El fantasma de la ópera
Sinopsis de la película
Un violinista de la Ópera de París (Claude Rains), locamente enamorado de Christine Dubois (Susanna Foster), una joven aspirante a soprano, es despedido porque su mano izquierda ya no es tan hábil como antes. Solo y sin dinero, después de haberlo gastado todo en pagar -sin que ella lo sepa- las lecciones de canto de Christine, decide publicar un concierto con el fin de completar la instrucción de la soprano y de hacerse famoso. Pero, a causa de un malentendido, ataca a su editor, y la secretaria de éste le desfigura el rostro con ácido. Se refugia entonces en los sótanos de la Ópera y, desde entonces, actúa como un fantasma cuya sombra amenazadora acecha en la oscuridad y siembra el pánico entre el público.
Detalles de la película
- Titulo Original: Phantom Of The Opera
- Año: 1943
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
6.2
31 valoraciones en total
Versión muy entretenida, con excelente fotografía y soberbios fotogramas operísticos, aunque algunos sean arreglos de piezas que no pertenecen al género (véase Nocturnos de Chopin, por ejemplo).
Si bien el argumento inicial no sigue para nada la idea de la novela de Gaston Leroux, el planteamiento que se le da con Claude Rains como fantasma obligado por las circunstancias es francamente interesante, alejándose de lo conocido por el público. Tampoco los personajes son exactos en nombres ni características a los de la obra literaria. Por ello digo que es una adaptación muy libre, pero atractiva.
No obstante, sobran para mi gusto esos toques humorísticos entre el barítono y el oficial Raoul, que son impropios de una película de terror
La conocida novela de Gaston Leroux ha sido adaptada al cine en un buen número de ocasiones y acaso esta producción de la Universal, dirigida por Arthur Lubin –irregular artesano– no sea la más personal ni auténtica.
Sin embargo, destaca por la especial y cuidada atención que presta al lado musical de la historia, como demuestra la elección del tenor Nelson Eddy para uno de los papeles protagonistas. Ello, unido al espléndido trabajo de Claude Rains y a la hábil conjunción de sus elementos, da como resultado una obra singular y realmente atractiva.
Esta versión, la segunda adaptación al cine de la novela de Leroux, presenta ya muchas novedades, a varios nveles, sobre todo argumentales respecto a la primera, la de Lon Chaney de 1925, que curiosamente se han convertido en constantes en las posteriores versiones.
Aquí se inventa un pasado de persona normal, en realidad un músico de la orquesta de la ópera, frustrado y traicionado por unos y por otros, que se ve obligado a refugiarse en los sótanos de la ópera, después de desfigurarse la cara con ácido, un fantasma algo desprovisto de misterio, y algo venido a menos como músico, por cierto, ya que no compone una ópera, como en la novela, sino un concierto. El caso es que se justifica así la maldad del personaje y su odio hacia los demás, algo que evidentemente funciona muy bien por simplista, pero que no tiene nada que ver con el fantasma original.
Como concepto está muy bien, pero se queda solamente en un apunte, por suerte en las versiones de 1983 -para la TV, muy desconocida-, y sobre todo en El fantasma del Paraíso del genial Brian de Palma se lleva esto hasta sus últimas consecuencias, convirtiendo al fantasma en algo así como la mala conciencia de la sociedad. Así, la historia se expone de forma lineal, sin matices, con personajes muy estereotipados, basados en la personalidad de Claude Rains, y en las voces de Susan Foster y Nelson Eddie, Christine no muestra en ningún momento su otra cara, la de la empatía hacia Eric, y los secundarios son bastnte tópicos. Los dos pretendientes de Christine hacen una pareja con cierta comicidad muy del gusto de la época, y cargantes como ellos solos.
En fin, a pesar de la renovación del guión, tiene poco que ofrecer, y eso que en su momento debió ser una producción bastante cara, se introducen el sonido y el color pero se desperdicia en una puesta en escena plana y funcional, que ha envejecido bastante mal, nos quedamos sin el misterio de la bajada al mundo del fantasma, sin la recreación de la atmósfera de tensión, sin las penumbras románticas (claro que lo peor vendría en 1962 con la versión de Terence Fischer, totalmente innecesaria). Para colmo, un Nocturno de Chopin y la 4ª Sinfonía de Tchaikovsky son convertidas en supuestas escenas operísticas, en vez de utilizar óperas del repertorio ya existentes, como Fausto , que se menciona en la novela y aparece en varias de las otras versiones cinematográficas. Por cierto, la presencia de Liszt no hay quien se la crea…!
No deja de tener interés esta adaptación de la trágica y triste historia escrita por Gaston Leroux, varias veces llevada al cine. Pese a que gran parte de la filmografía del director norteamericano Arthur Lubin sea totalmente olvidable, cuenta con unos pocos títulos de interés, entre los que destaca la magnífica Pasos en la niebla (1955) esa desconocida joya del cine de terror victoriano interpretada por Stewart Granger y Jean Simmons que continua con los parámetros estéticos de esta. El arranque de la escena inicial nos recuerda un poco al inicio de Senso (1954) de Visconti y nos muestra, sin una sola palabra, dos triángulos amorosos sin mayor importancia en la trama de esta trasparente película de misterio sin misterio, en tonos pastel rozando el kitsch, con un estilo suntuoso basado en bellos decorados –reutilizados de la versión de 1925 de Rupert Julian con Lon Chaney- y una gran ambientación enmarcada en una nítida fotografía en chirriante tecnicolor de William Howard Greene y Hal Mohr premiada con un Oscar. De hecho lo más destacado de esta propuesta es justamente la opción estética, en las antípodas del expresionismo, y donde la textura de la película y no el suspense, inexistente, se convierte en el valor más atrayente de la misma. Por otro lado, y tal vez sea lo más discutible, Lubin introduce algunas excentricidades como los elementos humorísticos de la pareja de pretendientes –el barítono y policía- o la rocambolesca presencia de un Franz Liszt recién salido del museo de cera, por no hablar del abuso de las escenas de ópera – un azucarado pasticcio de temas chopinianos-sin mayor sentido que el de lucir a la bella Sussanna Foster. Claude Rains, como fantasma de perfecta y musical dicción, aporta un mayor valor a este film tan equilibrado en sus virtudes como en sus vicios y no apto para todos los paladares.
Entretenido pero no muy inspirado remake sobre el film del mismo título que en la época del cine mudo también produjo la simpática Universal. En esta ocasión se prima más la parte romántica y la musical, amén de la comedia, que la terrorífica.
Lo mejor es su parte técnica, con una fotografía en color y una dirección artística de primera, ambas ganadoras del Óscar en el año 1943.
La cinta es amena y se sigue sin ningún problema pues Arthur Lubin sabe narrar de forma clara la historia, sin llevarla por vericuetos psicológicos que sobrarían.
Se pasa bien todo el ajustado metraje y Claude Rains, como el fantasma, está estupendo, como siempre.
La parte humorística, en los personajes del cantante compañero de la protagonista y el jefe de policía, ambos perdida y un tanto estúpidamente enamorados de ella, resulta simpática por su cordial rivalidad ante el regocijo de ella.
En fin, que no es gran cosa en líneas generales y es claramente inferior a la estupenda versión del genial Lon Chaney, pero no está mal pues siempre es amena y verla no es perder el tiempo.
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