El horrible secreto del doctor Hichcock
Sinopsis de la película
El siniestro doctor Hichcock, un médico que vive una aparente vida cómoda y aburguesada, en realidad esconde un secreto que sólo comparte con su criada y con su esposa: la necrofilia. En uno de sus habituales juegos eróticos, en los que el marido narcotiza a la esposa hasta provocarle un estado cataléptico, ésta fallece y el doctor, mortificado por el sentimiento de culpa, abandona la mansión familiar. Años después regresa con su nueva esposa, quien desconoce los vicios ocultos de su marido. Tras su llegada a la mansión, la mujer será testigo de una serie de sucesos paranormales que, en apariencia, parecen estar relacionados con el fantasma de la primera esposa.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lorribile segreto del Dr. Hichcock aka
- Año: 1962
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
6.1
62 valoraciones en total
Hay que tener mucho oficio para filmar una película de terror y que no se convierta en una comedia, ésta lo logra, en vez de provocar terror, provoca risa. Tiene muchísimos errores y detalles de filmación, en la escena de la lluvia se nota que la lluvia cae en un solo sector, además hay sol, muy fácil de comprobar con las sombras que se proyectan al piso, si estuviera nublado (cosa común cuando llueve) no se vería tan nítida la sombra sobre el piso. Cuando entran a la casa y están las luces apagadas al encender un fósforo, parece que fuera un reflector de 1000 watios, muy gracioso. Las caras de supuestamente terror de los protagonístas, doctor y su mujer, causan risa. El argumento en general es muy flojo, todo completamente previsible, sin sorpresas, en fin película para el olvido.
Hay ciertos géneros condenados a ser considerados menores. Están bien como divertimento, pero no cabe, se nos viene a decir, buscar en ellos nada más allá de eso. El hecho de poseer, al menos a priori, unas reglas de juego bien establecidas y de ceñirse a un fin unívoco (asustar, hacer reír) han convertido a géneros como el terror o la comedia, al menos a ojos de algunos críticos, en meros subproductos de la industria cinematográfica, válidos como carnaza para el gran público pero indignos de figurar en la primera línea del cine como creación artística.
En el caso concreto del cine de terror, los directores de los últimos lustros parecen haberse empeñado en darles la razón a sus detractores. Las carteleras llevan años llenas de sobresaltos baratos, violencia explícita y vísceras sin cuento, y sometidas a una sobrepoblación de anodinos psicópatas movidos por bobas coartadas pseudomorales. A fuerza de intentar ser originales a cualquier precio, las actuales cintas de terror han acabado convertidas en los artefactos más previsibles y tediosos que ha dado de sí un género reducido a la categoría de franquicia de golpes de efecto y casquería.
Comparada con cualquier película de terror actual, El horrible secreto del doctor Hichcock sale ganando en prácticamente todos los aspectos. Y lo hace, curiosamente, asumiendo plenamente su condición de peli de género. Riccardo Freda no sólo no pretende ser original, sino que muestra pronto sus cartas y resigue sin complejos un terreno que enseguida le resulta familiar tanto al espectador como al lector de autores como Poe: criptas, ataúdes, gatos negros, espectros femeninos paseándose por decrépitas mansiones… Igual de reconocibles que su ambientación gótica y tenebrista son los múltiples guiños que, desde el propio título, Freda lanza a Hitchcock y a varias de sus obras, como Rebeca, Sospecha o Atormentada.
Lo más interesante de esta peli, sin embargo, es el tratamiento formal que Freda da a un asunto en principio consabido, y su sabio empleo de recursos estrictamente cinematográficos para trasladarle al espectador la personalidad dual de un hombre (espléndido Robert Flemyng) escindido entre su trabajo como salvador de vidas y una pulsión mórbida que lo empuja a la necrofilia. Freda opta por la elusión y el laconismo, sugiriendo más que mostrando, sin dar más explicaciones que las necesarias y dejando a su cuidada escenografía y su atmósfera malsana y opresiva la labor de conducir al espectador hasta las paroxísticas y antológicas escenas finales, tanto mejores cuanto más desmelenadas.
A pesar de un par de molestos zooms, de unas transiciones algo torpes entre escenas y de un desenlace algo pedestre, el trabajo de Freda es encomiable y logra el milagro de bordear el ridículo sin llegar a caer en él, paseando sobre su línea como el mismísimo doctor Hichcock, el enamorado de la muerte. Mérito nada pequeño, dicho sea de paso, para la peli de un autor desconocido y de un género supuestamente menor.
Un caso modélico de virtuosismo cinematográfico, en el que la brillantez de la puesta en escena logra dotar de interés a una trama un tanto deslavazada, mero pastiche de motivos hitchcockianos (aderezado con apuntes truculentos, v. gr: las tendencias necrofílicas del protagonista).
Sirviéndose de una suntuosa formulación estética y un tono lúgubre en verdad desazonante, Riccardo Freda (autor de la obra fundacional de la escuela terrorífica italiana, Los vampiros (1956)) entrega una magnífica pieza gótica, saturada de esa atmósfera mórbida y decadente que aún conseguirá intensificar en Lo spettro (1963), su gran obra maestra.
La magnética presencia de Barbara Steele, actriz mítica como pocas dentro del fantastique, acaba de redondear la suculenta propuesta.
Pausada, precipitada, serena, siniestra, gótica, morbosa, débil, monótona, enfermiza, repetitiva, irregular, siniestra, floja, plomiza e interesante producción de suspense y terror con la historia de un peculiar doctor con unas tendencias preocupantes por la necrofilia.
Producto de terror y suspense que juega con los tópicos habituales de ambos géneros, jugando a presentar y desarrollar un relato carente de verdaderos factores sorpresas y que peca del abuso de situaciones e ideas vistas en producciones anteriores.
Cuenta con una elegante y acertada ambientación oscura, gótica y siniestra, para el desarrollo de una historia que no queda muy bien desarrollada y que presenta diversos problemas de fluidez, haciendo que resulte reiterativa y plomiza.
No llega a estar muy bien desarrollada y en determinados momentos tarda en coger forma, para alcanzar posteriormente un desenlace precipitado y vertiginoso que no convence.
En su momento pudo funcionar muy bien, pero en la actualidad me parece que ha quedado como un producto de terror y suspense entrañable, pero que no funciona de la misma manera.
Me quedo con la ambientación y el estilo visual de los clásicos de terror, pero más allá de eso no la puedo recomendar como una obra colosal,
Obra Maestra del gótico italiano y, junto a La Frusta e il Corpo (1963) de Mario Bava, la punta de lanza de la perversión sexual en el cine de terror.
Londres, 1885. Hichcock (Robert Flemyng) es un galeno que solo obtiene libido sexual con cuerpos de mujeres muertas o que al menos lo parezcan, por lo que droga habitualmente y con consentimiento a su mujer, hasta que un día se excede por error, muriendo ella. Años después, el doctor vuelve a su caserón con una nueva esposa (Barbara Steele).
Al parecer, la censura eliminó (y es irrecuperable) parte de metraje explícito, llegando el director a afirmar que dudaba que los espectadores entendieran la película, pero la verdad es que resulta nada abrupta ni arrítmica, sí sutil (imaginando lo que sería en principio) pero bastante y suficientemente clara en todo momento. Deliciosas atmósfera fúnebre y fotografía (Raffaele Masciocchi) de colorido siniestro, para un conjunto que hace sonar gritos en la mente del espectador con una palabra: Poe, en uno de los mejores acercamientos en cine al espíritu y estética del escritor, y tono operístico -con música de ópera, grandes cortinajes negros, rojos, azules …- muy del gusto del director, repetido en otras películas. Entre las tribulaciones del doctor del título, gozamos de un buen puñado de elementos típicos, pero manejados con habilidad y gran fuerza: espectro con velo y que toca el piano, hallarse prisionero en ataúd, paseos nocturnos en camisón y con candelabro, criada con secreto, gato negro etc. Quizá el climax final es algo precipitado, con héroe a salvar a dama en apuros y escaladas por balcones, que parece de film de aventuras (no raro: el otro género favorito –y prodigado- por Freda), pero no resta para el calificativo de joya refulgente e indispensable dentro del cine de terror.