El diablo y yo
Sinopsis de la película
El gánster Eddie Kagle muere asesinado por uno de sus cómplices. Ya en el infierno, Mefistófeles repara en él por su parecido con un viejo enemigo, el juez Parker. Consigue que Eddie regrese al mundo de los vivos y adopte la personalidad del juez. Eddie acepta obsesionado por la venganza, pero en su nueva existencia encontrará un ángel que luche por su rendición, Bárbara, la bella prometida del juez Parker.
Detalles de la película
- Titulo Original: Angel On My Shoulder
- Año: 1946
- Duración: 101
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Opinión de la crítica
Película
6.2
97 valoraciones en total
Muy buena película cómica de los años de creación en el cine, al contrario que ahora que se echa de menos estas comedias, nada escatológicas y si con un mensaje claro, la vida la puedes cambiar si te lo propones, todo el mundo lo puede conseguir con esfuerzo, hasta el más criminal puede dar un giro en su vida, pero necesita tener una razón, el amor es una de ellas.
Paul Muni, un actor especialista en hacer Cine negro y películas de gánster y esta aun siendo comedia también guarda una relación ya que él es un mafioso.
La historia empieza en la salida de la cárcel de Eddie Kagle (Paul Muni) después de cumplir 4 años su compañero y socio lo asesina a sangre fría con su propia pistola, este como justicia divina cae en el averno y conoce a su jefe, que recibe muchos nombres, Satanás, Belcebú, Mefistófeles, aunque Eddie lo llama Mike, el diablo tiene un plan, suplantar a Eddie, un despiadado criminal por el Juez Parker, una excelente persona que ayuda a todo el mundo si ánimo de lucro y que según el diablo es un mandado de Dios para hacer el bien, Mefistófeles lo quiere desprestigiar y lo intercambia por Eddie con la condición que dejará que se vengue del hombre que lo mató, pero no todo sale como el diablo quiere y se producirán situaciones divertidas a costa de las nuevas tribulaciones del Juez, poseído por el alma de Eddie.
Película que divertirá por sus diálogos chispeantes y su gran puesta en escena por el secundario estrella de Hollywood Claude Rains que borda su papel de un diablo no tan malo como a priori se imagina de Satanás.
PD: Aconsejable para poder disfrutar de comedias inteligentes, basada en guiones y muecas, no escatología varias y guiones insulsos, vamos como los de Austin Powers de las narices o los Wayne’s World del DEMONIO
Película divertida con grandes actuaciones de los protagonistas, especialmente de Paul Muni y Claude Rains, en blanco y negro. Claude Rains que hace de Mefistófeles y Paul Muni como Fausto. Es una divertida comedia haciéndonos recordar el valor de la bondad, que las personas podemos cambiar si hubiéramos tenido una vida distinta y otro entorno social en el que nos hayamos criado. Mefistófeles no nos parece tan malo como nos hubiera parecido el demonio, y que las personas podemos luchar contra la vida que nos ha tocado vivir. Asimismo el amor es un sentimiento que nos cambia a las personas y nos impulsa a altas metas en la vida.
Película realmente bien realizada, como una mezcla de varios géneros se entrelazan y el resultado es muy bueno. Como las circunstancias de la vida pueden moldear a un hombre y todo lo que lo rodea, no solamente somos genes dispuestos en determinado orden, el entorno quizás decida sobre la bondad o maldad de un hombre. Una película al rescate de los valores y la unidad familiar como una forma de hacer integra la vida. Muy buenas actuaciones y realización en general. Escenas muy entrañables que siempre quedaran en nuestra mente. Subvalorada película que creo se merece un lugar mas alto. No se la pierdan.
-Juan_Diego_GP
Es muy difícil encontrar una comedia norteamericana de los años 40 que ofrezca ingenio y humor inteligente que pueda interesar en nuestros días. Quizá por el peso de la 2ª Guerra Mundial, el humor blando, blanco e ingenuo era la consigna para aliviar las angustias de los espectadores de la época.
Un hombre fenómeno , la celebrada La costilla de Adán o las populares comedias de Abbott y Costello son algunos exponentes claros de la superficialidad de los guiones que se estrenaban. De superior calidad eran las producciones de cine negro que, para los que se sintieran interesados, ofertaron en esos años títulos memorables que se han convertido en leyenda.
En este caso, El diablo y yo , utiliza un tono ingenuo, amable, carente de intriga y de escaso interés para contar una historia estúpida (un felón suplantando a un juez que aspira a gobernador del estado, nada menos) sin que su entorno se aperciba de que, quitando la geta, ni su estatura, comportamiento, lenguaje, recuerdos, formación… corresponde al magistrado. No se da cuenta ni su novia. Solo me doy cuenta yo, que no le conozco pero, claro, en atención al público femenino, no podía faltar una intensa historia de amor que redimiera al condenado.
En cuanto a la recreación del infierno, es de parvulario. Se corresponde con la idea que tenía yo de ese lugar a mis 7 años. Tenían mucho más cerca las imágenes de Hirosima, Nagasaki o el frente europeo para haberlo ilustrado.
Todo esto se podría haber aceptado si cuando menos se hubiera utilizado para componer un disparate divertido pero, en lugar de eso, pretende nuestra complicidad y si usted transige, bueno, puede dejar correr los minutos sin reaccionar pero si recapacita y dispone de otra alternativa, la tirará al sitio que le corresponde.
Termino con un apunte curioso. En las películas de estos años los personajes del cine negro, hombres duros y mujeres fatales, consumían tabaco de forma compulsiva, conformando modelos atractivos para los fumadores, sin embargo en estas comedias blandas que he mencionado, de personajes ridículos, el tabaco apenas aparecía. Quizá se trataba de evitar que el público asociara al fumador con estos caracteres. Detrás de las historias siempre están los propósitos.
El Diablo y yo es una de aquellas películas que aunque no han forjado la historia del cine, si merecen un poco de atención por parte de la historiografía, por tratar enfoques cuanto menos curiosos que de alguna manera u otra siguen llamando nuestra atención hoy en día. Simplemente con que el lector lea la sinopsis de la película se dará cuenta de la originalidad del argumento: Paul Muni interpreta a un gánster que es asesinado y que va derecho al infierno, pero gracias a su parecido con un juez en la tierra, el diablo (sin que el protagonista sepa que es él) decide hacerle una oferta para devolverlo a la tierra, con tal de que arruine la figura prestigiosa del juez.
Semejante argumento nos recuerda evidentemente al Fausto de Goethe, en la que nuestro protagonista, Fausto, vendía su alma al diablo con tal de obtener poderes. Evidentemente la película nunca logra el nivel de la obra literaria del joven alemán, y solamente nos recuerda a la obra por su argumento y por una vaga inspiración. De hecho, la película sólo podría entenderse como una versión ligera de la profunda y reflexiva obra del poeta alemán. Dicho, esto, la película deja mucho que desear, así que es más fácil hacer un repaso de los aspectos positivos de la película.
Sin duda alguna, uno de los aspectos más interesantes del film es el retrato que realiza la película del infierno, que el espectador puede comprobar en los primeros compases de la película en cuanto Paul Muni abandona el mundo de los vivos para dirigirse al inframundo. La realización del espacio está muy bien lograda, y se crea una atmósfera barroca y recargada que logra una ubicación singular. La visión se basa ideas laberínticas y llena de rocas angulosas grandes y peligrosas (la idea del infierno excavado en la propia tierra), a las que como no podía ser de otra manera, se les añade diversos toques de humos y gases que intentan simular las calidades tétricas del averno. En Esta desmesurada recreación también encontramos diversos condenados e incluso una jerarquía diabólica que le da un toque pintoresco a la película. Es cierto que es un infierno particular, y que tampoco se presenta como algo tan realmente terrible, pero hemos de tener en cuenta que las mentes de aquella época (la película se rueda en al 1946 y el director, Archie Mayo, es un hombre forjado en el Hollywood de los años treinta) eran fácilmente impresionables, y la película pese a la escasez del presupuesto, tenía unas intenciones comerciales bastante claras.
La interpretación del diablo, hecha por Claude Rains, es sin duda otro de los factores que reman a favor de la película. Se nos muestra un diablo simpático, que más que la destrucción del mundo o ideas pretenciosas semejantes, busca el descrédito de un juez de los Estados Unidos. Como no podía ser de otra manera, no aparece con cuernos y piernas de macho cabrío, sino con traje y corbata. Un atuendo que para hacerse pasar por diablo tiene mucho más verosimilitud, desde luego. La gracia de Claude Rains así como muchas de las líneas de diálogo hacen que la película tenga en este personaje tan simbólico, el peso clave de la obra.
Sin embargo no se descubre nada nuevo cuando se dice que la película tampoco consigue convertirse en una comedia icónica. De hecho, sino fuera por tan extraño y sorprendente argumento, tampoco habría pasado a la historia, sino que se habría destapado como lo que realmente es: Una comedia romántica. Sí, porque más allá de implicaciones personales que podría recoger el film, la película simplemente se dedica a retratar la relación amorosa que se forja entre Paul Muni y Anne Baxter. Se supone que Paul Muni vuelve con la forma del juez, pero el personaje de Baxter no es capaz de reconocer las diferencias, con lo que el argumento aprovecha la situación para explotar el contenido más romántico del film. Los actores cumplen, pero tampoco la película destaca por tener un toque Lubitsch o unos diálogos tan frescos como en los romances disparatados que nos mostraba Wilder, más bien la película cae en algunos tópicos que no le hacen ningún bien al film, como la transformación del personaje principal, interpretado por Paul Muni.
Y es que resulta poco creíble después de lo visto en la primera mitad de la película, el sorprendente cambio que pega el personaje al conocer a Anne Baxter. De matón peligroso pasa a un edulcorado y amoroso personaje en apenas tres escenas. El tono de interpretación del primer Muni, el peligroso y barriobajero Gánster (son impagables las secuencias en las que llega a burlarse del propio demonio) son muy correctas, pero la transformación del personaje no se ajusta a la interpretación del actor (sólo tenemos que recordar el papel del actor en su mítica aparición en Scarface).
Y el final vuelve a recordarnos al cierre que se acontecía en el Fausto de Goethe, en el que el amor servía como redentor para el protagonista. Salvo que en este caso el cierre no es tan perdonavidas como el de la obra de Goethe, cosa que nos refleja el poco interés del director, Archie Mayo en mostrarnos la crueldad del infierno, porque no sería digno para el gusto de la época el crear una obra que hiciera reflexionar (demasiado) al espectador.