Cien niños esperando un tren
Sinopsis de la película
En una población marginal de Santiago, la profesora Alicia Vega realiza un Taller de Cine para niños durante 20 sábados. Los niños, que nunca han ido al cine y escasamente conocen el centro de la ciudad, viven una experiencia inolvidable, donde construyen los elementos que llevaron a la invención del cine, como el zootropo, el taumatropo. También aprenden el travelling con un carretón y realizan una película dibujando fotogramas de papel. A través del taller se conoce la realidad de esos niños, que a pesar de su situación de pobreza son capaces de vivir con alegría.
Detalles de la película
- Titulo Original: Cien niños esperando un tren
- Año: 1988
- Duración: 55
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Opinión de la crítica
7.8
34 valoraciones en total
Uno de los documentales sobre cine más emocionantes y profundos que he visto. Ver el cine con ojos de niño es algo que no debemos dejar de intentar por mucho que pase el tiempo, y en esta capilla santiaguina durante los últimos años de la dictadura de Pinochet se nos recuerda que sentarse frente a una pantalla es una experiencia mágica.
Es inevitable emocionarse con el entusiasmo sincero y puro de un grupo de niños ante una escena de Mickey o de Chaplin: los que miran absortos, los que ríen, saltan y juegan.
Pero el cine no es solo diversión y fantasía, el cine también es cruda realidad, y cuando a los niños se les pide escoger un tema para dibujar sus propios fotogramas, eligen por amplia mayoría las protestas. Aprenden así también el valor del cine como documento histórico, como herramienta para capturar una realidad determinada y transmitirla en el tiempo.
Aprenden que el cine son fotos que engañan a nuestros ojos aparentando movimiento, que hay una cámara, estática o inquieta, que hay un argumento.
Aprenden que existen los actores, los que representan un personaje en una historia inventada. El mundo de la imaginación, la emoción y la creatividad que a ellos les ha sido en gran medida negado.
Aprenden, por otro lado, que el documental es lo que es de verdad, que en una escena en que manifestantes son reprimidos violentamente por la policía no hay espacio para la ficción. Y ellos lo saben, porque lo ven, porque lo viven, porque son ellos mismos personajes auténticos de su propia historia y han pasado sin quererlo a la posteridad gracias al poder de una cámara.