El muelle de las brumas
Sinopsis de la película
Un desertor del ejército francés (Jean Gabin), llega a Le Havre -una ciudad permanentemente envuelta en la niebla-, para huir en barco. Conoce a Nelly (Michèle Morgan) en Casa Panamá, un garito del muelle, y simpatizan de inmediato, ella es una joven de 17 años tiranizada por su tutor, Zabel (Michele Simon), un hombre extraño que mantiene tratos con un grupo de jóvenes que juegan a ser mafiosos. Uno de ellos acosa a Nelly, y Jean lo humilla. El suicidio de un pintor, que frecuenta Casa Panamá, permite al desertor asumir una nueva identidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le Quai des Brumes
- Año: 1938
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
7.5
67 valoraciones en total
Filme donde se expone la forma de ser de un hombre incapaz de matar a nadie por mandato militar u uniformación, pero que en cambio sí puede llegar a matar por simple iracundia o reacción violenta producto de ver a un abusador intentando abusar de un débil o de él mismo. Real, tal y como suele ser la caracterología de muchos seres humanos pacíficos y nobles, que se tornan bestiales en el instante en que algún listillo o provocador les pincha o le pone una bellaquería, mano o pie encima.
Película en blanco y negro, con una historia triste de amor y algunas secuencias lindísimas de un perrito que sigue simpáticamente al hombre que en un momento dado le salva la vida.
Sobre la escena donde están en una feria, montados en unos coches de choque y el chulo provocador se encuentra con la horma de su zapato, esto es, con el hombre bien plantado que le para los pies y le golpea su cobarde jeta, decir que de esa misma escena en real, exactamente igual, fui testigo siendo un niño, la gocé en primera línea viendo como el que iba de cobarde acostumbrado a dárselas de abusador, se llevaba una contundente lección del tipo que se sabía defender y le cruzó el rostro, haciéndolo retirarse con el rabo entre las piernas y la cabeza baja y encendida de cobardía. Presenciar algo así es tan poco frecuente que se disfruta como una rareza inolvidable, parecido al que tiene la suerte de observar de forma inesperada e in situ una aurora boreal naranja y azul.
Jean Gabin, el famoso y prestigioso actor francés que hizo aquella película de enrrolado en la legión española creada por Millán Astray y Francisco Franco, titulada La bandera (de Julien Duvivier, Francia 1935), una vez más deja patente de su arte interpretativa.
La base de la película es un libro de Pierre Dumarchais, autor que desconozco, que era un polifacético artista y miembro honorario de la Patafísica, como Arrabal, Ionesco o Genet, cuya definición es: La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias (Alfred Jarry). Sin embargo, esta película me recuerda a El salario del miedo más que a ninguna otra, por la atmósfera opresiva y el determinismo fatalista. Sería un nihilismo agresivo más que existencialismo pesimista francés ( La náusea o El mito de Sísifo ) o el hiperrealismo absurdo de Ionesco. Está más cerca de Céline, que por muy amargado y ultraderechista que fuera, era un gran escritor. Porque aquí supongo que hablamos de valores artísticos , no de política, aunque a veces no lo tengo claro. Se ven puntuaciones altas a malas películas pero políticamente correctas. Las llamadas necesarias que en sí mimo constituyen ya todo un género.
Está muy bien escrita y la puesta en escena de Carné es muy buena. La película está muy bien rodada, iluminada y fotografiada. Jean Gabin es el mejor actor francés de la historia. Un animal cinematográfico. Alguien que nació para eso, según pensaba el gran Jean Renoir. Para mí es uno de los mejores actores orgánicos de la historia junto a Robert Mitchum. Su físico no es que fuera el adecuado para los papeles que interpretaban, es que eran el paradigma buscado por cualquier director que se precie. Junto a él, otro gran actor, Michel Simon.
Los giros argumentales de la película serían, para mí, el único punto débil de este gran film que busca una solución imaginaria ( patafísica ) para sus asqueados personajes: el amor. En todo caso, es una gran obra del cine francés que cualquier cinéfilo debe conocer y admirar. Yo le daría un 8,5. Los que no la conozcáis, como era mi caso, disfrutadla.
Aunque ensombrecida por la fama de la grandiosa Los niños del paraíso , esta película permanece como uno de los máximos logros de Carné y una de las obras más representativas del llamado realismo poético francés.
La nocturnidad y la constante niebla que anega la imagen —no sólo exterior, pues el protagonista la sitúa también dentro de su cabeza— otorga a la película un carácter fantasmagórico que oprime los sueños de los personajes. Ellos quieren, o más bien necesitan intuir, detrás de las brumas, el fantasma de la libertad. Pero la realidad —la auténtica y extracinematográfica realidad de un mundo en conflicto abocado a la II Guerra Mundial— impone sin piedad sus razones, que no invitan al optimismo ni a la esperanza.
No sólo la ambientación refleja este clima de desasosiego. Cabe destacar las excelentes interpretaciones encabezadas por un gran Jean Gabin, sin olvidar tampoco lo que es propiamente la caracterización de los actores: la boina y la gabardina que luce Michèle Morgan permanecen en el recuerdo como imagen prototípica del film y de su época. Pero, por encima de todo, debe mencionarse la aportación a los textos del poeta Prévert. Sin ánimo de exagerar, creo que en unos hipotéticos Oscar a los diálogos más bellos jamás escritos para la pantalla, los de esta película serían, como mínimo, justos finalistas.
No es fácil ser objetivo con tu película favorita. La vi por vez primera hace 25 años en un ciclo de cine en la tele y me quedé totalmente prendado. La he vuelto a ver hace un año y me sigue fascinando.
Todos los personajes son verdaderamente impactantes (destacaría a Pierre Brasseur en su papel de malo infantiloide y por supuesto a Jean Gabin un verdadero bruto tierno y heroico,aunque los demás son reseñables).
La mayoría de las escenas quedan en el recuerdo con una cualidad emocional importante, por ejemplo el primer encuentro con Panamá y los demás en el Quai des Brumes, el encuentro con el macarra Brasseur en la primera cita con Nelly…)
Creo que a todos nos gustaría tener un quai des brumes donde escondernos y enamorarnos, encontrar a un amigo como Panamá que te da todo sin pedirte ninguna explicacion y por supuesto tener un perrillo como el de Jean.
En este filme, adaptación de la novela original de Pierre MacOrlan a cargo del gran Marcel Carné y del no menos grande guionista Jacques Prévert, asistimos al encuentro de un grupo de personajes sumamente atractivos, que constituyen el principal acierto de la historia.
Dicho encuentro tiene lugar en la barraca de Panamá, un local clandestino situado junto al mar, en Le Havre, y que se erige en refugio de unos seres que huyen, cada uno de algo distinto, y cada uno a su manera. Jean (Gabin) escapa de su deber como soldado, y encuentra en este curioso local la inesperada solidaridad de un borracho que roba licor en los muelles, un pintor con tendencias suicidas y la del propietario, Panamá , que parece haber huído ya anteriormente, conformándose ahora con sus recuerdos. También en este lugar conoce a Nelly (Morgan), de la que se enamora, pero que al tiempo le involucra en un conflicto de celos con unos personajes de mala catadura.
La película posee un tono pesimista y ligeramente angustioso que nunca afloja, y que es perfectamente transmitido por los personajes anteriormente citados. Aunque no he leído la novela original, sí he podido leer otras obras de MacOrlan (entre ellas La Bandera , también llevada al cine, como bien señalaba una crítica anterior), y por ello puedo afirmar que la adaptación ha recogido perfectamente ese ambiente canalla y algo sórdido que es común en dicho autor. El guión es soberbio, con gran carga poética, como es lógico en el caso de Prévert, que alcanza en esta ocasión un alto nivel, acaso sólo superado en la posterior Los niños del paraíso , también con Carné tras la cámara.
La bruma, omnipresente al principio y al final del filme, así como en las secuencias nocturnas, refuerza esa sensación pesimista y sombría que ya incorporaban los personajes, todos ellos magníficamente interpretados. Por tanto, la estética escogida por Carné se ajusta perfectamente al tema central de la película, que se beneficia también de una cuidada puesta en escena, notable especialmente en la secuencia del local de Panamá .
Por último, recordar a propósito de las huídas y solidaridades que caracterizan este filme, la que protagoniza el perro vagabundo, salvado al principio de la película por el soldado, y que por ello se mantendrá a su lado hasta el brumoso y agridulce final.