Alpha
Sinopsis de la película
Tres amigos se ven obligados a separarse tras un atraco frustrado. Ocho años más tarde, el destino los vuelve a unir a pesar de haber tomado caminos muy distintos. Eric (Miquel Fernández) sale de prisión tras ocho años, durante los que ha perdido lo que más quería, Toni (Alex Barahona) ha decidido dejar de vivir al margen de la ley y se ha convertido en policía, por último, Tom (Juan Carlos Vellido) es el capo de una banda de criminales que actúa con la complicidad de la policía local.
Detalles de la película
- Titulo Original: Alpha
- Año: 2013
- Duración: 112
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Opinión de la crítica
Película
5
98 valoraciones en total
Si Joan Cutrina hubiera asistido a las clases del ficticio profesor Castro que imaginó Amenábar para su Tesis, sin duda habría tomado nota de su cita más famosa: dar al público lo que quiere ver. Efectivamente, el cineasta catalán reivindica el cine como industria y el género negro como vehículo propicio para conectar con el espectador. La taquilla dirá si lo ha conseguido.
Alpha quiere ser cine negro, pero se queda en cine de acción.
La película hace múltiples referencias al buen cine negro, contemporáneo y norteamericano, para construir una atmósfera lograda. Una Barcelona desarraigada y cosmopolita que alcanza el grado de no-ciudad, caracterizada como tablero de juego en el que operan corruptelas policiales, políticas y mafias internacionales.
Se nota la mano de productor ejecutivo en los detalles, contribuyendo a un realismo formal sólido que se sostiene en la estupenda fotografía de Pau Esteve Birba y en un uso adecuado de la banda sonora. Sin ahondar mucho más en cuestiones técnicas, en las cuales me declaro absolutamente profano, sí es llamativo el notable abuso del plano detalle o primerísimo plano, que distrae cuando no resulta directamente molesto.
Alpha no esconde su inspiración en el cine de Michael Mann, demuestra ritmo y soltura en las escenas de acción (muy potente la escena del atraco a los narcos), desprendiéndose del eterno complejo del cine español con el tiroteo-espectáculo. Un camino que ya tantearon directores como Calparsoro o Courtois, y sobre el que pisa fuerte el maestro Urbizu.
El problema surge cuando los homenajes al estilo del director estadounidense se hacen omnipresentes, opacando una personalidad propia tras la cámara. Los que hayan visto Heat – y los amantes del cine negro seguro que la han visto – encontrarán demasiado familiares escenas como la del policía que para al ladrón a un lado de la carretera y lo invita a un café, o la reunión de los atracadores previa al asalto suicida final. Estos y otros guiños sobredimensionados desacreditan la película. Porque ya sabemos que las comparaciones son odiosas, y hay maneras y maneras de honrar un clásico.
Pero lo que más perjudica a la cinta son sus débiles cimientos, el guión: demasiados personajes arquetípicos, sin matices (sí, ya no vale sólo con evitar buenos y malos de toda la vida), que aparecen desequilibrados en escena, diálogos convencionales hasta decir basta, y también algunos giros – o atajos – en la trama pobremente justificados, que dan ganas de apretar el botón imaginario de pausa y gritar ¡¿qué?!. Por no hablar de la ausencia de personajes femeninos de peso: los que interpretan Xènia Tostado y Daniela Blume son meramente testimoniales, y la trama de amor imposible se le queda muy corta a Irene Montalà.
En definitiva, lo más potente de Alpha reside en su factura técnica, en su vehemente repertorio de acción, y en el trabajo veraz de Juan Carlos Vellido como capo local y de Adolfo Fernández en el papel de un poli corrupto de la peor calaña. El resto del elenco no brilla, bien por demérito propio o por las razones expresadas más arriba, con la salvedad – tal vez – de Sergi Arola. El mediático chef da rienda suelta (aquí contengo la enorme tentación de la metáfora culinaria) a su vena más rockera en un pequeño pero curioso papel de mecánico conocedor de los bajos fondos barceloneses.
Tal vez, paradójicamente, la experiencia cinematográfica y las reverencias del director lo han traicionado, impidiendo una apreciación más benévola, tal como suele ser natural ante una ópera prima. Pero las intenciones se merecían más.
http://gerardomartinsilva.wordpress.com/
El intento de Joan Cutina por elaborar una cinta que aunase el thriller con la acción le ha salido cojo. El trío de amigos compuesto por Eric, Toni y Tom hace de las suyas en sus años de juventud (un dato a tener en cuenta es que Juan Carlos Vellido le saca doce años en la realidad a los otros dos) y uno de ellos, Eric, acaba en la cárcel en donde está 8 años. A su salida, en busca de la ya manida y tópica redención, vuelve a contactar con los dos integrantes del grupo: Toni es ahora policía (y no solo policía, sino jefe) y Tom es un mafioso respetado que hace tratos con algunos policías corruptos. ¿Les suena? Seguro que sí. Uno de los fallos más importantes y por lo cual cojea esta película es que está repleta de tópicos, de frases trilladas e infantiles y que no ofrece nada, pero nada, original.
Por otro lado, los personajes. Miquel Fernández interpreta a Eric, ése que busca el perdón del karma y que intenta canalizar el bien en su vida, encauzando incluso a un hermano descarriado en una escena que parece fotocopiada de American History X . Su historia de amor tampoco ayuda, porque no dura en pantalla poco más de cinco minutos (y hablamos de una película larga en extensión, ¿eh?). Juan Carlos Vellido es Tom, jefe de una banda que se dedica a realizar golpes programados por policías corruptos. Tal vez sea el actor que mejor se amolda a la película y que no parece infantiloide cuando pronuncia sus frases. Álex Barahona, el policía justiciero, en redimido, el que optó por el lado bueno de la vida, que tiene una familia con esposa y dos hijos, no, señores, es de los papeles menos creíbles que he visto en mucho tiempo. Las chicas tienen papeles testimoniales, por lo que sus papeles no merecen ser juzgados. Adolfo Fernández es el policía corrupto calcado de cientos de películas americanas pero con ese sanbenito español que no hay manera de quitarse de encima. No tiene carisma, ni convencimiento, ni aporta seriedad a la historia.
Alpha pudo ser una película diferente, original y triunfadora, pero se ha quedado en una película de policías del montón. El hecho de haber intentado parecerse a otras le ha resultado un lastre del que no ha podido librarse. Quizá en la próxima todo le vaya mejor a Joan Cutrina. ¿Quién sabe?
Pues eso, que es bueno, pero no tiene tensión y las escenas de acción son bastante normalitas, comparándola con Grupo 7 por ejemplo, nada que ver. Y aquella tenía mucha acción y muy buena. Por lo menos se sale de los cánones típicos de pelis españolas, realmente merece la pena verla.
Con una secuencia de apertura del todo desequilibrada en su concepción y montaje, también en sus resultados, se abre esta ópera prima del catalán Joan Cutrina, experimentado productor de, principalmente, documentales, que inicia su andadura en el cine de ficción proponiendo un relato basado en una historia real y utilizando los estilemas característicos del cine policiaco, para contarnos la historia de tres amigos, antaño miembros de una misma banda criminal de barrio, que tras ochos años han tomado caminos diferentes: uno acaba de salir de prisión tras todo ese tiempo y quiere rehacer su vida sin meterse en líos, el segundo es el capo de una banda de criminales que colabora con la policía local y el último se ha hecho policía y trabaja para el departamento de crimen organizado. La idea de explorar el cambio en las relaciones de tres personajes tan antitéticos, pero de pasado compartido, no deja de resultar interesante, como lo es también (por muy manido que esté) el clásico argumento de hombre salido de prisión que buscar empezar de cero, aunque siente la tentación de volver a las andadas pululando a su alrededor. Alpha habría ganado muchos puntos si su director y guionista (Antoni Solé) hubieran apostado porque su película profundizara y desarrollara ambos conflictos. Probablemente, no hablaríamos ahora de una ópera prima malograda. Porque en un evidente caso de error de perspectiva, los responsables de Alpha confieren toda la importancia a las tramas criminal y policial, en detrimento de las, digamos, más sociales, tratando de construir un thriller de carácter urbano al que se le notan demasiado las costuras. Por no hablar de los patrones.
Con un estilo visual claramente inspirado en el Heat (1995), de Michael Mann, poco más brinda esta cinta al género que no hayamos visto antes (y mejor) y cuyo principal problema radica en el texto que la sustenta. Clichés (en el dibujo de los personajes, en la sucesión de acontecimientos, en la naturaleza del contexto en el que todo sucede) y situaciones cuyo desarrollo y resolución responden a esquematismos completamente estereotipados se dan la mano en la trama criminal, mientras la inverosimilitud campa a sus anchas por la policial (con líneas de diálogo y réplicas que producen sonrojo por su infantilismo, como si las hubieran escrito niños de primaria jugando a policías y ladrones ), logrando que toda la puesta en escena orquestada por Cutrina haga aguas y que, incluso, los insertos de la escueta y anecdótica trama social carezcan del empaque emotivo que necesitaban. Esto y unos giros argumentales de manual, que no ofrecen al espectador más que la sempiterna cantinela en su cabeza de lo veía venir , dan al traste con la función de manera fatídica casi a mitad del metraje, por lo que llegados al impactante y bien rodado palo final, con fuego cruzado incluido, a uno le da por pensar en el mal encauzado potencial de su director, digno de empresas mejor hilvanadas que esta.
Este tenso tiroteo cerca del final resulta, no obstante, una gran sorpresa, cuando a lo largo de toda la película Cutrina había evidenciado una falta considerable de tino precisamente en la creación del clima y la atmósfera internas, primero por la cansina utilización de una selección de temas musicales para nada idóneos en lo que a acompañar las imágenes se refieren, que si no aportan un exceso de ruido verdaderamente incómodo, restan alcance tonal a las imágenes, llevando al espectador a sentir la emoción contraria a la deseada. Segundo, por una indefinición alarmante en su concepción visual, donde se conjuga una planificación sobria y con clase, exquisita unas veces, con otra nerviosa e histérica, que aturde y pierde la atención del espectador, mezclados por algunos desmayos, como ralentís metidos con calzador que, aparte de remitirnos a los visibles referentes cinematográficos de los que bebe la película, solo logran producirnos una tensa molestia ante la constatación de la ambiciosa pretensión del director.
En el campo interpretativo, todo el elenco se ve doblemente limitado: por un material de base tan poco sustancioso y por una planificación más pendiente de hacer constar el dominio y el oficio del director detrás de la cámara, que en permitir que se cuele por la pantalla algo de auténtica verdad. Porque, eso sí, aunque todo parezca jugar en su contra, los actores se muestran voluntaristas y, cual niños, se creen a pies juntillas sus superficiales personajes. Miquel Fernández resulta ser el más desaprovechado de todos, al conferirle la historia tan pocas opciones de lucimiento. Sobrio y sereno, el actor pone en evidencia las ignoradas posibilidades que poseía su trama. Juan Carlos Vellido compone con estoicismo y solemnidad su personaje, levantándolo del lugar común y confiriéndole una grata empatía. El trabajo de un esforzado Álex Barahona llega a ser el más llamativo de los tres, pero más por la obcecada intención del intérprete para, primero, convencer en un registro dramático a pesar de su físico y, segundo, dotar de verosimilitud a su parte del pastel, esto último totalmente en vano. Las cortas intervenciones de unas emotivas Irene Montalà y Xenia Tostado no caldea una función en la que, para colmo de despropósitos, Adolfo Fernández desperdicia una magnífica oportunidad para componer un malo de altura, acometiendo su trabajo desde una televisiva complacencia.
http://actoressinverguenza.blogspot.com
Como un axioma evangelizado por su consistencia y su esquematismo referencial, el género policiaco ha ostentado, desde siempre, unos estilemas procedimentales muy atrayentes en la estética del thriller urbano. Guiado por su discurso, que no discursivo, analítico de corrupción, policías delincuentes y calles ardientes de crimen, drogas y prostitución, el esbozo de los intestinos de una ciudad cubierta de barro que supura dolor y agonía en el lapso nocturno ha perpetrado, en el mejor de sus paradigmas, una estimulante unidad entre lo conceptual y lo formal. En el cine español de los últimos años parece entenderse bastante bien este planteamiento, y el filme de Joan Cutrina, Alpha, continúa por esa buena senda.
Arraigado en los bajos fondos y los estercoleros morales que moran por el asfalto húmedo y las alcantarillas humeantes, el relato destripa la sordidez de un mundo, plagado de rostros reconocibles que rechazan el cliché expresivo, donde la distinción de bandos y de filias se muestra certeramente desdibujada. Entre la línea incierta que cruza los falsos héroes y los justicieros al margen de la ley, Cutrina traza un estilo férreo y hiperactivo en su realización, logrando un ritmo endiablado que no decae ni tan siquiera en sus pasajes de contrapeso melancólico y sentimental.
El barcelonés asegura servirse, como fuentes de inspiración, del cine moderno italiano (Tornatore) y los thrillers de los maestros americanos, Martin Scorsese y Michael Mann. Ciertamente, su ajustado y preciso diseño de producción consigue que Alpha se adueñe de la plasticidad renovada de títulos tan imprescindibles como Mean Streets y Heat, consecutivamente. Su puesta en escena y el despliegue de sus escenas de acción con fuego cruzado denotan solvencia y suficiencia de medios, reforzando su sólida apariencia.
Pese a que su línea argumental se antoje cimentada en una plantilla de previsible causa-efecto, dada la erosión de convencionalismos que a estas alturas tiene adheridos el género, se percibe en sus creadores la náusea por trascender, por preservar lo necesario y deshacerse de lo impostado, y por crear identidad propia a su testimonio, cruzando amplios arcos de transformación en un nutrido reparto que supura la mayor de la voluntades y veracidades interpretativas. Pese a ser eminentemente dramático, su montaje, además, se permite unos recursos expresivos que subrayan felizmente la frescura y rudeza de sus formas.
Una propuesta española, en definitiva, que va por libre y que arrastra tras de sí los ademanes de los mejores patrones plásticos que el thriller policiaco nos ha podido ofrecer, fundamentalmente en las más exitosas series de televisión de los últimos años en dicho género: The Wire y Breaking Bad. Por momentos, Alpha se siente deudora y adaptadora, más que continuista, de estas referencias, tanto en cuanto su potencial material es ajeno y se esfuerza por hacerlo propio. En ciertos pasajes dramáticos asoma la impostura y la pose, pues su ambición totalizadora y la densidad de su diversidad temática adoptan un plantel caleidoscópico en su pretensión de plasmar el confuso reflejo de la sociedad del fracaso.
Pese a cumplir con un clásico esquema de confrontación entre policías y maleantes, Alpha triunfa en la ruptura de dicho maniqueísmo mostrando la convivencia entre héroes y villanos entreverados, donde la bondad y la maldad coexisten en la misma persona según los impulsos y las situaciones a las que se vea sometido. Una indistinción borrosa por la que asoma el panorama político del país, que entretiene a pesar de su pesimismo y ofrece una denuncia imperecedera sobre los prismas camaleónicos que ofrece la naturaleza humana cuando ostenta el poder y la fortuna. Ética y estética que se dan de la mano en una balanza que sostiene la carne cruda y los intestinos de nuestras vidas y de las gentes que viven, y que malviven, en la oscuridad y la confusión de la noche.
Crítica para http://www.cinemaldito.com
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