Ana de las tejas verdes (Serie de TV)
Sinopsis de la película
Serie de TV (1979). 50 episodios. Serie basada en los libros de Lucy Maud Montgomery, y que a lo largo de 50 episodios narraba la historia de Anne Shirley, una joven huérfana que vivió durante el siglo XIX en Canadá.
Detalles de la película
- Titulo Original: Akage no An (Anne of Green Gables) (TV Series)
- Año: 1979
- Duración: 24
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Opinión de la crítica
Película
5.5
38 valoraciones en total
Hasta hace un año, no contemplaba siquiera la posibilidad de meterme con Ana de las tejas verdes . Tal vez, si no hubiera descubierto el Studio Ghibli, si no hubiera experimentado el placer de perderme en la imaginación de Miyazaki o la sensibilidad naturalista de Takahata, esta maravilla me habría pasado desapercibida. Como un largo culebrón lacrimógeno, una historia ñoña, estúpida, aburrida.
Varias opiniones positivas, de criterios que considero fiables o al menos afines a mis gustos, me animaron a dar el paso y empezar a verla.
Recuerdo mi sensación tras el primer capítulo. Se me hizo muy pesado, lento, los personajes no parecían tener ningún interés y algunas de sus actitudes me resultaron odiosas. Recuerdo que me aburrí, que pensé que no la soportaría hasta el final. Me negaba a verlo así, pero lo cierto es que no me gustó. Y decidí seguir, aunque fuera por completismo, sin apenas esperanzas de sacar algún fruto.
Sin embargo… acabé por engancharme de una forma que nunca pude llegar a sospechar. Ana, que me pareció en principio una cría cursi y falsa, fue haciéndose más y más adorable. De la noche a la mañana, me descubrí sonriendo ante su ingenuidad, su tendencia a la exageración dramática y sus manías con las pecas o el color del pelo. Y esas sensaciones positivas fueron aumentando, a cada episodio me iba encariñando más y más con ella y el resto. Poco a poco, se fue creando un vínculo, cada vez más fuerte, entre ellos y yo. Llegué a compenetrarme con la historia como nunca antes lo había hecho, estaba simplemente ante una de las manifestaciones de emoción y sensibilidad artística más redondas que había podido ver.
Pero, ¿qué es lo que la hace tan especial?
La verdad es que no tengo que insistir demasiado en esto, porque está magistralmente explicado en la crítica anterior. Su retrato del crecimiento de una niña, la adquisición de nuevas experiencias, el recuerdo de los sueños despreocupados, las alegrías, la sencillez de la infancia frente a la aventura de madurar y la nostalgia melancólica de todo lo que nunca más podrá experimentar… todo ello narrado de una forma hermosa, sutil, recreándose en cada detalle del proceso. Frente a la cursilería y las dosis de azúcar que esperaba, vi más bien una historia madura en sus formas y en su fondo, tan amarga como el recuerdo de todas aquellas emociones que uno puede atesorar en su infancia, con la certeza de que nunca más volverá a sentir.
Es fácil, diréis. Yo no lo creo. Para empezar, esta serie no sería nada sin sus personajes, y éstos están descritos con gran detalle y matices de todo tipo. Son mucho más de lo que parecen, tienen grandes virtudes y arrastran preocupantes defectos, y son dinámicos, los cambios afectan a su carácter. Muy pocas veces he visto tanto mimo puesto en unas caracterizaciones con la intención de darles una individualidad y una complejidad únicas. Llegas a meterte en su piel de una forma tan acusada que te cuesta creer que sean dibujos animados.
Una estupenda adaptación en modo anime de las novelas de Ana de las Tejas Verdes. Una ficción de lo más simpática, entretenida y bien adaptada para niños sin perder la esencia de la historia. Sin duda, ojalá hubiera hoy en día más series infantiles de esta calidad, con una buena historia, que transmitan buenos valores y con personajes entrañables.
Sinceramente me sorprende la baja calificación a esta serie absolutamente brillante que dirigió Isao Takahata (La tumba de las luciérnagas) en 1979 con la colaboración de Hayao Miyazaki (El Viaje de Chihiro), con el que fundaría posteriormente el Studio Ghibli, y Yoshifumi Kondo (Susurros del corazón). Me temo que buena parte de las calificaciones que ha recibido la serie se deban a votos de gente que no se ha parado a verla y que simplemente la votan porque les suena o la recuerdan vagamente de la infancia englobándola directamente como una cursilada infantiloide.
Pues señores, siento decirles a todos los que votaron por esa razón que se equivocan rotundamente. Ana de las Tejas Verdes, basada en la novela de Lucy Maud Montgomery de 1908, es una serie sorprendentemente madura y con una profundidad en la inspección de sus personajes como pocas. Maneja una muy cuidada forma de narrar casi literaria. En su forma de abordar las cuestiones resulta tan revolucionaria como el hecho de poner sobre la mesa conceptos que actualmente son muy infrecuentes.
Sin concesiones a lo forzadamente infantil, vemos como se desarrolla la nada convencional historia de Ana Shirley y cómo evoluciona su vida desde la niñez hasta la edad adulta. Tiene como grandes aciertos crear unos personajes entrañables y una ambientación muy lograda. A destacar las altas dosis de filosofía, sobre todo en los largos monólogos entre ingenuos y llenos de verdad, de Ana.
Ana de las Tejas Verdes es la historia de una vida. Desde los juegos infantiles pasando por la adolescencia, los cambios, la superación, las primeras decisiones, los estudios, el futuro, la muerte… Todas estas cuestiones son tratadas con una amplitud de miras que recuerda más a la realidad que a la ficción, siempre intentando abordarlo con un optimismo que las circunstancias no siempre pueden mantener. La serie no nos muestra que las cosas son blancas o negras sino que toda situación tiene sus matices.
Muy pocas series hacen un impacto de la nostalgia como Ana de las Tejas Verdes. Cuando nos encariñamos de la pequeña Ana, empieza a crecer. Y la serie lo remarca con lo que fue y nunca volverá a ser. Nunca pierde de vista el futuro, pero hay mucho de melancolía, contándolo con una aplastante plasticidad.
Muy poética serie con unos paisajes evocadores, mucha reflexión y un carácter entrañable difícil de olvidar. Muy recomendable verla siendo adulto sin ningún tipo de prejuicio y disfrutarla de principio a fin. La mayor injusticia que se puede cometer con estas series es infravalorarlas por los prejuicios generalizados que se tienen hacia ellas. Carácteres distintos aparte, estos trabajos no tienen absolutamente nada que envidiar a aquellos que ahora muchos llaman obras maestras de la animación como puedan ser algunos trabajos de Pixar. Muchas de estas series clásicas son OBRAS MAESTRAS con mayúsculas y en particular Ana de las Tejas Verdes es probablemente el paradigma de todas ellas.
Anne describe la evolución de un personaje de una manera gradual y perfecta, en la serie se ve como el personaje cambia física y mentalmente de una manera sutil, a pesar de ser una serie que tiene sus años la animación te ofrece lo suficiente para poderla disfrutar, y los monólogos de Anne son buenos, lamentablemente la gente en esta series se acostumbro a ver como todos los familiares mueren o están acostumbrados a lo monótono del anime moderno.
Hay cosas que te marcan el corazón para el resto de tu vida. Acabo de terminar de ver el último episodio de esta serie, tras casi medio año, y la huella que me ha dejado va a perdurar para siempre.
No sé por qué de niño no le presté atención. Imagino que las expectativas de que los dibujos animados deban contener 1001 aventuras para los niños me descolocó y la indiferencia que me produjo no era más que las expectativas que me creaban los estereotipos.
De casualidad, me molesté en leer las críticas de los usuarios y, sin dejarme llevar por la puntuación, decidí darles crédito… ¡y vaya si no me arrepiento! Aparte de contar con una sensibilidad excepcional en la que cada fotograma se revela como una bella poesía en base a una animación cuidada y un sentido del ritmo cautivador y reflexivo, ésta es una de las series más profundas que he tenido el gusto de ver: los personajes se presentan con infinitos matices, y con una dimensión humana sin precedentes: Ana, Marila, Matthew, Diana… te roban el corazón a los pocos episodios. Las situaciones más transcendentales en la vida de una pequeña huérfana atolondrada y parlanchina se nos presentan en una genial narración con el fin de hacernos reír en las infinitas posibilidades que ofrece la risa, o hacernos llorar de las diferentes formas que el llanto se nos dibuja en el rostro al disfrutar de una buena ficción. La evolución de cada personaje, los sentimientos y las tramas se van entretejiendo en una obra cautivadora: sensibilidad pura y nada de edulcorantes. Porque, la sensibilidad malentendida es aquella que va directamente a las emociones primarias sin pasar por el cerebro. La sensibilidad de Ana de las Tejas verdes entra por la vista, hace reflexionar y llega, al fin, a conectar con nuestro interior, para crear un diálogo con nosotros mismos y nuestras experiencias e inquietudes. Es, por tanto, que la vida de Ana, la vida de un dibujo animado, jamás se había presentado tan similar a la vida de cualquier ser humano.
Gracias por estos 50 espléndidos episodios.