8½ mujeres
Sinopsis de la película
Fascinado por Japón, Storey Emmenthal acepta la dirección de varios salones de juego que su padre, Philip, un rico hombre de negocios de Ginebra, acaba de recibir en herencia. La muerte súbita de su madre provoca la vuelta de Storey a Suiza. Para distraer a su padre de su inmensa pena, Storey decide transformar el castillo familiar en un prostíbulo privado. Padre e hijo satisfarán todas sus fantasías sexuales con ocho mujeres… y medio…
Detalles de la película
- Titulo Original: 8½ Women aka
- Año: 1999
- Duración: 120
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Opinión de la crítica
Película
5.8
21 valoraciones en total
Ensoñación cinéfila y lúbrica, erotómana y felliniana, acerca del poder del dinero, de sus limitaciones y de la fascinanción por unas mujeres que, a la postre, no se dejan comprar más que para acabar demostrando lo que, desde Ferreri, es sabido: que il futuro é donna .
En fin, lejos de la fascinación visual de otros títulos de Greenaway (como El vientre del arquitecto o El libro de piel ), estas ocho y media (mujeres, que no películas) no pasan de ser un andamiaje tan aparatoso como hueco.
Sin la profundidad de Zoo, 8 y media mujeres es otro acierto de la colaboración entre el realizador Peter Grenaway y el director de fotografía Sacha Vierny.
El argumento, los diálogos, la alusión (implícita y explícita) a Fellini, el culto desatado a la belleza del rostro femenino ( a sus innumerables pliegues y registros), son nada más que puntos de referencia y ornamentos que realzan, finalmente, una orquestación basada en la luz y en la sombra, en el parpadeo de los claroscuros y -al igual que en Zoo, en The Pillow Book, en El contrato del Dibujante- en la obsesión por la simetría y por alcanzar una cada vez mayor profundidad en los planos.
Es una película hermosa y polisémica, banal y erótica, artística y literaria. Se conjugan muchos elementos para hacer de ella una obra de arte, un lujo con tintes surrealistas sin pretensiones ni cobardías. Al igual que en The Pillow Book, Greenaway vuelve a su interés por la estética tradicional japonesa, el teatro kabuki, la caligrafía, el modernismo multiespectral, el humor muy de líneas puras, neutrales.
Las actuaciones son correctas, siempre bordeando la línea demarcatoria entre la comedia y el drama. Sin duda la limpieza y virtuosismo de Greenaway, además de su madurez intelectual y su capacidad para el juego desinhibido y detallista, lo hacen un cineasta fundamental que, como todo buen artista, será apreciado en su justo valor muchos años después de que su alma haya abandonado su cuerpo.