), también sorprenderá al mismísimo soberano, cuando él y sus asesores le encuentren en el campo. Al saber que los une un lejano parentesco por su tatara-tatara-tatara-abuela, el grupo terminará celebrando el encuentro… y el nuevo rey -que es un beodo de renombre-, se excederá de copas hasta que, finalmente, se toma la que no debía tomarse… Y a su primo, al día siguiente, le tocará hacer el papel que ¡jamás pasó por su mente que tendría que representar!
Divertida, ingeniosa y colmada de muy gratos recursos, es esta historia de El prisionero de Zenda (1894), novela escrita por el inglés Anthony Hope (1863-1933), que, desde los tiempos del cine silente, ya había interesado a los Estudios cinematográficos de Hollywood. Dos versiones se hicieron en aquellos años y dos más se han hecho después de ésta, pero, sin que ninguna logre superar esta realización del director John Cromwell.
Una efectiva fotografía con algunas magníficas composiciones expresionistas, una notable partitura musical de Alfred Newman, que resalta con efectividad las imágenes sin sacarnos de su narrativa, una edición ágil que no deja espacio para un solo punto muerto, unos escenarios que recrean la época (siglo XIX) y los espacios palaciegos con suma precisión, y unas actuaciones en las que, lo único que puedo objetar es que, no obstante ser un gran actor, a sus 46 años Ronald Colman resultaba improcedente para representar ese doble papel, el cual exigía un porte y unas habilidades físicas… que él ya no tenía. Además, tengo que decir que, el romanticismo que emanaba de la historia, y que pudo ser muy bien aprovechado, luce en su presencia bastante desfasado. Pero a cambio de esto, su histrionismo y galantería logran que, contra todo, nos encariñemos con el personaje, el cual se sirve, además, de un lenguaje tan pleno de gracejo y de pertinencia que, a cada momento vamos sintiendo que estamos ante un preclaro y ejemplarísimo ser humano.
De este mismo talante, resultan la hermosa princesa Flavia (Madeleine Carroll), Fritz von Tarlenheim (David Niven), y muy especialmente, el coronel Zapt (C. Aubrey Smith), los cuales nos hacen soñar con una sociedad que consiguiera tratarse de esa manera… aunque también tenga su duque de Strelsau y su Rupert de Henzau que, entre otras cosas, será el personaje que deja una puerta abierta para que la historia continúe y se produzca el regreso de Rassendyll… hecho que no ocurrió, aunque el novelista ya había dejado publicada la segunda novela con, justamente, ese mismo título: Rupert de Henzau (1898). Recuerdo una versión cinematográfica de ésta, pero sin ninguna relevancia, que realizara Victor Heerman en 1923.
EL PRISIONERO DE ZENDA (del persa zendân=prisión), puede permanecer en los anales cinematográficos como una ejemplar lección de dignidad y de amor.
Primera recreación cinematográfica sonora (las tres anteriores eran mudas) de la novela romántica escrita por Sir Anthony Hope a finales del siglo XIX, y que ya había sido llevada al teatro con notable éxito, acometida por un reparto galáctico (diríamos hoy) a las órdenes del ya curtido John Cromwell. Espectaculares interpretaciones de C. Aubrey Smith (insuperable, aunque gozaba ya de una buena experiencia teatral en esta misma obra, pues ya había interpretado a todos sus papeles masculinos), Raymond Massey (nadie mejor que él para dar vida al malvado Duque de Strelsau), Douglas Fairbanks Jr. (si Sir Anthony hubiese levantado la cabeza, le habría reconocido inmediatamente como la viva encarnación de Rupert Hentzau), e incluso Mary Astor, quien atesoraba ya una gran trayectoria. El dúo protagonista, sin embargo, se queda corto: Madeleine Carroll da vida, en efecto, a una muñeca rubia y hueca (a veces, incluso tonta), y Ronald Colman tampoco insufla demasiados hálitos de grandeza a su personaje, lo que le convierte en un héroe light , fácilmente eclipsado por los secundarios (años más tarde, Stewart Granger desharía el entuerto con brillantez). Tampoco puedo alabar a David Niven, demasiado limitado a la pose y la sonrisa fácil.
La iluminación y la fotografía constituyen el segundo pilar de las excelencias de esta obra en B/N, algo por otra parte muy común en la época. Pero necesario para recrear escenas de tensión e intrigas palaciegas en castillos o pabellones de caza. Magnífico diseño de vestuario y puesta en escena (que sería luego reproducida casi al pie de la letra por la versión de 1952). Adaptación bastante fiel, en lo esencial, de la historia de Hope. Romance descafeinado y por momentos excesivamente teatral, sobre todo en las escenas finales. El duelo a espada sería ampliamente superado en la secuela de Richard Thorpe, con Granger y James Mason como antagonistas, demostrando así las limitaciones de Colman y Fairbanks como esgrimistas.
Por lo tanto, contemplar esta gran obra resulta un placer para los sentidos, con las salvedades expuestas. Es inevitable pensar en la versión posterior y compararla con ésta… pero ésa es otra historia.
Imprescindible peli de espadachines. Duelos a espada en las escaleras del castillo, malos malísimos, y blanco y negro espectacular. Se reunió a lo mejorcito de Hollywood para los principales papeles, solo faltaba Basil Rathbone: Douglas Fairbanks acaba la pelicula como un campeón, (que estilazo!) luego otros muchos le imitarían. David Niven también anda por ahí pero su papel tampoco es que dé para mucho. Ronald Colman era lo que era. No obstante su buen ritmo, sentido del espectáculo de aventuras y novela en que se basa hacen de esta peli una de las imprescindibles. Particularmente mi versión favorita, luego hubo otra con Stewart Granger y James Mason pero es que Stewart Granger es demasiado lastre, eso si, James Mason un gigante, como siempre.
La famosa novela de Anthony Hope, que narra las aventuras de un hombre que suplanta al monarca de un pequeño país centroeuropeo, ha sido objeto de múltiples versiones cinematográficas distintas, pero quizá sea ésta, dirigida en 1937 por John Cromwell, la mejor. La película lo tiene todo: acción, amor, intriga y un elenco de lujo, casi imposible de repetir. De entrada, al héroe lo encarna a la perfección el mítico Ronald Colman, interpretando los dos papeles, el de Rey y el de su primo inglés, y los interpreta con tal convicción, con tal verosimilitud, que causa pasmo hallar tal ejercicio estilístico en una cinta de aventuras donde las interpretaciones suelen ser más bien planas, a él se le opone Douglas Fairbanks Jr. en el papel de villano, magnífico en su frivolidad, ligereza, cinismo y naturalidad, Madeleine Carroll es la encantadora princesa de la que se enamora el protagonista. También fantásticos todos los restantes actores secundarios que enriquecen la película con su naturalidad y ligereza: Raymond Massey, C. Aubrey Smith o David Niven, en los papeles de Rupert Hentzau, el duque de Strelsau, el coronel Zapt y el capitán Fritz von Tarlenheim respectivamente, o Mary Astor en el papel de Antoinette de Mauban.
Producida por David O. Selznick, la película además de entretenida es un lujo visual, grandes decorados, castillos, lujosos salones, magnífico vestuario para adornar una trama con confusión de identidades, luchas a espada, manipulaciones, engaños… de todo un poco. Un clásico de culto lleno de encanto, frescura, ritmo y todos los elementos del género, una de esas películas que siempre son agradables de ver.
La vi por primera vez el 11 de diciembre de 2011 y la tildé como perfecta para una tarde de otoño. Donde había de todo para ser un éxito en su época y pasar el rato. Una super producción de la época, una de las primeras, preguntaba si era así.
Pues vista ahora de nuevo y con muchas películas vistas en años anteriores, me auto respondo: no, no es una de las primeras super producciones. Hay producciones muchos más vistosas que esta, aunque tampoco es para dejarla atrás.
Aún con la crítica no tan buena que puse en su día, le di un 7. Hoy, vuelta a reescribir la crítica, me ha gustado más que en su día, pero le bajo 1 punto. ¿Contradictorio? Sí, pero viendo lo que he visto hasta la fecha, no es de las películas que más me hayan gustado. Sí es cierto que lo tiene casi todo: mucho romance y acción, que en la época es lo que hizo funcionar muy bien. La crítica especializada la poner muy bien, quizás más bien por el romanticismo que desprende la novela y verla en pantalla hace que engrandezca más.