Balas o votos
Sinopsis de la película
Con la pandilla de Al Kruger a la cabeza, los gángsters de Nueva York prosperan gracias a una administración débil que ha enviado al duro policía Johnny Blake (Edward G. Robinson) a un barrio de las afueras. Los cerebros de la banda son un triunvirato de banqueros cuyas influencias políticas, financieras y sociales permiten la existencia de los gángsters. Cuando Bryan, un editor que hace campaña contra ellos, aparece asesinado, un gran jurado designa al capitán Dan McLaren para que acabe con los malhechores. McLaren expulsa, aparentemente, a Blake del cuerpo de policía y éste, enfadado, se une a la banda como mano derecha de Kruger. Nick Fenner (Humphrey Bogart), el ayudante y asesino de Bryan, sospecha de Blake y desconfía de la presencia del ex policía en la banda.
Detalles de la película
- Titulo Original: Bullets or Ballots
- Año: 1936
- Duración: 82
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Opinión de la crítica
6.6
84 valoraciones en total
Destacada película de cine negro de la década de los 30, aunque lejos de los títulos consagrados del género como obras maestras tipo Hampa dorada , El enemigo público , Soy un fugitivo o Scarface .
Como era habitual en el cine Warner de esta época, Edward G. Robinson, con su personalidad arrebatadora, es la estrella y Humphrey Bogart y Joan Blondell los secundarios. Robinson, en un papel menos convincente de lo habitual, se sitúa a uno y otro lado de la frontera que marca la ley, siempre con sus métodos expeditivos, aunque lo hemos visto más feroz otras veces. Mantiene una relación más de admiración que de cariño con la siempre luminosa Joan Blondell (acaso un romance parece imposible), una actriz con unos ojos como dos soles.
Es por ello que el film, en mi opinión, hubiera resultado mucho más consistente y rico si Robinson y Bogart hubieran intercambiado los papeles, pero la estrella indiscutible por entonces era Robinson, al que solían darle los mejores papeles, con más caché y relevancia que nadie.
El tema del film es la lucha contra el crimen. La corrupción, la extorsión, los asesinatos y demás fechorías mafiosas están escandalosamente extendidos por todo Estados Unidos. Para ello las autoridades, desbordadas ante esta oleada de maldad, ultiman un ambicioso plan, nombrando ipso facto a un alto cargo policial, Mclaren, el máximo responsable de la lucha contra el crimen, con plenos poderes y máxima confidencialidad.
El film resulta entretenido y tiene ritmo, pero no llega a la profundidad de otros coetáneos suyos y, bajo mi punto de vista, descubre sus cartas demasiado pronto, lo que claramente le resta emoción y un plus de intensidad que habría resultado conveniente para un mayor suspense.
Como era habitual en los 30, la Warner sigue con su valiente política de producir films de denuncia social de la corrupción de todos los estamentos (autoridades, jueces, banqueros, etc), con un marcado estilo realista – a veces se basaban en noticias de prensa- , lo cual le daría unos magníficos resultados tanto artísticos como económicos.
Como amante del cine negro, y especialmente de la década de los 30 y 40, he de decir que Balas o votos no está entre mis favoritas (cualquiera de las mencionadas en el primer párrafo las supera), pero siempre es un placer ver a Edward G. Robinson y Humphrey Bogart en oscuras tramas, y más si hay cierto pique entre ellos, como es el caso. Además está Joan Blondell, así que sólo queda disfrutar del espectáculo.
Interesante film noir protagonizado por el siempre solvente Edward G. Robinson, experto como pocos en imbuirse en la piel de un tipo duro, ya sea defensor de la ley o, por el contrario, maleante sin escrúpulos. En esta ocasión en concreto lo hace en las dos vertientes: como policía y como mafioso, lo cual resulta ya de por sí lo suficientemente atractivo como para echarle una ojeada a este modesto filme.
La historia sigue los pasos de Johnny Blake (interpretado por el señor Robinson), un detective de policía que sin saber muy bien por qué es expulsado del cuerpo por su inmediato superior. Blake, sin trabajo y guardando un gran rencor hacia la ley, pronto comienza a acercarse a la sombra de los maleantes y sinvergüenzas a los que antes perseguía. Valiéndose de sus conocimientos sobre el mundo del crimen poco a poco comienza a progresar en el escalafón criminal granjeándose tantos amigos como enemigos. El objetivo final que Blake persigue no tardará en salir a relucir…
El guión de Balas o votos (por cierto, el título correcto pienso que debería ser Balas o boletos , pues se hace referencia a los boletos de apuestas y no a votos electorales ni nada similar) es lo suficientemente sólido como para que el resto de elementos que orbitan en torno a él lo hagan con solvencia y elegancia. La historia resulta bastante interesante, pero chirría en determinados aspectos.
Sosita cinta típica de gangsters de los años 30. El argumento no está mal del todo, pero el guión deja mucho que desear, parece hecho deprisa y corriendo, aunque es cierto que muchos guiones gloriosos se han hecho de esta manera.
Eso sí, lleva moralina. Parece una peli de propaganda para combatir al crímen organizado. Comprensible para la época en que se rodó.
Hay dos cosas que me han llamado la atención. Ver a Edward G. Robinson tan jovencito, pero eso sí, fabuloso como siempre. Y Humphrey Bogart haciendo de esbirro malo malísimo también sorprende, y aún así no se libra del típico beso chuloputas que suele dar en sus películas, en este caso a Joan Blondell.
En fin, Balas o votos también demuestra que si Scorsese copió a los orientales para ganar un Oscar, éstos tampoco fueron muy originales. Ya estaba todo inventado.
Tomando como punto de enlace El hombre que vino a cenar (The Man Who Came to Dinner, 1942), nos sumergimos en la filmografía de su director, William Keighley para encontramos un título tan potente como eficaz, Balas o votos (Bullets or Ballots, 1936).
Rodada en 1936 y protagonizada por Edward G. Robinson, Joan Blondell y Humphrey Bogart, Balas o votos nos muestra una historia de gánsteres, ambientada en los años posteriores a la prohibición, donde los mayores criminales no viven en barrios de inmigrantes ni trabajan en las trastiendas de suntuosos cafés, sino que anidan en las capas más altas de las élites económicas, bajo el amparo de una supuesta honorabilidad e incorruptibilidad. Edward G. Robinson encarna a Blake, un policía abrupto en sus formas (inspirado, por cierto, en un detective real de la época llamado Johnny Broderick) que tras simular su expulsión del cuerpo policial se infiltra en un grupo criminal. El violento y despiadado Fenner (Humphrey Bogart) desconfía de él en todo momento y no le pondrá las cosas fáciles. Joan Blondell, en un papel inusual (aunque secundario) para los roles de género de la época, encarna a Lee Morgan, la dueña de un negocio de lotería que se ve envuelta en la maquinaria criminal que le rodea.
Balas o votos es una película típica y atípica al mismo tiempo. Me explico: es una película típica por su forma, en la que dos personajes enfrentados, uno en el papel de héroe rudo aunque honorable, encarnado en la figura de Edward G. Robinson (quien por cierto se llamaba Emanuel Goldenberg y cambió su nombre debido a las dificultades laborales que en la época suponía ser judío), y otro en el del villano Fenner, cruel y violento, luchan por sobrevivir en un entorno hostil en el que las apariencias engañan y donde, aunque los malos bailan al son de un mal mayor, la justicia del Estado ha de imponerse victoriosa. Pero nos encontramos, además, ante una película atípica por el fondo: a pesar de ser muy ágil, la acción es limitada, aunque aparece ocasionalmente y de forma casi hilarante a través de los puñetazos que el protagonista reparte a diestro y siniestro. La figura del gánster no es aquí idolatrada al estilo de los románticos bandoleros idealistas que luchan contra el sistema con sagacidad y picaresca, burlando la ley para poder medrar, sino que se muestra como un parásito criminal que forma parte de un corpúsculo mayor, a extirpar de la sociedad.
Sin embargo, aunque la justicia prevalece, este filme no es un documento adoctrinador como el que se muestra, precisamente, en la primera escena de la película en la que los mafiosos acuden a un cine a verse a sí mismos en un magazine, sino que resulta casi una suerte de profecía, ya que los verdaderos villanos, los que mueven los hilos de la corrupción, son los dueños de los bancos (esto nos sonará a todos de algo). Igualmente, el poder se refleja como generador de opiniones de los medios de comunicación de masas, tanto en la escena mencionada como en la figura del editor que desafía a la mafia al principio de la cinta (otro aspecto que tampoco nos es ajeno en tiempos actuales).
Balas o votos es, por tanto, una película muy recomendable tanto por la agilidad y entretenimiento que ofrece la trama, como por el interés que subyace en el trasfondo de los personajes y su mundo que, aunque nos pese, también es el nuestro.
He podido disfrutar de una excelente película, he vuelto a saborear otro de esos films de cine negro americano que tanto me gustan en un titulo que desconocía hasta hoy en día.
Lo primero a destacar es la inteligencia de sus diálogos, durante toda la película sobresalen los tópicos del cine negro americano de la época, pero aquí lo hacen con brillantez y plasmándolo en pantalla con unas grandes interpretaciones encabezadas por el grandísimo Edward G. Robinson, demostrando una vez más que lo único que era pequeño de este hombre era su altura, ya que en cada una de sus interpretaciones nos da lecciones de actuación frente a la cámara. Los que amamos los clásicos de cine negro americano y los que seguimos a este actor quedaremos, una vez más, maravillados ante su interpretación.
Pero ahí no queda todo, como en buena película de cine negro, los secundarios son de autentico lujo, son una autentica orquesta coral para que todo quede perfecto, y además podemos disfrutar de un tour de forcé entre Humphrey Bogart y Edward G. Robinson absolutamente memorable.
También a destacar que por encima del encumbre cimiento del cine de gangster y la violencia gratuita que podemos ver estos días en cualquier película del genero, en esta película se mantienen intactos palabras pasadas de moda hoy en día como la honestidad y la integridad.