Capitanes intrépidos
Sinopsis de la película
Harvey Cheyne (Freddie Bartholomew) es un caprichoso y malcriado niño rico que está haciendo un crucero con su padre. Inesperadamente, cae por la borda del yate y es rescatado por un barco de pesca al mando de un intrépido capitán (Lionel Barrymore). El pesquero tiene que acabar la larga campaña de pesca antes de llevar al chico a tierra firme. Harvey, al principio a regañadientes, conseguirá adaptarse a la dura vida en alta mar gracias a su íntima relación con Manuel (Spencer Tracy), un bondadoso marinero portugués que ejercerá sobre el niño una benéfica influencia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Captains Courageous
- Año: 1937
- Duración: 116
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Opinión de la crítica
8.2
76 valoraciones en total
Hubo un tiempo que los niños fuimos tratados como lo que éramos, niños. No como idiotas en fase de crecimiento.
Hubo un tiempo que los niños sentíamos admiración por héroes inverosímiles a los que, paradójicamente, veíamos de carne y hueso. Como Buffalo Bill, Judá Ben-Hur, Ned Land, Luke Skywalker… Como Manuel Fidello. Hoy ese trono lo ocupan Harry Potter, Eragon, Jack Sparrow, Troy Bolton y compañía.
Hubo un tiempo que los niños comíamos acelgas sí o sí. Nos gustaran, o no. Hubo un tiempo que resultaba extraño ver a un niño sin costras de sangre y mercromina en las rodillas. Hubo un tiempo que los niños no pisábamos urgencias al primer golpe de tos. Nos embadurnaban el pecho con vicks vaporub y a correr. Hubo un tiempo que los niños jugábamos en la calle. No necesitábamos tecnología punta ni grandes parques temáticos para divertirnos.
Hubo un tiempo que niños repelentes, déspotas y consentidos como Harvey Cheyne (Freddie Bartholomew) podían encauzarse.
Hoy, no.
Es una de mis películas favoritas y siempre que la veo termino igual, con una desagradable sensación entre la barbilla y la clavícula. La historia relatada te resulta tan verosímil que durante los últimos quince minutos te ahogas como Manuel pero de distinta forma. Freddie Bartholomew realiza la mejor interpretación que he visto en el cine en un niño de esa edad, calculo que unos doce años, y la película es del año 37. Desde entonces no he logrado todavía volver a ver una actuación de esa calidad. Él y el gran Spencer Tracy forman una pareja perfecta con la que se conecta desde el primer momento. Arropados por personajes tan entrañables como el cocinero negro, el fantástico Jack el largo o el sabio y viejo capitán, Victor Fleming nos adentra con maestría en el mundo de los pescadores, mezclando drama y aventuras de manera brillante.
El niño más repelente de la Historia del Cine vivirá un viaje interior de la mano de su amigo Manuel, y por el camino pasarán profesores sobornados, puñetazos en la nariz, un par de collejas, anzuelos en los brazos y algún lenguado de quince kilos, y todo con un vocabulario de los de antaño, sin ninguna palabra ofensiva o malsonante, haciendo que todo parezca aún más mágico de lo que ya es.
Una película de ésas que ves cuando eres pequeño y no se te olvida, y que cuando ya eres adulto y vuelves a ver te sigue pareciendo tan grande como la primera vez. 10.
¿Qué no tengo nada? Mi padre me enseñó a cantar al sol y a las estrellas, me regaló este instrumento con el que hacer música, me enseñó a pescar y me dio brazos y piernas fuertes, y además tenía dieciséis hijos más. ¿Qué sabrás tú, pescadito…?
La pude visionar por primera vez en mí adolescencia, y se quedó grabada en mí retina y en mí corazón para siempre. Mas tarde tuve la fortuna de verla otra vez en el magnífico programa de tv2, de José Luis Balbín, estupendo programa de debates cinematográficos, en el cual tuve la suerte de poder ver otras películas maravillosas (Horizontes perdidos, La vida de Pasteur, Je Accuse, etc..). Hoy no encontrareis, en ninguna televisión un programa de tal magnitud, es bien cierto que con el tiempo en vez de ganar en calidad, las televisiones pierden. Pero vayamos a lo nuestro.
Capitanes intrépidos, es una magistral adaptación realizada por Victor Fleming del clásico relato de Rudyard kipling (premio Nóbel de 1907), la película es un lujo del cine de aventuras que el paso del tiempo ha embellecido todavía mas, para mí ha sido un honor haber disfrutado de este film, tanto en tiempos de adolescencia como posteriormente, si tenéis hijos no dejéis que se la pierdan, algún día os lo agradecerán. Este tipo de cine prácticamente ha desaparecido de las parrillas televisivas, en la mayoría de video-clubes no se encuentra, si tenéis suerte y podéis adquirirla en DVD (suerte que tendréis). Spencer Tracy en su papel de Manuel, realizó un magnífico trabajo interpretativo, que le valió un Oscar, por su papel del pescador que recoge de las aguas del mar al niño Harvey, que estaba realizando un crucero de placer con su padre. Un niño rico, que lo tiene todo menos humanidad, antipático, creído, maleducado etc. un Freddie Bartholomew, también con una interpretación estupenda, que poco a poco tendrá que cambiar su carácter y su manera de tratar a las personas y de ver la vida, debido al trato recibido por Manuel, y por la dura situación por la que éste pasa.
Es una lástima que el cine de masas, banal y de consumo nos haya llevado a la triste situación de no poder disfrutar en la pantalla, de películas como la que comentamos. Siempre a la espera de algún remake, que esté a la altura de la primera versión, cosa harto difícil pero no imposible, mientras tanto entre la multitud de programas basura, siempre se pude seleccionar un trocito de libertad cinéfila, esa suerte que todavía nos queda, que no se pierda.
Capitanes Intrépidos tiene el sabor de la aventura, como toda que se precie, los protagonistas no serán los mismos al final del viaje. Decía la publicidad de la época que esta película era más grandiosa que el Motín de la Bounty. Estas frases tan dadas a la exageración muestran en este caso una verdad: Capitanes Intrépidos es grande, muy grande. La grandeza no viene de lo aparatoso de su propuesta. La película es una aventura íntima y emocionante en el marco de un mar libre que lo mismo da la vida que la quita. De ahí, que sea una de esas películas que una vez vista, uno conserve entre los momentos más emocionantes que ha gozado en una sala de cine.
La historia es una aventura moral, profunda y humana. Un niño rico malcriado caerá por la borda de un trasatlántico siendo rescatado y adoptado por un marinero portugués (¿no se confundirían y sería gallego?), Manuel, marinero de un barco que persigue la gran pesca. Los valores de uno y otro se enfrentaran en esta epopeya, narrada con ese clasicismo entrañable de la época dorada de Hollywood, y que tenía a V. Fleming como uno de los mejores creadores.
¡Desafío a cualquiera a ver si consigue terminar esta película con los ojos secos! Dudo que esto pueda ocurrir, si ocurre, pellizque a la persona, seguramente está muerta. La sabia combinación de aventuras y melodrama logra aquí una aleación extraordinaria. Los momentos épicos escoltan otros llenos de un sentimentalismo que logran no ahogarse y resultar patéticos. De hecho, es una película que rebosa autenticidad, hay momentos, incluso, que son puramente documentales (toda la preparación de la pesca, las miradas sobre el mar, esa niebla delicada…), pero parte de esta verdad surge del hacer de sus protagonistas.
Primero, S. Tracy, que consigue con su interpretación, premiada con un Oscar más que merecido, la creación de un personaje difícil, pero de una honestidad tan limpia como ese mar que surca, y todo esto sin acudir a trucos sucios, a despliegues intensos, sólo con la verdad de su mirada, con ese buen hacer que hacen de él uno de los mejores actores que ha dado Hollywood. Pero si queremos ser justos, la película pertenece a F. Bartholomew. De entre toda la hornada de niños prodigio de aquella época (aquí aparece junto al M. Rooney, que no logra robarle ni una escena), él es el más adulto, el que siempre acometió papeles más complejos antes de emprender una carrera que para nada sería justa con su maravillosas cualidades. Es increíble ver la seguridad con la que actúa delante de un gigante como Tracy, hasta lograr que ese imposible de que el pez chico se coma al grande. En un principio, su altanería resulta insoportable, pero cuando llegan las últimas secuencias, logra hacernos sentir todo lo que padece con una actuación tan transparente y sentida que estremece.
Capitanes Intrépidos es un clásico, una de esas películas que se convierten en favoritas una vez vista, pues siempre vuelves a ese mar, aunque sea para llorar.
FilmAffinity tiene muchas utilidades. Una de ellas es encontrarse buenas críticas de películas antiguas que hace años que no ves. A veces te llevas chascos porque las recuerdas mejores, pero otras veces descubres que era tan o mas buena que cuando la viste de pequeño.
No voy a comentar mucho de la peli, les remito a la crítica de Txarly. Sólo decir que me he vuelto a emocionar.
Me da la sensación que hoy en día casi todos los niños necesitan un Manuel en sus vidas.
Por cierto, la descripción del cielo que hace Manuel no la supera teológicamente ni Sto. Tomás de Aquino. Nunca el nombre de un personaje lo escogió Kipling mejor.