Criaturas celestiales
Sinopsis de la película
Nueva Zelanda, mediados del siglo XX. La amistad entre dos compañeras de colegio adolescentes es tan intensa y estrecha que despierta el recelo de los padres de una de ellas. Las chicas crean un mundo imaginario y lleno de fantasía en el que se refugian para vivir de espaldas al resto del mundo. Basada en hechos reales.
Detalles de la película
- Titulo Original: Heavenly Creatures
- Año: 1994
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
6.9
36 valoraciones en total
Cualquiera que lea la sinopsis de esta peli pensará -muy probablemente- que Criaturas celestiales es el típico, tópico y lacrimógeno telefilm basado en hechos reales que cualquier domingo por la tarde aprovecharíamos para conciliar una buena siesta.
Afortunadamente, Criaturas celestiales no es un telefilm. Ni por el forro. Criaturas celestiales es una película. En mayúsculas. Una película cuyo fundamento real no deja de ser un simple pretexto para que Jackson, su autor, despliegue esa cuarta dimensión en la cual parecen estar perpetuamente instaladas Juliette y Pauline. Dos adolescentes cuya férrea amistad se forjará a través de un universo entre novelesco y cinéfilo. Un universo en el que fantasía y realidad parecen ir cogidas de la mano. Como ellas. Juliette y Pauline. Dos espíritus condenados a caminar siempre juntos.
Respecto a su trágico y algo forzado desenlace me gustaría añadir que a mi -francamente- no me disgusta. En absoluto. Y no me disgusta porque precisamente ese crudo final es el que le aporta a la historia ese necesario y oportuno toque de verosimilitud merced al cual el cuento protagonizado por Juliette y Pauline deja de ser una mera paranoia mental para convertirse en el relato de una bella amistad. Una amistad que -lamentablemente- fue demasiado lejos.
Un nexo aparece entre un cuerpo incandescente, desafiante y otro retraído para unirlos como dos gotas de agua que, desde el momento en que dilucidan la realidad más cruda, aquella que no les gusta, entran en un nuevo mundo. Un mundo de fantasía en el que apartar los momentos tristes o desagradables, dando pie a personajes que sólo se podrían recoger en la imaginación de dos muchachas de escasa edad y mucha creatividad, y que logran ser, en esencia, otra mano a la que agarrarse cuando lo real apremia.
Lo difícil en un film no es crear un universo que pueda dar momentos de alborozo a sus protagonistas y una vía de escape para que el tremendismo no inunde la pantalla, sino lograr que todo confluya con total naturalidad y que la línea que separe fantasía de existencia propia esté descrita con la pulcritud, y así es el impecable trazo que en Criaturas celestiales atisbamos a ver, haciendo que todo quede hilvanado en un conjunto de lo más tenaz.
Tras ello, dos actrices que supieron interpretar a la perfección sus roles, y es que observar el aplomo con que desgrana Winslet su papel en apenas diez minutos, que ya le han servido para dejar anonadado al espectador ante el poderío de un rol que trazará gran parte del camino, es algo que pocas veces se puede observar en una intérprete que ni siquiera llega a la veintena. Al otro lado, la réplica perfecta de Lynskey, que si bien no tiene un papel igual de complicado, sí lleva con maestría los momentos de mayor dificultad de su personaje sin que se resienta ni uno de los momentos más agrios del mismo.
Al final, llega lo esperado: el universo fantasioso no puede contener a dos muchachas que ven como su sueño se evapora lentamente, y deciden tomar la decisión que les costaría algo más que su amistad, haciendo que la realidad golpee de nuevo y concluyendo Criaturas celestiales con un desenlace de esos donde la fría calma se levanta, de repente, como un manto angosto alrededor de un espectador que ya estaba prevenido de antemano, pero que no puede evitar que Peter Jackson escarbe un poco más, y con una última secuencia magnífica, le devuelva a la realidad… en un film que parecía pura fantasía.
En los 50, una alumna de padres ricos, procedente del extranjero, se incorpora a un colegio estricto de Christchurch, Nueva Zelanda Sur, y conecta con la rara de la clase, cuya familia realquila habitaciones, para ir tirando.
A partir del culto cómplice a Mario Lanza, ambas conectan intensamente. La estimulante conexión las vuelve creativas, insolentes, exaltadas, amorosas: exacerba su vivir adolescente. Motivadas todo el tiempo ambas actrices, con notable labor oscura de la menos guapa, Melanie Lynskey.
Fruto mental de la unión es el extraordinario Cuarto Mundo, escapatorio universo de fantasía en el que se refugian para afirmarse frente al mundo adulto, y al que el espectador también puede acceder gracias al virtuosismo realizador de Jackson. La participación involuntaria de Orson Welles en ese mundo le añade humorismo.
Pero al final se llega, mediante una transición brusca, a planteamientos de sórdido cine negro, en incoherente colisión con cuanto ha precedido.
La autoimpuesta obligación de ceñirse a los hechos reales en que se basa el argumento no justifica la aparatosa quiebra de la unidad de estilo.
Jackson pretende navegar entre aguas bravas: la de la adolescencia, la de la locura, la del amor y la de la homosexualidad. El caso es que se hace un pequeño lío que, no se sabe muy bien cómo, logra interesar al espectador, quizás por su frescura, quizás por las buenas interpretaciones…
Sin embargo, en mi opinión restan un dramatismo que era necesario las cursilerías de ese par de niñatas, el mundo ficticio al que tanto protagonismo se concede y las reminiscencias técnicas del cine de bajo presupuesto de las que hasta el momento ha sido incapaz de desprenderse este director –por ejemplo: el gusto por la sangre, por los primeros planos deformantes, por las espadas atravesando a cualquier tipo de monigote…–.
Era una historia delicada que, desde mi punto de vista, se ha tratado con ligereza. La ruta usada por Lukas Moodysson en su Fucking Amal habría hecho llegar a mejor puerto esta historia. De todas formas, posee un interesante guión y es sin duda la mejor obra de Jackson hasta el momento si consideramos su trilogía de los anillos como una sola.
Anne Perry es una escritora de novela policíaca victoriana de gran éxito, una señora discreta, poco amante de las entrevistas y que suele eludir toda pregunta acerca de su pasado.
Y no es para menos, porque en los años cincuenta, Anne Perry no se llamaba Anne Perry. Se llamaba Juliet Hulme y tenía una amiga íntima, Pauline Parker. Ambas planearon y llevaron a cabo el asesinato de la madre de la segunda, machacándole la cabeza con un ladrillo: en sus mentes trastornadas, la culpaban de todos los males que irían a separarlas para siempre.
No es un spoiler. Si alguno de los que leen esto acude acualquier librería mayoritaria, podrá encontrar libros de Anne Perry habitualmente entre los lanzamientos más importantes. Si consulta en otras fuentes, podrá informarse de todos los pormenores de la historia. A veces la realidad supera a la ficción. A veces, viene un director como Peter Jackson y transforma la realidad en una ficción que a su vez, se basa en la realidad: un juego de metaficción sólo al alcance de una inteligencia artística más allá de todos los cánones.
¿Y cómo lo hace? Convirtiendo la historia de Pauline y Juliet en un cuento oscuro para hadas perversas. Otorgándoles un reino sobre el que gobernar, elevándolas por encima de su mera condición de adolescentes marginadas y diferentes a la categoría de reinas y formulando para ellas un poder que sólo la realidad podrá arrebatarles.
Peter Jackson factura aquí una de sus mejores obras, que además se beneficia de la impresionante labor de las dos jóvenes actrices protagonistas, la ahora conocidísima Kate Winslet, en su primer rol y la muy inquietante Melanie Lynskey. Sumando a esto un acertada selección musical -mágica la escena del bosque con The Donkey Serenade en la voz de Mario Lanza-, las perturbadoras insinuaciones lésbicas entre las chicas y las bellas escenas de fantasía, nos queda una película a la que, si invitas a entrar en tu cabeza, se quedará a vivir allí para siempre.