Horizontes lejanos
Sinopsis de la película
Dos hombres de turbio pasado, Glyn McLyntock y su amigo Cole, dirigen una caravana de colonos desde Missouri hasta las fértiles tierras de Oregón, donde piensan fundar una colonia. Cuando el invierno se acerca, van a Portland a buscar las provisiones que previamente habían comprado, pero las cosas han cambiado en la ciudad y tropiezan con grandes problemas para recuperarlas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Bend of the River
- Año: 1952
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
Película
7.6
53 valoraciones en total
Y es que siempre se afirma que una manzana podrida hace que se pudra el resto de las manzanas sanas del cesto, pues suele ocurrir con las frutas como afirma unos de los personajes, aunque no siempre con el hombre, porque suele haber una segunda oportunidad para la redención. Los dos personajes principales del film son Glyn (James Stewart), al que no le gustan las ejecuciones y esconde la cicatriz de una soga en su cuello, y Cole (Arthur Kennedy), un hombre que quiere cambiar y olvidar su pasado, que sabe que puede hacerlo, y otro que, aunque a veces parece que lo desea, no puede ni cambiar ni olvidar. El primero vive obsesionado con la idea de ese olvido, el segundo no hace sino confirmar en cada plano su espíritu errabundo, fronterizo: es mejor seguir a una estrella que un hombre con una estrella te siga a ti. Con dos frases bastan para definirse cada uno a sí mismo y entre ambos se sitúa la parábola de la manzana que abre mi reseña.
Existe un cierto fatalismo en las relaciones y opiniones de los personajes, que la presencia de la bella Laura (la morena Julia Adams) no consigue diluir. Todos ellos integrados en una caravana de colonos que guía Glyn, granjeros en busca de nuevas tierras para establecerse a través de las montañas y los ríos en un precioso Technicolor, cuando la civilización se extendía por territorios vírgenes habitados por indios y mineros seducidos por la fiebre del oro que despierta la codicia y la ambición desmedida que preside la trama del film. Que busca una ética transparente donde no hay héroes inmaculados. Gracias a un espléndido guión escrito por Borden Chase que adapta una novela de Bill Gulick. Cuenta con la colaboración de un joven Rock Hudson que comenzaba a despuntar, aquí encarna a un jugador profesional que se une a la caravana en busca de aventuras.
Uno de los mayores méritos de los westerns de Anthony Mann durante la década de los cincuenta, cuando el género había adquirido mayoría de edad, reside en que todo lo que muestra tiene un valor exclusivamente cinematográfico. Comenzando por una planificación apoyada generalmente en los planos medios, mostrando siempre fragmentos (grandes o pequeños) del paisaje en cada momento determinado, resulta de vital importancia para seguir no sólo la evolución de los personajes sino el propio discurso narrativo: conversaciones, miradas, gestos, hechos que adquieren toda significación a la sombra del paisaje en el que se enmarcan, el elemento territorial está tratado con el vigor y la vibración de un gran paisajista que nos hace respirar ese paisaje a través de la cámara de su operador. Es por ello que sus westerns siguen siendo excelentes, ahora que el género forma parte de la historia, se mantienen vivos por los retratos de los personajes, los cuales nos parecen cercanos porque son personajes vivos.
Una vez mas Stewart impresiona interpretando (excelentemente, como en general se espera de él) a un hombre justo, pero complicado por las marcas de su pasado. A través de sus miradas y gestos se sabe que los comentarios de los demás individuos le afectan emocionalmente. Creíble como hombre generoso, así como también siendo un tipo duro.
Un personaje que al buscar su redención, se pone a prueba a sí mismo para lograr ser la excepción entre las manzanas podridas que contaminan al resto . Que busca un lugar para convivir en paz junto a otros por sobre la ambición personal (a diferencia de el protagonista de el otro western Tierras Lejanas ).
La fotografía es estupenda. Creo que no sería exagerado afirmar que si no se han visto los Western de Mann, no se ha logrado apreciar el uso del color en el cine.
Otro maravilloso Western que engancha desde el primer momento con la simpleza de su historia (y sorprende en el transcurso de esta) así como también impacta con los valores morales que muestra, que pueden ser plenamente identificables para el espectador. Así da gusto.
Brillantísimo western de grandes aires aventureros que nos regalan otra vez la gran pareja Mann-Stewart. Curioso lo de estos dos que en menos de tres años crearon tres auténticas obras de arte: Winchester 73, Horizontes Lejanos y Colorado Jim. Cada una totalmente diferente a la anterior y sin embargo a cual con más calidad. Aún así he de decir que siento especial debilidad por esta.
La historia se centra en la redención de un antiguo pistolero, Glyn McLyntock (James Stewart), que merodeaba la frontera de Missouri y que cansado de esa vida alejada de la mejor condición humana se embarca en un viaje junto a un grupo de colonos hacia las nuevas tierras de Oregón donde pretende comenzar una nueva vida como ranchero y cultivador de la tierra. Ni que decir tiene que la primera aparición de Stewart cabalgando entre carretas ya es sinónimo de western importante. Glyn será el guía de la expedición a través de las escarpadas y salvajes tierras del noroeste americano. Aquí tomará protagonismo la fotografía y unos paisajes espectaculares que no dejarán de acompañar a nuestros personajes durante toda la historia.
Pero como buen film del lejano oeste las comparaciones entre comportamientos y los diferentes caminos que puede tomar la vida de un hombre se hacen patentes con la aparición de Emerson Colt (Arthur Kennedy) en cuyo duelo interpretativo con James Stewart sale como gran beneficiado el público. Con un personaje lleno de fuerza, sarcasmo y en ocasiones divertido Kennedy completa un duo interpretativo perfecto. Destacar también en el reparto a un jovencísmo Rock Hudson y una bellísima Julia Andrew.
Grandes momentos de acción en la cinta (se suceden emboscadas de indios, tiroteos con buscadores de oro, persecuciones, duelos personales, lucha contra los elementos y el terreno) completan junto a una gran dirección un entretenimiento impagable, una aventura emocionante y alguna que otra lección inolvidable que quedará en la memoria de los amantes de este género.
Siento pena, mucha pena cada vez que veo este tipo de películas… No, no me malinterpreteis, no quiero decir que sienta pena por ver estas películas porque no me gusten, más bien todo lo contrario. Hubo una época en que el género del western era la principal referencia cinematográfica, un género que con sus películas abarrotaba salas enteras de cine, que hacía soñar a los chicos con ser uno de esos justicieros del viejo oeste, que hacía sentir amor por el cine y especialmente por un género en particular… La pena que siento es no haber podido sentir esas sensaciones.
Tengo casi 21 años, soy un enamorado del cine, me gustan casi todos los géneros y de casi todos salen de vez en cuando películas que me fascinan, al menos unas pocas al año… Pero no el western, este bendito género está bastante enfermo desde hace muchos años… Pocos westerns en muchos años, y no todos de buena calidad. Reconozco que siento envidia constantemente, envidia de no poder haber sido uno de esos niños que soñaban con ser John Wayne o Clint Eastwood (o James Stewart), envidia de no poder decir que voy al cine a ver el último western de John Ford o Anthony Mann, envidia de pensar que no se van a volver a hacer películas tan bellas y emocionantes como a la que pertenece esta crítica…
Pero por suerte siempre tendremos estas películas, estas grandes y bellas historias, esos grandes héroes y esas hermosas mujeres, esas trepidantes aventuras. Ese gran Anthony Mann que en hora y media te hace sentir más que muchos en tres, ese gran James Stewart como paradigma del hombre bueno y honrado, esos grandes secundarios como Rock Hudson o Arthur Kennedy, esa guapísima Julia Adams, esos preciosos paisajes, esa bonita melodía, ese sabor de buen cine añejo…
Quizás el western esté en estado crítico desde hace muchos años, quizás nunca más salga un western que como hace 50 años haga que la gente vaya en manadas a verlo al cine, quizás no vuelvan a haber actores de la talla de James Stewart y directores de la clase de Anthony Mann, pero amigos y amigas, lo que es seguro es que con películas como Horizontes lejanos , el western siempre será inmortal.
Segundo de los 11 westerns de Mann. Escrito por Borden Chase, adapta la novela Bend Of The Snake (1950), de Bill Gulick. Se rueda en exteriores de Oregón y en los platós de la Universal. Producido por Aaron Rosenberg, se estrena el 24-I-1952 (Oregón).
La acción tiene lugar en tierras de Oregón (Portland, río Snake…), que limitan al sur con California, al norte con Washington y al oeste con el Pacífico. Una caravana de colonos, dirigida por Jeremy Bail (Flippen) y conducida por Glyn McLyntock (Stewart), se encamina a las tierras altas de Oregón.
El film, western clásico, itinerante y fronterizo, es uno de los más conocidos de Mann. Comparte con Tierras lejanas (Mann, 1954) paralelismos de guión y de producción. El relato se desarrolla como un viaje a Ítaca, la tierra mejor y más feraz del mundo. El viaje, en tanto que odisea, enfrenta a los viajeros con obstáculos, peligros, traiciones y enemigos. También les brinda apoyos, satisfacciones y aliados. El viaje deviene, como en las antiguos cuentos de hadas y en las viejas leyendas ancestrales, un remedo de la vida. El patriarca que encabeza la caravana y el joven que dirige la expedición son personajes que mantienen equivalencias y paralelismos con Ulises, Eneas, Moisés… Se simboliza, además, el mito del viaje interior del hombre que se busca a si mismo, que persigue la redención, que quiere despojarse del pasado para convertirse en un hombre nuevo. Se incluyen referencias explícitas al premio moral del héroe que salva a la comunidad del peligro, mayor que cualquier gratificación material. La llegada al destino y su toma de posesión se muestran como un acto simbólico de la fundación de un mundo nuevo, en el que imperará la justicia, el bien y la paz. No falta el rito hipnóptico y trágico del duelo permanente entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas.
La obra entretiene, fascina y seduce. Las habilidades del héroe, su dimensión humana (lucha interior), su fuerza y valentía, su suerte e inteligencia, su rapidez y eficacia, su generosidad e indiferencia ante el lucro personal (prefiere el agradecimiento a un montón de dinero) y su empeño infatigable, lo convierten en un personaje admirable y ejemplar, que asombra y convence. Es notable la variedad de caracteres: la chica hacendosa, la coqueta, el jugador de cartas, el patriarca experto, los que suspiran por un mundo nuevo, el que echa de menos el antiguo (capitán del barco), el oportunista, el codicioso… La descripción de la interacción de los personajes es brillante.
La música consta de 11 cortes. Aporta funciones de fondo tenue, acompañamiento solemne y motivos de baile (música country). La partitura, breve (25 min.), es emotiva y grandilocuente. La fotografía, de Irving Glassberg, de composición muy cuidada, hace uso de colores matizados, con predominio de tonos neutros y sólidos, acompañados de alegres punteados coloristas. Grandes interpretaciones de Stewart y Kennedy.