Confessions
Sinopsis de la película
En un instituto, el último día de clase, una profesora se despide de sus alumnos y, además de anunciarles que deja la escuela, les confiesa que su hija de cuatro años que, aparentemente, murió ahogada en la piscina de la escuela, fue en realidad asesinada por dos estudiantes de esa misma clase. También les hace saber que ya ha puesto en marcha su venganza contra ellos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Kokuhaku (Confessions)
- Año: 2010
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
Película
7
45 valoraciones en total
Kokuhaku es una película muy estimulante visualmente, incluso hipnotizante y extrañamente hermosa. El problema es que no vale con eso y un buen final (aunque destrozado en su última frase) para considerar a una película como buena.
El mayor problema del film es que resulta tan completamente excesivo en su forma como vacío en su fondo. Lejos de indagar en las preocupaciones y actos de sus protagonistas, los personajes carecen de cualquier tipo de evolución psicológica y todo queda en una larga sucesión de imágenes de gran carga visual pero que no transmite nada más allá.
Bien es cierto, que uno se ve obligado a no despegar los ojos de la pantalla en ningún momento debido a sus imágenes, pero más allá de esto, no interesa nada de lo que ocurre, porque carece de todo sentido. Los diálogos no muestran interés por los acontecimientos y los estrambóticos personajes se pasean de aquí para allá sin ningún motivo concreto salvo el de ocupar minutos en pantalla.
Y no estoy hablando de que la historia sea o no creíble (que no lo es) sino de que la crítica social que intenta meter Tetsuya Nakahima con calzador en la película, se queda un vano intento desesperado que se hace patente cada vez que esa crítica aparece explícitamente en el film para que el espectador no olvide que intenta de todas las formas posibles ser un film serio que busca la reflexión. Aunque esa sensación de película sería que envuelve los primeros minutos, desaparece demasiado rápido.
Un 5.
El cine asiático parece tener especial fijación con el tema de la venganza.
Múltiples películas, en especial la trilogía de Park Chan-Wook, han tocado el tema con especial acierto. En ésta ocasión, el simpático y con cara de buen hombre Tetsuya Nakashima nos ofrece una visión distinta, contada a través de las confesiones de los diferentes protagonistas de la historia. El debate que plantea es estremecedor, ya que la venganza es contra unos alumnos de un instituto japonés, los cuales han matado a la hija de su profesora.
El film nos ofrece una apasionante historia, llena de giros y distintas visiones, cuenta con un guión y una banda sonora impresionantes, y un tratamiento de las imágenes bellísimo, hecho que se le puede achacar como aspecto negativo , ya que a veces el director se recrea en el mismo, pero el conjunto merece un visionado apasionante.
Lo mejor:
– El desenlace
– La banda sonora
– El guión
Lo peor:
– Excesiva
Kokuhaku empieza con un extraordinario monólogo que se prolonga durante más de veinte minutos. Y en ese tiempo se hace una crítica social tan certera que deja sin habla. Lo que sigue a continuación son las confesiones y retazos de varios personajes y vidas, aproximaciones a mentes tan complejas y retorcidas que casi pareciera que alguien ha conseguido filmar una pesadilla de la forma más aséptica posible. El responsable del milagro es Tetsuya Nakashima, uno de los realizadores asiáticos más interesantes de su generación, que no sólo ha sido capaz de crear un estilo propio sino que además sabe cómo reinventarse sin abandonar sus intereses más puros. La historia de venganza sirve para enmascarar muchos más temas en Kokuhaku, que se descubre como una de las películas mas fascinantes de los últimos años tanto por su (soberbia) narrativa como por su impresionante puesta en escena. Los directores de fotografía Shoichi Ato y Atsushi Ozawa, que ya habían colaborado con el director en sus películas previas, consiguen que los colores duelan. La imagen limpia, aséptica, del presente (tonos grisses y azules) contrasta con la de los flashbacks (tonos cálidos), dando lugar a una mezcolanza de ideas que vienen y van, que encuentran su razón de ser en cada plano, en cada secuencia.
Nada hay al azar en Kokuhaku. Ni las interpretaciones de sus actores, todas ellas sensacionales a pesar de algún tic puramente japonés, ni su magnífico guión. Mucho menos el uso de la música (que pasa de ‘Radiohead’ a ‘Bach’ de forma completamente orgánica), ni el mencionado uso del color. El ritmo del film es el idóneo, algo que rara vez se ha logrado en un trabajo que utiliza la cámara lenta como recurso narrativo y no únicamente como elemento descriptivo. Planos detalle, travellings… la cámara se mueve entre los pupitres de la escuela serpenteando como un fantasma que ansía alcanzar la luz. Pero sólo hay oscuridad, la más bella oscuridad. Cada personaje tiene su reverso, nada es lo que parece. Y el clásico dicho la venganza es un plato que se sirve frío no sólo adquiere aquí un nuevo significado, sino que se redefine por completo.
Kokuhaku no es sólo una lección de cine: es también una de las películas más fascinantes de los últimos años. Un thriller psicológico cargado de mala baba que bebe directamente del mejor Park-chan wook (Old Boy) y trasciende más allá de sus influencias, adquiriendo una pureza que encuentra su igual en el Elephant de Gus Van Sant. Por si fuese poco consigue tener voz propia y confirma, una vez más, a Tetsuya Nakashima como uno de los mejores narradores del cine actual, un autor versátil, capaz de cambiar de géneros y funcionar igual de bien en todos ellos. Quizá junto a Black Swan (Darren Aronofsky), la película más enfermiza de 2010. Simplemente brutal, aunque eso sí, no es para todo el mundo. El riesgo, aún así, merece la pena.
Tiene su gracia que definir una película y su estilo visual cómo videoclipero es claramente un desprecio hacia el film. Y juro que no lo entiendo. No lo entiendo simplemente porque el cine es un arte en constante evolución y modernización. El otro día, viendo La Tentación Vive Arriba no pude evitar pensar en cómo hemos cambiado esa puesta en escena teatral por una nueva forma de hacer cine (salvo algunas excepciones que tienen aroma a clásico, cómo es University Of Laughs, genial ejemplo nipón). Hoy eso ha quedado desfasado y el cine juega diferentes bazas, siendo una de ellas el poderío visual, que es precisamente lo que destila este film.
Confessions está envuelta en un preciosismo absoluto, con una fotografía en tonos azulados y grises, inusualmente bella en contraste con la frialdad que representa. Otros recursos tachados cómo videocliperos son, bajo mi punto de vista, absolutamente magníficos, rozando la perfección. Cómo la literatura de García Márquez y su realismo mágico… aquí se representan las emociones a través de imágenes, convirtiendo lo fantástico en normalidad. Un ejemplo: una pompa que se rompe cerca del oído representando la pérdida de una figura importante durante la infancia. Y por supuesto ese clímax final, dónde este recurso y realidad se dan la mano para bajar a los infiernos y conocer a través de la imagen la representación de la consecuencia más grave que podía tener para uno de los adolescentes.
Otros recursos mal tachados cómo innecesarios e incluso directamente malos, cómo el reiterado uso de la cámara lenta, son este film pequeñas notas de autor que dotan de carisma y alma propia a un film que sólo con su guión, interpretaciones y el resto de apartados técnicos (cómo la increíble OST) seguiría siendo una de las mejores películas realizadas durante el curso del año pasado.
Confessions arranca de manera arriesgada y difícil, en plena anarquía, dónde una profesora de manera amena y una frialdad increíble relata la muerte de su hija y las circunstancias en las que se produce. Parece que cuenta cosas inconexas unas con otras, aunque finalmente hilvana todo para que haga parte de lo mismo. Un monólogo que servirá como entrante de la curiosa forma narrativa del film, el cual está plagado de reiteraciones no sólo soportables sino necesarias, sobre el mismo tema (una y otra vez), con giros inesperados y en los cuáles se revela que la bondad y la maldad son dos extremos separados por una delgada línea. Quiénes creíamos buenos, en realidad hacen uso de características negativas para tomar sus propósitos. Quiénes inspiran lástima en realidad no son tanto víctimas cómo verdugos. Quiénes son malos, son malos siempre, e incluso más malos todavía… Pero todo está perfectamente explicado, debido a la complejidad de los personajes, quiénes a través de sus relatos van describiéndose a sí mismos, sus virtudes y sus más repugnantes defectos.
(Sigue en SPOILER)…
Yo quizá vaya un poco a contracorriente con la obra de Nakashima, ya que Kamikaze girls me resultó insoportable, Memories of Matsuko sólo me resultó interesante, y Paco me hizo gracia, pero todavía no había acabado de conectar con él, ni con su paleta de colores desbordada, ni con su estética pop, sus personajes caricaturescos y exagerados o sus situaciones surrealistas. Hasta ayer, quiero decir, porque Confessions me ha parecido, y lo digo sin complejos, la mejor película que he visto del año pasado. Simple y llanamente.
¿Exceso de violencia? En ningún momento la violencia es gratuita sino parte integral del tema que la película desarrolla. ¿Abuso de la cámara lenta y las técnicas del video clip? Nunca una acción ralentizada me pareció tan cargada de fuerza y expresividad narrativa, tan coherente con las palabras narradas de fondo, tan impactante. ¿Un principio demasiado demoledor para que el ritmo de la película pueda seguir a la misma altura? Más bien unos veinte primeros minutos que son tan extraordinariamente buenos que el resto es, simplemente, excelente, ¡como si eso fuera poco! ¿Un final excesivo y reiterativo? Yo lo definiría como un final lógico, dramático, escalofriante y, sí, por qué no, grandilocuente, porque después del derroche de talento que ha mostrado la película hasta ese momento, no podía clausurarse de forma más contenida. Todo brilla como algo lustrado y nuevo en Confessions, desde los intérpretes, donde ni uno solo desmerece del resto, y donde todos son, en sus respectivos papeles, impecables, hasta la música, integrada de forma sutil pero poderosa.
Creo que con lo que he dicho basta. Me ha impresionado y no me extraña que esté dejando bocas abiertas a su paso. Compararla con Oldboy y especialmente con Battle Royale me parece un tanto desacertado, ya que Confessions busca otros medios para llegar a su destino, sin olvidar que, pese al espectáculo visual y sonoro, pese a la magia del envoltorio, lo importante es contar una historia de forma cabal, compleja y coherente. No hay aquí rebajas de carnicería sino poesía de la violencia, si se me permite la expresión. Y no, no es una película perfecta, pero su osadía y su descaro, su arriesgada apuesta por buscar un lenguaje y una forma diferentes consiguen sin duda asombrarnos y hacer que nos preguntemos por qué no se hacen las cosas así más a menudo en vez de seguir caminos tan fáciles y trillados.
¡Qué buena cosecha la del 2010! Por eso, entre tantos buenos títulos como ha habido en nuestra querida Asia este pasado año, Confessions tiene aún más mérito porque, en mi opinión, destaca con luz propia. Una obra maestra. ¡Y a quién le importan los Oscar!