Aelita
Sinopsis de la película
Adaptación de una novela del conde Alexei Tolstoi, pariente lejano de León Tolstoi. Aelita, la reina de Marte, harta de vivir sometida a su despótico padre, lanza una llamada de socorro a la Tierra. Tras descifrar el mensaje, el ingeniero de la Estación de Radio de Moscú, al que se une el revolucionario Gusev, emprende un viaje a Marte en la nave que ha construido. Los dos ayudan a Aelita a derrocar al tirano, pero, a continuación, también ella implanta un régimen totalitario.
Detalles de la película
- Titulo Original: Aelita
- Año: 1924
- Duración: 120
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Opinión de la crítica
Película
6.4
88 valoraciones en total
Hubiera sido fácil admirar esta cinta si no incurriese en tantas torpezas difíciles de obviar. Aun teniendo una considerable cantidad de aciertos, y de ser punta de lanza en la ciencia ficción (no tanto por la calidad como por el momento del rodaje), sus carencias entorpecen el discurrir natural de la historia, que se hace difícil de seguir con sus vaivenes y sus continuos cambios de foco de atención. Introduce demasiados elementos que despistan y que no son manejados con acierto. Muchos personajes que deambulan por pantalla sin cometido fijo y un desaforado histrionismo, incluso para la época. Y como remate, algo que me molesta profundamente, y en la que podría considerarse pionera también: el engaño, pues juega al despiste haciendo parecer lo que no es y desdiciéndose cuando le interesa.
Aelita ha pasado a la fama por ser la primera película de ciencia-ficción de la Unión Soviética. Pero en la Rusia de los años 20, con una sociedad reubicándose tras distintas Revoluciones, especialmente la de Octubre del 17, la guerra civil y el conflicto mundial, era imposible no acabar haciendo cine político. Y Aelita, reina de Marte es una película donde la ficción ocupa, pese al título del film, un lugar secundario frente a un pseudo documental donde la dureza de la supervivencia coexiste con la picaresca más hispana, el humor más rocambolesco y el melodrama pasional.
Curioso retrato costumbrista donde Protazanov se desenvuelve bien. Interesante este director con nombre medicamentoso cuyos orígenes como cineasta se remontan a la Rusia de los zares, y que, sin hacer cine-político, o al menos ese cine propagandístico al que otros directores nos acostumbraron, impregna con sus ideas todo el film. Esos personajes venidos a menos, ocultando sus vestidos de fiesta bajo sucias botas y pobres harapos, son algo así como el exponente de ideologías en decadencia. Y lo mismo cabe decir de esa sociedad marciana al más puro estilo esclavista faraónico, donde las ideas revolucionarias progresistas y favorecedoras de la clase obrera acaban sucumbiendo ante nuevas dictaduras surgidas de los mismos estratos que después serán oprimidos.
Son lecturas políticas para una película que, por mucho que se resista a ello no puede dejar de serlo. Es el año 24. Y aunque los hechos se disfracen de sueños del protagonista y sean, por ello, algo menos culpables ideológicamente, destilan cierto inconformismo.
Disidencias aparte, el film tiene un triple interés. Por un lado, el histórico, al situarse en el contexto ideológico de la revolución, por otro, el científico con sus referencias a una futura carrera espacial, y por último un interés artístico-estético e incluso costumbrista, por lo que hace al universo marciano y a sus formas de vida y gobierno un tanto en la línea del mundo feliz de Aldus Huxley.
Recomendada para exploradores de universos cinematográficos
Película marcada hasta la médula por sus condicionantes: la Rusia post-revolucionaria que resueña sus gestas en mundos interplanetarios aún no pisados. Con sabor visionario (la carrera espacial, otras obras de la ciencia-ficción…), pero con raíces bien ancladas en su presente. Un presente de gran interés en términos fílmicos y estéticos, y de peligrosas consecuencias en términos políticos.
Como Metrópolis, sorprende por su ingenuidad y sus convencionalismos (actitudes de género muy de época, consagración a la causa y a la patria, moralina, tono edificante…), que contrastan vivamente con su estética atrevida en la parte relativa a ese Marte que, personalmente, a mí me ha traído a la mente a la Salomé de Alla Nazimova (1923), un añito anterior.
Interesante y recomendable en cualquier caso, si bien más como una mirada a los propios años 20 en el contexto ruso (más aún por la obvia carga de propaganda presente en su cine, aunque la vanguardia habría de recular con el tiempo). Paradójico cómo toda visión sobre el futuro acaba, a posteriori, hablándonos más sobre el pasado. Dentro de cien años, nuestros propios sueños proféticos se verán también como un desvarío naif.
Extraño sci-fi panfleto que en el fondo no es ni sci-fi y para colmo no se trata de un panfleto sino todo lo contrario para el gobierno ruso de aquella época: ¡¡E-S–U-N-A–P- E-L-Í-C-U-L-A R-U-S-A–M-U-D-A–A-N-T-I-R-E-V-O-L-U-C-I-O-N-A-R-I-A!!
Aunque Yakov Protazanov dirigiese sesenta películas únicamente será recordado (o ha tenido una trascendencia) con ésta, basada en una novela de Alexei Tolstoy. Desde el futurismo al cubismo la revolución llega a Marte con doble asesinato incluido, violencia de género y decorados y vestuario a juego. Cruce también con el expresionismo y previa a Metropolis aunque posterior a Viaje a Marte de Holger-Madsen.
La Aelita de Yakov Protazanov habla del esclavismo que se sufre en Marte y que es necesaria una revolución, con cierta mirada maquiavélica: matar por conseguir objetivos. Nos describe una dictadura y que la única manera de evitarla es una revolución pidiendo ayuda al extranjero, y una vez conseguida la libertad, tendremos otro ‘¡dictador!’
Aunque Protazanov intenta meter el panfleto por todos lo medios en ese final feliz: el protagonista se deberá comprometer con el deber social en vez de satisfacer sus intereses individuales.
Yakov Protazanov fue uno de los cineastas pioneros en Rusia. Empezó trabajando cuando el cine aún era mudo y Rusia vivía en un régimen absolutista gobernado por la monarquía del Zar. Seguramente su película más famosa dentro de este período político fue Pikovaya dama (La Reina de Picas, 1916). Durante la revolución soviética el director permaneció en la Europa occidental, hasta que retornó a Rusia en el 1923. Su primera película en esta segunda etapa fue una adaptación cinematográfica de Aleksei Tolstoi (pariente del Tolstoi más famoso), que Protazanov convirtió en un curioso cuento de ciencia ficción. De las primeras cintas del género además. Se tituló Aelita (Aelita, 1924).
Aelita es en cierto sentido una de las primeras cumbres de la ciencia ficción. Hemos de tener en cuenta que el cineasta no tenía demasiados referentes en el ámbito cinematográfico, pues Aelita precede a filmes mudos como la posteriormente célebre Metropolis (Metrópolis, 1927) de Fritz Lang. Aún así, como veremos más adelante, el filme no se centra demasiado en las posibilidades que le ofrece el argumento, y por tanto encontramos en el filme una parte mucho mayor dedicada al drama y al romance que no a la ciencia ficción propiamente dicha.
La película nos presenta un argumento singular. Un joven ingeniero recibe una información en la estación de radio en la que trabajan, un mensaje que parece provenir del planeta rojo, Marte. Descodificando el mensaje se da cuenta de que se trata de Aelita, la princesa alienígena (con forma antropomórfica claro), que busca ayuda en el mundo humano. Sin embargo, paralelamente la película nos presenta un romance y lío amoroso entre los protagonistas de la historia (el marido ingeniero desconfía de su mujer) y ciertamente la trama resulta confusa. Para acabar de rematarlo, hacía el final de la película nuestros protagonistas acabarán llegando a Marte, donde vivirán unas extrañas aventuras. Pero como no podía ser de otra manera, todo esto era en realidad un sueño de nuestro ingeniero, como ya nos avisaba en los primeros compases. Un auténtico Lío.
Aelita es de los pocos filmes soviéticos que cuestionan de manera abierta el sistema comunista (algo que le habría resultado imposible al cineasta años más tarde). Es cierto que la crítica no es principal sino secundaria, y que con una trama tan confusa es ciertamente difícil de comprobarse, pero eso no quita que no exista. Aparte de detalles secundarios que se ofrecen a lo largo del metraje (el caos que nos muestra el cineasta, incluyendo un desfile militar que entorpece la circulación) la película alcanza su máxima expresión hacía el final del filme, cuando el ingeniero acompañado de su compañero, desembarca en Marte. Ahí se encuentran con un estado totalitario, que tiene a los trabajadores esclavizados, obligándoles a trabajar en fábricas. Nuestros protagonistas dan un discurso enseñándoles que en la tierra les sucedía lo mismo (Con el Zar) sin embargo, dice que consiguieron desquitarse de la lacra e incita a los miles de esclavos a hacer lo mismo (Protazanov nos enseña planos poéticos de obreros en la tierra construyendo una hoz y un martillo). Los esclavos, envalentonados, consiguen la revolución, que finalmente fracasa porque Aelita, la princesa, decide convertirse en una dictadora, llamando a sus soldados para que vuelvan a poner en orden a la plebe. Un final que podría haber utilizado Protazanov para referirse a la propia revolución comunista (un tirano por un tirano), defendiéndose mediante el recurso onírico (como todo es un sueño, en realidad el director no ha mostrado nada). Lo cierto es que la película fue criticada duramente por la crítica de su país[1] que la tachó de ser un filme que había caído en la mentalidad decadente del mundo occidental. Además, veían a nuestro protagonista principal un claro ejemplo de la actitud burguesa que había que rechazar.
Lo cierto es que Aelita es una película que sólo es disfrutable en su parte pura de ciencia ficción. El romance que encontramos en medio del metraje resulta totalmente fallido. En cuanto a la ciencia ficción, hay que alabar al filme por mostrar uno de los primeros decorados de un mundo fantástico, en este caso la raza alienígena que habita en Marte. La civilización de Aelita aparece recreada con cierto detallismo, incluyendo un fabuloso vestuario, que en ocasiones por la concepción reiterada que hace de la geometría, puede evocarnos una influencia de la escuela Suprematista rusa.
La puesta en escena nos revela el hecho de que Protazanov era más un director ya del primer período mudo, y que no había renovado su técnica cinematográfica. A pesar de que en aquellos años el cine soviético estaba renovándose, con la manida escuela del montaje que lideraría Einsenstein, con filmes como Bronenosets Potyomkin (El acorazado Potemkin, 1925) Aelita es una película que abusa constantemente de tener una puesta en escena totalmente rígida. Sólo en un par de ocasiones se recurren a primeros planos (que rompen con el plano estándar que utiliza en el resto del metraje).
[1] YOUNGBLOOD, Denise, Movies for the Masses: Popular Cinema and Soviet Society in the 1920s, Ed.Cambridge university Press, Cambridge 1993, p. 110
https://neokunst.wordpress.com/2015/02/05/aelita-1924/