La corona de hierro
Sinopsis de la película
En el imaginario país de Kindaor, el malvado Sedemondo asesina a su hermano, el rey Licinio, para usurparle el trono y satisfacer su avidez. Consumado su plan, Sedemondo encuentra en el bosque a una enigmática anciana que le vaticina atroces desgracias en su nuevo reinado. Preocupado, el tirano abandona en el valle de los leones al pequeño Arminio, hijo de Licinio, pero los feroces animales, en vez de matarlo, lo crían como a uno de ellos. Ya adulto, Arminio conoce a la joven Tundra, hija de un rey traicionado y derrotado por Sedemondo, y se alía con ella para reconquistar su trono. Mientras tanto, el pérfido soberano ha convocado a los mejores caballeros del reino a un torneo…
Detalles de la película
- Titulo Original: La corona di ferro
- Año: 1941
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
6
37 valoraciones en total
Apenas un año antes de que Visconti rodara Obsesión , dando así el pistoletazo de salida del Neorrealismo italiano, Blasetti dirigía esta impresionante producción, que ejemplifica como ninguna otra las posibilidades que ofrecían los recientemente inaugurados estudios de Cinecittá, impulsados por Mussolini.
Fue también el dictador quien facilitó los medios para que esta película tan cara pudiese financiarse, empeño que tuvo su recompensa en el festival de Venecia (ciertamente devaluado, como ha comentado mi predecesor) al alzarse con el premio a la mejor película italiana (la Copa Mussolini, entonces), pero ese éxito ha marcado al filme para siempre, al igual que a su director -que fue el realizador más destacado durante el fascismo, al que dedicó alguna cinta elogiosa- y a algunos de los que intervinieron en ella, sin ir más lejos a Luisa Ferida, una de las máximas estrellas del período fascista, que sería sumarísimamente juzgada y ejecutada por colaboracionismo al final de la guerra.
Llama la atención, desde el punto de vista argumental, la condición de pastiche que en todo momento inunda la película, y es que bajo la apariencia de un cuento medieval se mezclan con mayor o menor fortuna las características, situaciones y personajes más variopintos, que en ocasiones parecen sacados de tragedias clásicas, y en otras de pasajes bíblicos, cantares medievales, sagas nórdicas, o de referentes más actuales, destacando algunos momentos en que el protagonista nos recuerda a Tarzán. En este sentido, el filme es un ejemplo temprano del género de fantasía, que suele hacer virtud de la mezcla de referencias, otorgando mayor importancia a lo espectacular y maravilloso que a lo narrativamente coherente. De hecho, el guión no deja de ser bastante apresurado, atropellándose al acumular una situación tras otra, sin tomarse apenas respiro, lo que en ocasiones habría mejorado el resultado.
El título de la película hace referencia a un objeto real, la corona de hierro, que identifica al rey de Roma (por extensión de Italia), pero que en este caso es utilizado con fines dramáticos, describiéndolo como un objeto de poder, y por tanto influyente en el destino de los personajes, recurso argumental que emparenta esta historia con las tradiciones narrativas clásicas y medievales, pero también con las que se muestran en películas más modernas ( Excalibur , toda la saga de Indiana Jones, o la del Señor de los anillos, por citar las mas conocidas).
Aparte de su innegable influencia en el desarrollo del género fantástico, lo que encuentro más destacable en esta película es su perfección formal, en la que brilla una dirección artística soberbia, debida a Virgilio Marchi, en efecto, los decorados son apabullantes, tanto en exteriores (los bosques brumosos, las escarpadas montañas, la placidez del río) como en interiores (la abigarrada decoración del palacio), recordándome su colosalismo y atención a los detalles a algunas grandes obras mudas, entre las que podríamos resaltar la casi prehistórica Cabiria de Pastrone, o el soberbio díptico que Fritz Lang logró en Los Nibelungos . Añadamos a todo esto la excelente fotografía, de acertado expresionismo, ayudando así a engrandecer los decorados -que cobran mayor dramatismo- y a otorgar el debido protagonismo a los personajes, especialmente los femeninos. La puesta en escena es igualmente brillante, como ponen de manifiesto las excelentes secuencias en las que destacan los movimientos de masas, pero que también resulta adecuada en los momentos más íntimos, con menos personajes, en los que la plasticidad de los planos es muy llamativa, persiguiendo cada uno de ellos la mayor belleza posible.
El reparto cumple con creces, especialmente la mencionada Luisa Ferida, perfecta en su papel de Tundra (que en un principio parece un personaje moldeado al estilo de la Brunilda de Los Nibelungos), y Gino Cervi, que compone un espectacular rey Sedemondo, con abundantes toques histriónicos. Para terminar, y como mera curiosidad, mencionar que en los títulos de crédito figura un tal Primo Carnera, que como los amantes del boxeo sabrán fue campeón de los grandes pesos, y que aquí tiene un pequeño papel, lógicamente de forzudo (por cierto que él también fue un protegido de Mussolini, quien le convenció de que participara -en este mismo 1941- en un filme propagandístico que incluía un combate contra un zulú, para demostrar así la superioridad racial italiana, el zulú no sabía boxear, pero le alcanzó para tumbar a Carnera, que indudablemente ya no estaba para tales trotes).
Película sorprendente e insólita. La corona de hierro, premiada con la copa Mussolini en la Mostra de Venecia en 1941 durante la segunda guerra mundial, es una superproducción del cine italiano en pleno fascismo, cuando el festival veneciano no era sino la representación cinematográfica del eje Roma – Berlín, una obra que busca imitar las grandes superproducciones que Cecil B. DeMille hacía en Hollywood en los años 30 y que anuncia ya el cine mitológico que se haría después en Italia en la década de los 60.
Rodada en los estudios de Cinecittà, con un gigantesco presupuesto 40 millones de liras, cifra enorme para la época, necesitó la movilización de todo un ejército de extras, siete mil caballos y un verdadero Zoo de animales, entre ellos los magníficos leones entre los que se cría el héroe de esta leyenda seudo histórica y delirante, en la que se mezclan las más diversas influencias, desde la cuadrigas de Ben-Hur, a la leyenda de Tarzán el Rey de los monos, las aventuras de Robín de los bosques, la lucha de los oprimidos contra el tirano despiadado, o la lucha de los gladiadores en el imperio romano con sus fosas llenas de leones, los dramas shakesperianos y las luchas por el poder o por el trono, los cuentos de hadas y la fantasía más barroca con ciervos y personajes sobrenaturales. Influencias y referencias varias que dan como resultado una película única en la historia del cine italiano, con un rocambolesco guión que mezcla las leyendas y tragedias más diversas, combates, torneos, incendios, seísmos y milagros, filmados con brío por Alessandro Blasetti, dando lugar a sugestivas imágenes bélicas y fantásticas.
Brillante el reparto de actores de la época, con Gino Cervi en el papel del Rey fraticida Sedemondo, acompañado por Massimo Girotti como el joven Armiño y de actrices como Elisa Cegani, en el papel de la joven Elsa, Rina Morelli, que es la vieja hilandera, o Luisa Ferida interpretando a la vengativa Tundra.
La corona de hierro es una especie de aventura mitológica bufa en la que conviven religiosidad y paganismo, culto de la guerra y de la venganza con un mensaje de paz que no concuerda con el lenguaje bélico y expansionista que el régimen fascista italiano vehiculaba a través del cinematógrafo. Una pequeña joya semidesconocida del cine italiano.
De las vicisitudes de la diadema de Constantino el Grande se nutre esta ficción medieval desprendida de rigor histórico.
Se inicia con el fin de una guerra y consecuente pacificación de la imaginaria región, sin embargo el rey triunfante generoso e indulgente, es asesinado inmediatamente por su hermano Sedemondo, quién no muestra piedad con los vencidos.
En estas circunstancias, aparece el séquito que transporta la corona de hierro de Constantinopla a Roma, la cual milagrosamente se resiste a continuar el viaje hasta que el cruel fratricida sea castigado. Éste, de boca de una anciana, escucha la profecía que vaticina la pena: Su hija Elisa, y única heredera, en la vergüenza del incesto se quitará la vida.
Para prevenir tal suceso, destierra a su sobrino Arminio -a quién trataba como hijo- y encierra a la princesa por veinte años, tras los cuales organiza un torneo para seleccionar un cónyuge aspirante al trono.
Obviamente, junto a otros histriónicos postulantes, participará de la justa mortal el desterrado heredero legítimo Arminio, con el apoyo de la facción de los vencidos liderados por la princesa Tundra.
Con las limitaciones de la época puede apreciarse un film épico gratamente aceptable, con un desenlace no tan previsible.