El hombre de Chinatown
Sinopsis de la película
Años veinte. Dashiell Hammett es requerido por Jimmy Ryan, su antiguo jefe. El caso que le encarga parece fácil: encontrar a una prostituta asiática que lo está chantajeando, pero cuando Hammett llega a San Francisco las cosas empezarán a tomar un cariz más complicado.
Detalles de la película
- Titulo Original: Hammett
- Año: 1982
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
Película
6.2
76 valoraciones en total
Llevada a la gran pantalla en 1982 de la mano de Francis Ford Coppola y dirigida por Wim Wenders, Hammett (o El hombre de Chinatown como fue traducida), cuenta lo que podría ser una más de las historias del escritor de novela negra Samuel Dashiell Hammett. La diferencia: ahora él es protagonista.
El autor de Cosecha roja y El halcón maltés, trabajó durante ocho años como detective, lo que le dio cierta experiencia que llevó a sus relatos, aunque Hammett nunca vivió los mundos de violencia, sobornos, mentiras y bandas enfrentadas que se leen en sus obras, sino que sus casos fueron mucho menos virulentos. Tal vez sea esa la razón de la película, el rendirle un merecido homenaje a quien es, junto con Raymond Chandler, el precursor de la moderna novela negra.
Escogido directamente por Coppola, John Barry pone la música. Piano y clarinete, temas muy inspirados y que nos llevan de página en página, de encuadre en encuadre, con la misma lógica y el mismo peso dramático que la historia misma. Sin duda, la música es en El hombre de Chinatown pieza clave. Barry supo demostrar su pericia, lo que valió que Coppola le encargara las bandas de sonido de Cotton Club y Peggy Sue se casó. El propio Wenders, quien no estaba muy animado con la idea de Barry, sucumbió al escuchar el tema de prueba.
Si la música recrea la sustancia última de este asedio a la pantalla del autor americano, la trama queda embebida de los ambientes que, no sin esfuerzo y peleas con Coppola, logró crear Wenders. El director alemán, quizás no muy fiel a su estilo, volcó en cada localización la dureza y los contrastes del género negro anterior, respetando el tempo y el color de las novelas de Hammett.
Y precisamente, ese buen hacer, que consigue que el espectador-lector perciba al mismo tiempo los personajes y las secuencias de los relatos y la personalidad, mitad real y mitad ficticia, de Hammett, se puede ver también en la interpretación y caracterización de un Frederick Forrest impecable en ese papel tan peculiar. Además del protagonista, detectives privados, canallas, mujeres, policías, aprovechados, etc. Todos amigos o enemigos. Todos perfectamente extraídos de entre las páginas amarillentas de algún olvidado manuscrito de los años treinta. Si se está atento y se conoce la obra de Dashiell Hammett, es incluso posible encontrar a alguno de sus personajes, como a ese Max Thaler, apodado Susurro, de Cosecha roja.
En definitiva, una película digna de ser vista, no con admiración pero sí con curiosidad, por los amantes del género negro novelado, que encontrarán un Hammett en el papel de El Agente de la Continental de sus libros, que tal vez él siempre quiso ser y no pudo.
Y a pesar del diálogo que abría estas líneas, todo termina con un The end escrito a máquina que funde a negro.
En mi opinión, El hombre de Chinatown es una más que estimable película. Cuenta con un diseño de producción muy cuidado, incluyendo fotografía, decorados, y evocadora banda sonora de John Barry. La historia, confusa como mandan los cánones del género, es lo de menos.
El hombre de Chinatown está planteada como un homenaje al film noir, y al famoso escritor Dashiell Hammett, protagonista de esta historia ficticia. Frederic Forrest hace un papel estupendo, transmitiendo la dureza y el cinismo del típico (anti)héroe del noir.
Como digo, la trama es lo menos importante, siendo relegada por la ambientación y el ritmo casi melancólico con que se recrea en la época. La película es corta, no se hace pesada en ningún momento, y, en mi caso, me dejó con ganas de ver más.
Muy recomendable, sobre todo para amantes del género.
Homenaje en forma de película a la figura de Samuel Dashiell Hammett (1894-1961) -y por extensión al cine negro-, escritor norteamericano de novela negra que creó, entre otros personajes, al memorable Sam Spade de El halcón maltés. El realizador alemán Wim Wenders ( París, Texas , El amigo americano ) coge prestado su nombre para adaptarlo al personaje encarnado por Frederic Forrest, un otrora detective que hoy se dedica a la elaboración de novelas negras, enriqueciendo el contenido de las mismas con los conocimientos que en su anterior profesión adquirió.
San Francisco. Años veinte. Mientras está escribiendo una novela, aparece ante sus ojos Jimmy Ryan, el que fuera su antiguo compañero de fatigas en la profesión que tanto daría de sí en la novela negra encumbrada por el propio Hammett. Jimmy trae consigo preguntas sobre una prostituta asiática que necesita encontrar urgentemente. Todo el mundo parece buscarla. Hammett, -que parece tomarse todo con cierta tranquilidad y hasta a broma- aparca su faceta novelesca y vuelve a revivir sus tiempos de detective para ayudar a su amigo en busca de la chica, sumergiéndose en una complicada espiral que no le traerá más que nuevos problemas y toda una serie de preguntas de las que deberá ser capaz de hallar la respuesta.
Pero Wim Wenders se lo pone fácil. Todo parece puesto en bandeja al homenajeado Hammett en esta ficticia historia presentada con un aspecto más cercano al teatro o al cómic que al cine y con un guión tan sobradamente conocido como previsible, que no obstante no es un impedimento para que su contenido entretenga hasta gustar. Las esmeradas apariencias de esta película, el papel de Frederic Forrest y los personajes que aparecen aquí -alguno, como el matón de voz rasgada, paródicos- son ya motivos suficientes para verla, acompañado todo ello de una pegadiza y característica música, obra de John Barry ( Petulia , Cowboy de medianoche ).
Una amistad surgida de intereses idénticos y a la vez opuestos: por un lado Wim Wenders un alemán con patente de difícil, creador de películas muy singulares, al margen de la gran industria, como Alicia en las ciudades y una aproximación al cine noir en la impresionante versión (la mejor de las tres existentes) de El amigo americano, sobre la novela de Patricia Highsmith en la que unió a Dennis Hooper con Bruno Ganz en una explosiva, extraordinaria.
Así que, por un lado el joven Wenders, de 37 años de edad, apasionado por el cine norteamericano, entabla amistad con Francis Ford Coppola, de 43 años, pero ya creador de peliculones y peliculazas como Llueve sobre mi corazón, El Padrino I y II, La conversación y Apocalypse Now: casi de la misma edad que Wenders pero ya un maestro del cine, al tiempo que también un enamorado de la búsqueda constante de nuevos caminos, y sobre todo un amigo generoso, un hombre capaz de tender la mano allí donde percibiera un poco-mucho de talento en bruto.
De esta guisa surge este ejercicio de estilo tan notable de El hombre de Chinatown, en el que se juntan muchas pasiones y en el que el joven Wenders cuenta con el ya sabio productor Coppola para recrear la América de Dashiell Hammett (1894-1961), el otrora detective y luego creador literario del detective Sam Spade, el cínico e irónico guía por las alcantarillas de la buena sociedad en los terribles años 30 de hambrunas populares y corrupción en las altas esferas.
El resultado final es sumamente atractivo, amablemente defectuoso, a veces pierde el norte por afán de homenajear demasiado, pero siempre encanta y se percibe en todo momento el talento de sus participantes, con un Frederic Forrest que compone una suma admirable de Spade y el propio Hammett… en un ambiente de luces y sombras en el que constantemente se ve cuánto disfrutaron sus creadores para recrear las constantes estéticas del género, bien acompañados por la magnífica partitura de John Barry.
Los no iniciados en el mundo de la novela negra desconocerán este hecho: Dashiell Hammett, antes de escribir la genial El halcón maltés (quizás la más conocida gracias a la adaptación de John Huston, con Bogart en el papel de Sam Spade) o Cosecha roja (que sería el germen de Yojimbo , de Kurosawa, y posteriormente de Por un puñado de dólares y El último hombre ) fue detective privado de la agencia Pinkerton durante ocho años. Esto le dio una gran experiencia que plasmó en sus novelas. Pues bien, años después, otro detective metido a escritor, Joe Gores, escribió una novela con Hammett como protagonista. Y en 1982 Wim Wenders hizo la adaptación al cine de dicha novela, aquí llamada El hombre de Chinatown .
Quizás no sea la mejor película de cine negro de la historia, ni tampoco lo pretende. Sus pretensiones son, sin embargo, tan elevadas como esa: homenajear una época y sobre todo, un hombre, un detective, pero principalmente un escritor, el creador de la novela negra tal y como la entendemos hoy, Samuel Dashiell Hammett.
Tomando un personaje tan interesante, la película nos presenta a Hammett cuando ha dejado su trabajo de detective y se dedica a escribir. Pero nadie puede huir del pasado, y un amigo no tardará en meterle en una historia más grande de lo que parecía en un primer momento, es decir, en un lío que perfectamente podría haber salido de la cabeza del escritor.
Con una soberbia interpretación de Frederic Forrest en el papel de Hammett, aunque más bien parece el de Bogart en El halcón máltes y una impresionante banda sonora, cortesía de John Barry, lo mejor de la película, sin embargo, está más allá. Es algo que, por fortuna o por desgracia, sólo podemos apreciar en su totalidad los lectores de Hammett. Hechos como reconocer el tic de Sam Spade o la forma característica, heladora, de hablar de Max Thaler el Susurro , son capaces de arrancar una pizca de nostalgía al que haya disfrutado de las lecturas de tan mítico personaje.
Un maravilloso homenaje a Hammett y, por lo tanto, a la novela negra, y lógicamente, también al cine.