Arte sangriento
Sinopsis de la película
Los macabros desnudos ensangrentados que representa el pintor Antonio Sordi en sus cuadros, triunfan entre los refinados miembros de la alta sociedad. El artista se inspira en la obra de un antecesor suyo del siglo XVI, un autor maldito que fue quemado en la hoguera por la Santa Inquisición y que, según cuenta la leyenda, regresó del más allá convertido en vampiro para secuestrar a bellas mujeres. Ahora, Sordi es poseído por ese espíritu y los crímenes vuelven a la ciudad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Blood Bath
- Año: 1966
- Duración: 70
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Opinión de la crítica
Película
4.5
61 valoraciones en total
Decepcionante película producida por el gran Roger Corman (de ahí la presencia de ilustres intérpretes con los que solía contar a menudo, como Sig Haig y/o Jonathan Haze), que puede que en su tiempo tuviera fuerza, pero ahora resulta simplemente absurda y lo peor de todo, bastante aburrida.
Nada tiene sentido, aunque contiene una gran escena, más que nada por ser original y algo sorprendente, el ataque en la piscina del vampiro a una de las anfitrionas.
Por lo demás, dura tan sólo algo más de una hora y se hace algo larga. No digo nada más.
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El Bikini. Creado a finales de los 40, se popularizó a partir de 1962, gracias a Úrsula Andress y su bikini blanco de Dr. No en 1962, pero fue en 1966 cuando alcanzó su impulso definitivo con Raquel Welch y su Hace un millón de años . Roger Corman, avispado como siempre, produce ese mismo año un penoso filme sobre un vampiro-pintor, que va con sombrero cordobés y sale de noche o de día en busca de sus víctimas, a las que desnuda y asesina para posar de modelos involuntarias de sus espantosos cuadros. Erotismo light, muy ingenuo, la protagonista se pasa el filme luciendo tipo en un sugerente bikini, para deleite de adolescentes, junto a una mujer semidesnuda, a las que en creativos planos consiguen que no se vea nada digno de ser censurado.
Baño de sangre, más bien poco. El único mérito del filme es la excelente fotografía en B/N por calles empedradas y como aprovechan los lugares y hasta las infraestructuras como un puente, para rodar buenas escenas. Escogen un dry lake, con su aspecto irreal, para representar las visiones del artista, en plan surrealista daliniano, pero en cutre. Por lo demás, una historia muy limitada, que parece escapada de alguno de aquellos comics de terror de los años 70, riéndose de los beatniks y su búsqueda de arte original y muy poco más. William Campbell, que fue uno de los malos más recordados de la serie original de Star Trek ,con su buena dicción es lo único digno de salvarse de esta modesta y mediocre producción.
Lo cierto es que no tenía ninguna intención de ver Blood Bath , de hecho no sabía que existía hasta que encendí la televisión y vi que empezaba una película que apenas duraba una hora y que parecía viejuna. El nombre de Jack Hill me sonaba, claro que luego descubrí que lo había confundido con Jack Arnold. Total, que empezaba la peli y un primer plano de un cuadro era el pistoletazo de salida. Segundos después, pasados los créditos, todo se iniciaba con una serie de secuencias largas de un hombre con gabardina caminando en una ciudad, por la noche. Los claroscuros de la fotografía B&N, un curioso uso de la cámara y dos planos secuencia más tarde, pensé que estaría ante una de esas joyitas de cine negro que no son muy populares pero que, como pasa con Detour (Edgar G. Ulmer, 1945), poseen mucha calidad. Qué equivocado estaba.
Jack Hill y Stephanie Rothman dirigen a dos bandas una historia sobre un pintor que se ha hecho famoso por plasmar cuerpos muertos de sus modelos en cuadros terriblemente macabros pero sumamente estimulantes. Casi parecen reales, los lienzos cobran vida, o algo así dice un tasador que aparece en la película. El problema de ésta es que no sólo no está a la altura de su prólogo , sino que pasados diez minutos, en una secuencia sucedida en una taberna, todo se va abajo y esto se convierte en una parida sobreactuada en la que nada de lo que pasa tiene mucho sentido. Un par de buenas secuencias por ahí sueltas, un uso inteligente de la cámara fija y algún acierto a nivel visual completan una peli que mezcla pintura con sangre, maldiciones y vampirismo, y cutrez con y sin encanto.
Blood Bath no es un bodrio infecto, pero lo cierto es que tampoco es mucho peor que un slasher contemporáneo más allá de que aquí no hay rubias que tropiezan por el bosque. No enriquece verla y tampoco dura tanto como para considerarse una pérdida de tiempo. Simplemente es un exponente flojillo de lo que era el terror serie B de la época y un mal híbrido entre slasher y noir.