El beso de la pantera
Sinopsis de la película
Kinski interpreta a una mujer de la raza humana felina, que se convierte en pantera en determinadas situaciones. Un día dedice ir a Nueva Orleans a visitar a su hermano (Malcolm McDowell), y allí un hombre del zoo (John Heard) se queda fascinado con ella… Remake del conocido film de Jacques Tourneur.
Detalles de la película
- Titulo Original: Cat People
- Año: 1982
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
Película
5.8
34 valoraciones en total
Si, por desgracia. Porque muchas críticas en esta misma página comparan Cat People con Cat People . (osea, 1942 con 1982). Osea, el terror B de Val Newton con la ampulosa exploración subconsciente de Paul Schrader, cuando en lo único que coinciden ambas películas es en la búsqueda de la taquilla y el dinero por parte de RKO, coproductora de este supuesto remake y naturalmente del original.
Salvando esa sed de dinero, nada más es comparable. Y aquí es cuando hay que aplaudir esta película por sus propios méritos. Por acercar lo místico a lo sexual, por encerrar en ellos el miedo y desembocarlo en terror. Y por mostrar nuestros temores ancestrales de un modo elegante y sutil, tamizado por la violencia del terror más cruento.
Si añadimos la presencia siempre inquietante de Malcolm McDowell y la belleza de la Kinski, entonces el resultado es digno de aplauso.
Y no, no es perfecta. Por mucho que se intente, la música de Giorgio Moroder se aplaudía sólo en su época, y hoy ha quedado desfasada. Pero también muchos recursos narrativos de films de los años 40 o 50 hoy quedaron anticuados. Valoramos la película desde bien entrado el siglo XXI , sin calibrar la realidad de su realización, dos décadas antes del fin del siglo XX. Y hasta en eso hay encanto. El Moroder de El precio del poder o El beso de la pantera , como el propio David Bowie que canta el tema principal son aspectos incomparables que el cine siempre nos depara en su habitual inalterabilidad.
El beso de la pantera es, por encima de otras consideraciones, uno de los iconos eróticos de mi juventud, la salvaje y peligrosa sensualidad de Kinski, su sexualidad animal, se me quedaron grabadas y contribuyeron poderosamente a marcar mi ideal futuro de mujer, por ejemplo dándole más importancia a la calidad que a la cantidad -en ese sentido, también tiene algo que decir la Marthe Keller de Marathon Man , pero esa es otra historia.
La película en sí, pasados los años, sin haber visto el clásico en el que está basada y dejando a un lado, en lo posible, fijaciones adolescentes, es un thriller bastante entretenido, que se centra principalmente en la vertiente sexual del argumento, pasando de puntillas sobre otro tipo de cuestiones menos físicas, se sustituyen, así, las motivaciones psicológicas de los personajes por un derroche de fluidos corporales. Merece destacarse lo acertado del casting , con un McDowell y una Kinski realmente apropiados, si bien a ella se le nota su inexperiencia, limitándose a deambular por la cinta con expresión eternamente asombrada, y supliendo su falta de aptitudes intepretativas con su desparpajo a la hora de despojarse de toda vestimenta.
No seré yo quien se lo recrimine…
Lo que más miedo da en El beso de la pantera es ver en los extras del dvd el aspecto de Paul Schrader en el año 1982: parece un portero de discoteca en tratamiento psiquiátrico. La entrevista que le hace una anónima señorita al pie de las jaulas del zoo de Nueva Orleans da más cague que todos los descuartizamientos que uno ha visto antes en la película, vamos, no se puede comparar.
Uno, que pese a todo siente mucha simpatía por Schrader (por su cine), reconoce aquí su estilo espinoso, frío y como malhumorado, quizá un poco torpón, y eso y el ambientillo de sexualidades reprimidas y sudores en la cama, es lo mejor de esta destartalada película que, por lo demás, está escrita, contada y montada de forma irregular y a veces sonrojante: las escenas iniciales (una especie de fantasía prehistórico-étnica) son de lo más ridículo que se ha rodado nunca en la historia del cine, cuando uno ya se ha recuperado del bochorno y la película está medio encarrilada, vuelve una escenita onírica con el hermano al pie de un baobab (o algo así) que lo chafa todo. Otra cosa graciosa es ver con qué desparpajo se desnuda aquí la gente, como si fuera una peli de Vicente Aranda: la Kinski es muy estilosa con esto de quedarse en bolas, porque John Heard se quita siempre los pantalones como si fuera a cagar (con perdón de las señoritas que lean esta página).
Cojea también en la película sus explicaciones míticas (muy pretenciosas), la música (ridícula), los tics propios del cine norteamericano (cuando alguien está nervioso da una bofetada al que tiene al lado y lo tumba al suelo, el despliegue policial, tan aparatoso siempre -miles de coches de policía, sirenas, luces, helicópteros- como ineficaz). Lo mejor: la Kinski, la sobriedad del relato, la Kinski, el aire desasosegante de muchas escenas, la Kinski y la Kinski.
Versión libre del clásico de 1942 La mujer pantera (Jacques Tourneur), El beso de la pantera es un extraño caso de remake vapuleado por la crítica, retirado misteriosamente de los circuitos comerciales de distribución (tanto de las salas como de los soportes domésticos), que con el tiempo se ha granjeado una legión cada vez mayor de incondicionales defensores.
Terrorífica y perturbadora esta nueva versión rompió con el paradigma de sugerencia y sutilidad que siempre ha gustado al crítico intelectual para, desde ese mismo enfoque (Paul Schrader venía de ese mundo), ofrecernos una película opuesta a su predecesora, esto es cargada de erotismo explícito, sangre y una recreación en los efectos especiales muy en boga en esos años (recordemos que fue la época en que se estrenaron clásicos de las transformaciones como Aullidos de Joe Dante -1980-, Hombre lobo americano en londres de John Landis -1981-, La cosa de John Carpenter -1982-, o el famoso Thriller de Michael Jackson -1983-), sin por ello dejar de hacer énfasis en la reflexión moral que subyace en muchos de estos relatos del género. En El beso de la pantera podemos comprobar las obsesiones típicas que hay sobre el sexo en el cristianismo, y las consecuencias que acarrea saltarse sus estrictos códigos (el pecado como fuerza caótica que obliga a la represión del deseo, la culpabilidad ante la no observancia de alguno de sus tabúes como la homosexualidad o, en este caso, el incesto, y las formas de castigo hacia quien las incumple sin remordimiento).
Paul Schrader, educado en la doctrina calvinista, venía desatando su furia frente a estas represiones (no vio una película hasta los 18 años). Su aclamado guión Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) le permitió explorar su vertiente como director, retratando inmediatamente estas obsesiones ( Hardcore: un mundo oculto , 1979, descarnado relato sobre la iniciación en la prostitución y las snaff-movies, y Américan Gigoló , 1980, aproximación a la prostitución masculina de lujo), consiguiendo con esta Cat People su expresión más intensa, simbólica y cautivadora, nada merecedora del ostracismo al que se la ha relegado.
Buena parte de la crítica destrozó a esta película en ocasión de su estreno en cines hace más de dos décadas. Es probable que en ello tuvieran importancia capital dos factores. El primero está en el hecho de tratarse de una remake. No conozco el original y por lo tanto no puedo trazar comparaciones entre una versión y otra, pero evidentemente, en estos casos, es siempre la remake la que lleva las de perder. El segundo factor es el género en el que se la encuadró. No considero que pueda decirse que ésta sea una película de terror, de fantasía, más bien, pero una que cala muy profundamente en la psique por su metáfora acerca de lo prohibido. Las escenas iniciales relatan hechos de un pasado remoto y semimítico en las que seres humanos eran ofrendados en sacrificio a grandes felinos negros, en el interior de cuyos cuerpos pasaban a morar las almas de los sacrificados. Mucho tiempo después asistimos al reencuentro entre dos hermanos (la bellísima Nastassja Kinski y Malcolm McDowell, ambos muy adecuados para los papeles que interpretan en este filme) cuyos padres eran artistas circenses y que a la muerte de éstos crecieron separados. Misteriosos, magnéticos, se les adivina de entrada que ellos mismos tienen algo de felino… Qué sigue, mejor que lo descubra el lector. La música de Giorgio Moroder puede parecer un tanto minimalista, pero es adecuada para la atmósfera enigmática y trágica en que se desarrolla la historia, y en los títulos finales, David Bowie interpreta el tema principal.