Black Mirror: Arkangel (TV)
Sinopsis de la película
La preocupada Marie (Rosemarie Dewitt) haría cualquier cosa para proteger a su hija pequeña, de 4 años. Cuando una sofisticada clínica crea un dispositivo que, al implantarse en el cerebro, garantiza esa protección, Marie no duda en acceder a ese servicio. Gracias a una app, la madre podrá monitorizar a su hija en cualquier momento… Episodio de la cuarta temporada de Black Mirror.
Detalles de la película
- Titulo Original: Black Mirror: Arkangel (TV)
- Año: 2017
- Duración: 52
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Opinión de la crítica
Película
6.5
33 valoraciones en total
Mi problema con Arkangel es que, a pesar de ser el capítulo cuya temática más me atraía de esta 4ª temporada, ha sido el que más me ha decepcionado, principalmente por su desarrollo y de la mano de este, su predictibilidad.
Esta vez le toca a Jodie Foster regalarnos una dirección a medida de lo que nos quieren contar: aparentemente simple, sombría, con colores neutros y/o apagados y una puesta en escena de los personajes más que digna, sobre todo si tenemos en cuenta que son realmente 2 los actores que se cargan a sus espaldas todo el peso de la historia (enorme Rosemarie Dewitt transimiento sensaciones con expresiones).
Arkangel es la pesadilla de todo hijo. Es el vivir en un mundo en el que el libre albedrío se ve sustituído por algo más concreto y tangible: tus padres. Black Mirror por lo general crea productos encaminados a un target bastante sugerente y concreto, amantes de los videojuegos, personas con lados oscuros, ególatras en su privacidad, tendentes a la vigilancia y al control… Sin embargo, esta vez Brooker y Foster nos dan una píldora que dejará tocada a todo el mundo, porque todos nos podemos sentir identificados con una de las dos partes que componen el capítulo, ya sea por la Madre, por la Hija o por ambas.
La presentación es concisa y muy efectiva, en tan solo los primeros minutos ya sabemos qué sentir y cómo (o con quién) empatizar. Con un gran apoyo inter-generacional entre el abuelo y la madre en la primera parte ( Aun recuerdo cuando abríamos las puertas y dejábamos a los niños jugar en la calle ). Cualidad que es una espada de doble filo, ya que esto acaba constituyendo su enorme predictibilidad desde el primer instante.
Arkangel no es un juego de imaginación posibilística, ya lo hemos visto y vivido todos, sabemos lo peligroso que puede llegar a ser ese deseo de querer controlar o querer librarnos de alguien (estando esto último también presente en USS Callister). Es el eterno duelo entre la seguridad y la libertad filosófica, la rebelión Freudiana del hijo contra la autoridad paternal (en este caso maternal). La trampa que muchas veces se hacen las madres para auto-satisfacerse poniendo como excusa la seguridad del niño.
El episodio nos presenta las consecuencias del control de las emociones, de los estímulos y, en definitiva, de la vida. ¿Una persona que no conoce el aspecto de la sangre puede interpretar cuándo alguien siente dolor? ¿La inhibición de impulsos agresivos (el perro, el ruido de la ciudad, las peleas) puede hacerte ser insensible? ¿Y la distinción entre lo que está bien y lo que está mal? ¿Cómo llegamos a entender esta dualidad si solo experimentamos una parte de las dos?
Arkangel es otro ejemplo de lo que se ha convertido Black Mirror en las últimas temporadas: un conjunto de grandes ideas sobre el papel que pueden no serlo en la pantalla. Interesante y aterrador episodio que acaba siendo deborado (una vez más) por el nivel del que se espera de Black Mirror: guión apresurado, con un interés decadente y poca brillantez del mejor Brooker a la hora de plasmarlo.
Aunque no lo parezca, nuestra experiencia ya se torna indivisible y personal desde que nacemos.
Nada más salir de nuestra madre, ya somos nuestro propio ser, nuestras propias emociones y percepciones, listas para ser moldeadas por todo lo que nos espera allá afuera.
Es un error pensar que existe algo intrínsecamente malo en el proceso, que hay que evitar a toda costa: el dolor, el miedo y la incomprensión siguen siendo herramientas útiles para dibujar el mundo, por mucho que queramos evitárselas a nuestros seres queridos.
Arkangel narra precisamente eso: una madre destrozada en la sala de parto, que ha sudado sangre y desesperación hasta sacar a su hija, y por eso mismo siente que el silencio hasta el primer llanto es insoportable.
En ese momento sabe que nunca va a separarse de ella si puede evitarlo.
Y, gracias a la tecnología, tampoco tiene que hacerlo: la empresa Arkangel propone una suerte de aparato localizador y dispositivo de control parental, que es la perfecta herramienta para tutores solitarios e inseguros.
Nadie le pregunta a la niña si lo quiere o si lo autoriza, porque para qué, es sólo una niña.
Ese mismo sólo se va quedando limitado y extraño a medida que pasan los años, sin que Sarah vea una gota de sangre, una muerte accidental o provocada, o incluso el perro del vecindario que le asustaba.
El mal trago que Marie le ha ahorrado a su hija pronto se vuelve demasiado horrible, condenada a vagar por un mundo de formas borrosas y sonidos interferidos, cada vez más comunes cuanto más malhablados y agresivos se vuelven sus compañeros (siii, esa gran mentira de… todos pensamos que no es nuestro hijo el que dice palabrotas, el que pega u ofende).
Pero parece que no pasa nada, porque es una tecnología avalada por una empresa puntera, y en teoría le hará crecer sana mentalmente (porque seguro que nadie tiene ganas de experimentar lo que siempre se le ha prohibido).
Empatizas completamente con los deseos de Sarah, pero de algún modo los motivos de Marie tampoco parecen injustificados: sólo son dos mujeres atrapadas en un círculo vicioso de desconfianza, agravado por esa diferencia de edad que dice que no se debe contar todo a los padres, ni estos deben pedir demasiadas explicaciones de lo que no les interesa saber.
Y para salvar esa brecha, Marie se apoya todo lo que puede en su pantalla parental, porque no quiere perder de vista a su niña, aún a pesar de que la tiene delante para preguntarle lo que quiera.
Qué tiempos aquellos en los que sólo tenías que abrir una puerta para enterarte de la vida de otros, dice el abuelo, cuando ahora lo máximo que tenemos que hacer es encender el espejo negro que todos llevamos en el bolsillo.
No deja de ser triste que Marie y Sarah se pierdan continuamente, pues no han sabido relacionarse de verdad.
Pero también es lógico que lo hagan, porque nunca han tenido nada que perder en primer lugar.
La confianza sólo se puede recuperar si ha existido en primer lugar: de otra manera, confianza es sólo un concepto extraño cuando cada pantalla sirve de espionaje encubierto de quien queramos.
Pero lo más triste, terrorífico casi, es plantearse si, una vez que existiera la posibilidad de cegar nuestros seres queridos a lo malo, no podríamos resistirnos a hacerlo.
En todo caso, se podrían resistir todos aquellos que nunca hayan querido de verdad.
Un episodio que habla de la relación entre padres e hijos y las nuevas tecnologías. También muestra la educación del miedo y no sentir nada. Es un capítulo muy bien dirigido por Jodie Foster.
Sabemos que estamos viendo un capítulo de Black Mirror porque nos dicen que es Black Mirror y sale algún que otro pinito tecnológico. Perfectamente podría ser un thriller-drama alemán, de esos telefilms de Antena 3 del domingo a la hora de la siesta. Haced la prueba: cambiad el sistema Arkangel por un detective privado y no cambia absolutamente nada de la trama y el tratamiento.
Se supone que el capítulo debería tirar por los derroteros la educación en la era de la información, de los peligros potenciales de los chips humanos, y derivado de ello y articulando elementos, de la sobreprotección parental. De estos temas, y alguno más, solo toca y trata (además de una manera bastante corriente) el último. Al igual que en USS Callister, el capítulo en sí no está mal, se salva, podría ser una cinta evasiva más, pero teniendo en cuenta que se supone que esto es Black Mirror, no puedo hacer otra cosa que cabrearme y no perdonar.
Me cabreo porque la serie tiene capítulos maravillosos donde no solo se tratan temas relacionados con la tecnología (como White Bear) y tira para problemas más éticos. Aquí más o menos se puede agarrar con pinzas ese argumento, pero (otra vez) el tratamiento no es nada novedoso, nada del otro mundo, nada Black Mirror. Y en comparación con el recorrido de la serie, este capítulo es mucho más criticable y ofensivo de lo que sería si fuese una obra independiente o si se tratase de un capítulo de una serie mediocre.
No pido que no traten la sobreprotección, pido que lo traten de otra manera no tan cliché, y que ya que añaden todo el tema de la tecnología, de la biotecnología, exploten el filón que tienen en cuanto al retrato psicológico (nada congruente en toda la cinta, por cierto) de alguien que no solo se ha criado sobreprotegida, sino que literalmente ha sufrido flagrante censura de la vida real, cosas que deberían tener un potente impacto psíquico al descorrerse el velo , pero que en ningún se muestra que pase. Es más, no es que se muestre, es que ni si quiera parece que haya pasado en ningún (no hay shocks, no hay traumas, por ejemplo, excepto los exigidos por el guión). No sé, veo todo este aspecto muy caricaturizado, plano, forzado y falso.
Lo único que me ha sorprendido, a parte de algunos detalles menores y aislados, es el final, que al menos se puede explicar a partir de la sobreprotección, la censura y todo el aspecto psicológico que conlleva (el goce, el exceso de goce, las coordenadas simbólicas, lo Imaginario, lo Real, y otras movidas chungas).
Desde luego que la amiga Foster tiene un sello claro como directora, el cual es mostrar algo muy interesante y quedarse en algo común e intrascendente.
Esto lo digo con conocimiento de causa, ya que vi Money Monster y le pasa lo mismo. Tiene buenas formas tras la cámara, pero según pasas los minutos todo es predecible y termina sus obras dejando esa sensación de pudo sacar mucho más .
El capítulo no es malo e incluso apunta ciertas perspectivas interesantes pero que nunca llegan a culminar. Y es que el mayor error es saltarse lo más importante…
Si la niña, en determinado momento, le quitan la censura deberíamos ver como evoluciona ante tan gran e importante cambio, mientras que lo que nos ofrecen es y con los años se hizo una mujercita . Si al menos cuando llega a la adolescencia vemos cambios significativos que nos den a entender lo que quedó en medio lo aceptaría pero de eso nos dan un par de pinceladas en el mejor de los casos.
Una pena ver como según transcurren los minutos la historia se pone sobre los raíles que lleven a ese destino que hasta el más torpe puede vislumbrar (aunque lo haga con gracia).