Los Diminutos (Serie de TV)
Sinopsis de la película
Serie de TV (1983-1985). 3 temporadas. 29 episodios. Serie de animación en torno a Henry, un niño de 13 años que encuentra un día en su casa una familia entera de extraños seres parecidos a los ratones.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Littles (TV Series)
- Año: 1983
- Duración: 30
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Opinión de la crítica
Película
5.8
33 valoraciones en total
Pues aquí resucitando este entrañable recuerdo de la infancia. Mi votación es precisamente por esos tan gratos momentos que siendo un crío me proporcionó esta fantástica serie animada. Se trataba de una época distinta cuando las series de entretenimiento para los más pequeños eran verdaderamente chulas, preciosas, educativas y con un encanto especial irrepetible. Me da lástima ver muchas de las que hoy en día se emiten en canales como Disney Channel o Clan TV que son de auténtica vergüenza. En fin, siempre nos quedará emule o incluso youtube para recuperar estas pequeñas joyas de tiempos pasado infinitamente mejores.
Lucy, Quique, El Abuelo, Tito, Flecha y El Profesor Cepo nos acompañaron con sus aventuras a mediados de los 80, hacían de nuestros utensilios cotidianos tales como tazas, carretes de hilo, latas y demás verdaderas obras de ingeniería. Un macabro profesor intentaba darles caza para así demostrar su existencia y ser famoso. Muy divertida serie.
Recuerdo bien a estos pequeños medio humanos medio ratoncitos. Qué entrañables personajes. Era una familia con las orejas puntiagudas que se escondían detrás de las paredes de las casas. Nadie los podía ver, sólo un chico rubio con las orejas igual de puntiagudas podía tratar con ellos. Estos pequeños seres bondadosos dormían en cajas de cerillas y utilizaban cualquier objeto humano para uso propio.
Al final de cada capítulo los diminutos nos mostraban sus Pequeñas ideas para chicos grandes . Eran pequeños inventos caseros que se podían hacer con objetos cotidianos. Recuerdo especialmente uno.
Unos primos madrileños, chago77 y yo creamos el cine casero gracias al consejo de los diminutos. Consistía en una caja de zapatos con un recorte rectangular en la parte inferior de la caja, por donde se pasaban tiras de cartón dibujadas por nosotros. También hacíamos carteles de cine que colgábamos en la puerta de casa anunciando los estrenos que haríamos. En alguna ocasión hasta tuvimos público que no eran ni amigos ni familia.
Hermosos recuerdos vacacionales. Al menos de esta entrañable serie siempre me quedará nuestro cine de cartón de verano.
El cabronazo de Sersolo me jodió la crítica. Me lo imagino sentado en su sofá de piel blanca con el portátil entre las piernas y FA abierto. Mirando las últimas novedades y con la crítica ya preparada. ¡Mamón! Cuando fui a colgar la mía allí estaba insultante la suya. Pensé en dejarlo. Entonces me acordé que las críticas también tienen sentimientos (Castigado, ese día te ganaste la cena). Así que aquí va:
Los veranos del ochenta pasarán a la historia por varias razones sumamente importantes, pero en lo que es mi vida, una de esas razones será el cine de barrio. Y no hablo de Parada y la televisión pública. En mi cine de barrio no había pianos, por no haber, no había ni proyectores. Al menos como se les conoce. Nuestro proyector era la tapa de una caja de zapatos con un agujero rectangular (ríanse del cinemascope) en medio. Y el celuloide, unas tiras de cartón donde a lo Disney dibujábamos las viñetas (ríanse de las viñetas dominicales de los periódicos nacionales). Con tesón, paciencia y mucha diversión cuatro pringadetes hacíamos nuestra propia versión de cada película que ponían en sesión doble en el vecino cine de verano. Un currazo señores, un currazo de los buenos. Cada día dos películas. Quizá el cartón no costaba su peso en oro, pero para cuatro infantes que cobraban tapones o chapas por la entrada, llegar al fin de mes era costoso (eso sí, teníamos la de dios es cristo en chapas). Nuestro estreno: La mosca todo un clásico en celuloide ¡y en cartón!
Creo que si una serie de dibujos te da las herramientas para que crees una vida llena de recuerdos como estos, merece mucho mi respeto y cariño. Quizá fuera este invento de los diminutos al que más jugo le sacamos (y chapas, claro) pero cada entrega era una idea fascinante con la que pasar el rato. Quizá sólo lo veíamos para creernos mejor que el tipo de bricomanía (que con cuatro tuercas y algo de césped crea un campo de fútbol), pero gracias a Los diminutos hemos volado cometas, hemos hecho cine, nos hemos comunicado por someros walkie-talkies y sobre todo aprendimos a ser niños y jugar con nuestra imaginación.
Vivían ocultos tras las paredes, en esos rincones de la casa que sus moradores no conocen. Sabían cómo ser invisibles, excepto cuando deseaban dejarse ver por algún humano. Eran amigos leales y hacían los días más llevaderos y divertidos. Sus vidas eran parecidas a las nuestras, pero en miniatura y en ellas no cabía el aburrimiento.
Eran Los diminutos, esos pequeños seres bondadosos que estaban viviendo con nosotros, pero seguro que no los veríamos, como decía su tema principal.
Desde entonces los escondrijos ya no volvieron a ser lo mismo.