Comanchería
Sinopsis de la película
Toby (Chris Pine), un joven padre divorciado, y su impulsivo hermano Tanner (Ben Foster), un expresidiario recién salido de la cárcel, se dirigen al Oeste de Texas para realizar una serie de robos en unas pocas sucursales bancarias. El objetivo de Toby es intentar poder conseguir el dinero suficiente como para poder salvar la granja familiar, que está en peligro. Nada más cometer el primer robo, un veterano Ranger de Texas (Jeff Bridges) y su compañero irán tras la pista de los hermanos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Hell or High Water
- Año: 2016
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
7.2
37 valoraciones en total
Thriller impecable de principio a fin. Y que fin! Clásico y enormemente satisfactorio. Mackenzie dirige un film repleto de potentes diálogos y grandes escenas bajo el abrasador sol de la arida Texas. Los hermanos Howard, Tanner (Ben Foster), el hermano mayor, impulsivo, violento, recién salido de la cárcel y Tobby (Chris Pine), el mas pequeño, comienzan una serie de robos a bancos pertenecientes a la cadena Texas Midland Bank en varios pueblos pequeños del estado. Por otro lado y debido a que la cantidad robada no supera el limite, el FBI deja paso en la investigación a dos Rangers de Texas, el veterano y a punto de retirarse Marcus Hamilton (Jeff Bridges) y su compañero mestizo Alberto Parker (Gil Birmingham). Hell or High Water bien podrían haberla firmado los hermanos Coen por la potencia de sus diálogos, la forma de describir unos personajes tan peculiares o hasta por ese humor tan negro del que hace gala. El guión de Taylor Sheridan (Sicario) es bueno, mucho, pero no lo sería tanto quizás si no tuvieran la voz de un Jeff Bridges que brilla a un nivel excepcional, entregándonos a un Ranger sarcástico, irónico e hirientemente racista en sus chistes y bromas, un tipo que nos recuerda vagamente al Dude de The Big Lewoski con su pasotismo y su vuelta de todo. Un perro viejo al que su compañero Alberto soporta como puede porque como bien le recuerda este: …cuando no este aquí, echarás de menos mis bromas racistas…. Es ese tipo de personaje el interpretado por Bridges, un Ranger que oculta su mirada bajo unas gafas de sol negras, surtiendo puyas a diestro y siniestro hasta de madrugada con un ingenio propio de pocos, alguien difícil de soportar pero fácil de querer, ese es Marcus Hamilton. Algo que me gusta de la dirección de Mackenzie es como maneja el ritmo y va deshuesando la motivación de los dos hermanos por cometer dichos robos, es algo que podemos intuir desde el inicio por la forma en que cometen el primero de los atracos. También esa relación de, por un lado, dos hermanos de sangre y por el otro, dos hermanos no de sangre pero si de vida, de día a día, algo que cobra mas sentido una vez terminado el film y visto lo sucedido entre una parte y otra. Pocos personajes, desierto, polvo, sol, robos, bancos, venganzas y…música! Ese es otro de los alicientes que tiene Hell or High Water, su música. Tanto la no original que incluye temas de Attila , Jamey Johnson, Townes Van Zandt, Scott H. Biram o Gillian Welch entre otros, como la original compuesta por el mítico Nick Cave junto a uno de los miembros de su banda, Warren Ellis. Curiosamente ambos colaboraron anteriormente en la creacion de otras bandas sonoras como la del potente western The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford o The Road en 2009. En su conjunto Hell or High Water auna drama y thriller en un escenario como es el desierto texano y sus solitarios pueblos, capaz de sostener casi el mismo protagonismo que los cuatro personajes que por el se pasean, hay una calma pasmosa en ese ritmo tan acelerado, es inherente a ellos, como el polvo desértico que nunca termina de desprenderse. Realmente la película de David Mackenzie se asemeja a un western, pero solo es un parecido, un halo que sobrevuela toda la historia, casi un western crepuscular gracias al contrapunto musical que otorgan Cave y Ellis a la banda sonora no original, temas muy suaves, evocando sobre todo en el tramo final a dos pistoleros frente a frente, el bien contra el mal, la ley contra el crimen, la oblación frente a la necesidad. De lo mejor de #Sitges2016.
Crítica completa en BLOODSTAB: http://bloodstab.blogspot.com/2016/10/hell-or-high-water.html
Pese a haber dejado el listón bien alto con su anterior guión, Sheridan no se intimida y vuelve reforzado con una brutal crítica al sistema financiero de EEUU, a la banca que oprime a las clases bajas para salvarse ella de su propia y pésima gestión. Dos hermanos están a punto de perder la granja familiar, tras fallecer su padre, debido a una encerrona burocrática, por lo que tienen que recurrir a un plan desesperado, pero controlado al milímetro, para poder dar a sus hijos una vida digna.
Comancheria es el título original de la obra: comanche, en la lengua nativa de esta tribu, significa enemigo de todos , como bien nos explican en una escena de la película. En EEUU han preferido cambiar el título por el mucho más poético, Hell or high water, que podría traducirse como contra viento y marea y que refleja perfectamente esta aflicción que lleva a los protagonistas a delinquir para poder sobrevivir.
La película se trata de un neo-western en el sentido más ligero del término: marginados que recorren los áridos campos de Texas y Oklahoma, de pueblo en pueblo, con la justicia pisándoles los talones y encontrándose con todo tipo de personajes pintorescos que Mackenzie pone a nuestra disposición en un polvoriento retrato en bruto, entre lo agrícola y lo industrial, que complementa la denuncia del guión a la perfección.
El género revitalizó con la actualización que realizaron los hermanos Coen, la magnífica No es país para viejos, la década pasada. Sin embargo, comparándolo con el mayor referente, Comancheria renuncia a gran parte de escenas de acción para centrarse en el drama, en la historia de perdición y redención de los malhechores, pero también el de los problemas existenciales del sheriff a punto de jubilarse. Lo que parecería contraproducente para una actualización de un western, funciona como un reloj para poder mantener el tono de la película, donde la ética y la legalidad ceden su puesto a la esperanza de quienes ya no tienen nada que perder.
En el título original de esta película hay un expresión que, siendo justos, es intraducible.
Hell or High Water habla de una decisión complicada: ir directo a la perdición, o vivir con el suficiente pie como para no ahogarte en tu propio mar de errores. La misma que se ven forzados a tomar todos los personajes presentes en esta historia, no importa de qué lado de la ley están.
Comanchería, al contrario, habla de una lucha encarnizada entre hombres que no conocen el descanso, los amigos o las confianzas. Como los antiguos comanches, tienen enemigos allá donde vayan, viven con la muerte a cada esquina.
Jaque mate a la hora de titularla entonces, aunque si hubiera que quedarse con uno me quedaría con el primero, aunque solo sea por el aire resolutivo y directo que transmite, mucho más afín al tono general de lo que se cuenta.
Ese tono ya está presente desde la primera escena, cuando la quietud de un pueblo perdido de Texas es rota por dos asaltantes a un banco, pero en ningún momento se nos bombardea con las típicas imágenes de adrenalina que convertirían ese robo en algo frenético. El resultado es extraño, casi antinatural, porque no hay entonces ninguna nota sobresaliente, los encapuchados no son coronados héroes por el propio montaje, y toda la escena tiene un halo de patetismo difícil de ignorar.
Esto es un western mesurado, no porque carezca de emoción, sino porque carece de épica: los tiempos románticos en los que robar bancos a lo largo del desierto era algo admirado han quedado muy atrás. Los cowboys envejecen, los indios desaparecen, y los forajidos tienen los días contados.
Nos lo dicen los parroquianos del bar de siempre ( no van a llegar muy lejos ), lo dice el imperturbable sheriff Marcus a punto de la jubilación ( tarde o temprano, cometerán un error ) y lo dicen los propios bandidos, Tanner y Toby, hermanos en busca de una segunda oportunidad ( ¿alguna vez has conocido a alguien que no haya acabado preso? ).
El motivo de esos atracos por parte de los hermanos tiene que ver con su entorno y su familia: Tanner quiere dejar algo a la madre enferma que abandonó y Toby quiere una vida mejor para dos hijos fruto de una esposa resentida. Ambos luchan con la evidencia de que, en el fondo, la segunda oportunidad nunca será para ellos, sino para su legado, y así lo acaban aceptando, convencidos de que es mejor buscar un tiro entre atracos con posible triunfo que esperar la lenta muerte del mendigo. Solo buscan despedirse con unos grandes fuegos artificiales, por decirlo así.
El problema es que no son los únicos, porque el sheriff Marcus también quiere una despedida con honores. Incapaz de admitir que sigue el caso de los dos por puro ansia de gloria, o quizás por un deteriorado sentido de justicia, antes de que la vejez le sorprenda en el porche de su casa, empezará una persecución incansable por el desierto, en busca de los últimos forajidos del Oeste, que se han atrevido a oponerse a una autoridad que ya no es tal.
Tres hombres caminan rumbo a su perdición, y no les importa porque no tienen nada que perder. Su viaje, por llamarlo así, está lleno de santos y villanos, pobres empleados, malas mujeres, que desgranan la historia de una Texas lejos de sus mejores días, donde no cabe el crimen o la maldad, muertos por el poco espíritu de la moderna civilización.
No hay que perder de vista, sin embargo, que la única maldad de los hermanos no es perseguir una gloria inexistente como hace Marcus, sino la necesidad. Al menos por parte de Toby, la parte sensata del dúo, mientras su hermano Tanner busca algún tipo de redención para un despojo social como él.
Esa misma necesidad que el ayudante indio del sheriff menciona que han utilizado los bancos para amasar su imperio, despojando al Oeste de los sacrificios grandiosos y las huidas épicas.
Ahora todo se disuelve en fideicomisos y escrituras de propiedad, triste destino para sheriffs que nunca serán los justicieros que soñaban, sino más bien asesinos esperando la hora del retiro (mejor que venga por bala que por vejez, eso seguro). Los bandidos, por su parte, bien podrían ser ratas asustadas, a los que el traje de homicidas les viene grande, pero aún más la valentía para vestirlo cuando toca.
El Oeste ya no es el que era.
Y el sabor amargo de la derrota puede venir por parte de una obsesión que se resiste a morir, semi-enterrada entre el polvo texano.
La obsesión de que nunca seremos grandes, por mucho que intentemos quitarle importancia.
Thriller de persecuciones en la América profunda. Hell or high water plantea un argumento más o menos típico. Dos hermanos de extracción social humilde, abocados a perder el rancho de su madre, se lían la manta a la cabeza para atracar modestas sucursales de banco en distintos pueblos de Texas. Un ranger a punto de jubilarse será el encargado de intentar pillarlos. Esta premisa más o menos habitual queda realzada por un fuerte componente de crítica social, hasta el punto de que los personajes buenos llegan a identificarse con los malos . Comanchería toca múltiples temas: la situación de las razas minoritarias en América, la dictadura de la banca, el papel de los casinos como elementos de blanqueo de dinero, o a la tenencia de armas de fuego en los Estados Unidos. Si todo ello se relata con un mordaz sentido del humor, una música evocadora, unas escenas de acción concisas e impactantes, y una fotografía de sol polvoriento, el resultado es una película muy atractiva, que se hace corta, y que además invita a la reflexión. Muy bien los tres actores principales, con actuaciones contenidas pero siempre elocuentes, capaces de provocar empatía y solidaridad incluso en los momentos más salvajes. El desenlace, con las alusiones entre los protagonistas a darse paz es muy poderoso. Una estimulante vuelta de tuerca al western tradicional, que constituye un vivo retrato de lo que hoy queda del país de las oportunidades .
Western extemporáneo, cine negro o crítica social, es difícil catalogar este guion que marcha a la perfección al ritmo tejano, sin apuros de ninguna especie, como si la vida diera lo mismo afrontarla de cualquier manera. Dos hermanos se reúnen luego de varios años con el objeto de ejecutar un minucioso plan. El mayor (Tanner) viene saliendo de la cárcel, hombre de pocas luces que siente predilección por las armas. En pocos días asaltaran varias sucursales de un determinado banco para cubrir la hipoteca que pesa sobre el rancho de su madre que acaba de morir.
Los encuadres potencian la narración, las elipsis refuerzan el sello poético de la cinta, al tiempo que Nick Cave y Warren Ellis nos deleitan con una banda sonora inspirada.