Dos en el cielo
Sinopsis de la película
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Tras su muerte, el mayor Pete Sandidge (Tracy), piloto de un bombardero, se convierte en el ángel guardián de otro piloto, el capitán Ted Randall (Van Johnson), al que no sólo protegerá en las batallas, sino que también ayudará a resolver los problemas con su novia (Irene Dunne). Melodrama bélico de carácter propagandístico y elementos fantásticos. En 1945, fue propuesta como candidata al Óscar a la mejor historia. En 1989, Steven Spielberg hizo un remake titulado Always (Para siempre), ambientado en el mundo de los pilotos de aviones contra incendios.
Detalles de la película
- Titulo Original: A Guy Named Joe
- Año: 1943
- Duración: 120
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes descargarte una copia de esta película en formato 4K y HD. Seguidamente te mostramos un listado de posibilidades de descarga directa activas:
Opinión de la crítica
6.2
68 valoraciones en total
A saber por qué hay películas de directores muy famosos que quedan relegadas en la sombra y en el olvido, y no tiene por qué deberse a que sean de inferior calidad. Puede que se deba a las modas que promocionan y encumbran unas obras (ya sea porque se trate de superproducciones, o que las compañías distribuidoras las consideren más rentables en taquilla…) Se puede pensar en una serie de factores en los que tienen mucho que ver la publicidad y el márketing.
Todo director que se precie realiza obras mayores y menores , o al menos suele ocurrirles a los que se labran una larga trayectoria. Victor Fleming siempre será recordado por ser el director que figura en los créditos de Lo que el viento se llevó , aunque él no fue el único que hizo posible que una de las películas más conocidas de la historia viese la luz. Parece que fue quien la terminó, pero no quien la empezó.
También es muy popular por dos títulos anteriores a Lo que el viento se llevó , los cuales son Capitanes intrépidos y El mago de Oz .
Fuera como fuese, el nombre de Fleming quedó inmortalizado en un gigante y en dos lugartenientes legendarios. ¿Qué pintaba, en comparación, una obrita mucho más modesta como Dos en el cielo ? ¿Quién se iba a fijar (tres años después de que el coloso inspirado en la galardonada novela de Margaret Mitchell arrasara en los Óscars) en una tierna y sencilla peliculita de fantasía?
Después de haber echado los restos y encandilar al mundo, vienen las comparaciones, siempre injustas. El resplandor del triunfo absoluto, paradójicamente, tal vez fue el factor que condenó a la oscuridad a lo que viniese después. Y así, Dos en el cielo nació sepultada bajo el aura de una predecesora incontestable.
Es como el caso en que, después de que un niño en su cumpleaños haya recibido un regalo vistoso y atractivo, llegamos nosotros un poco más tarde y nuestro regalo, aunque bonito, es mucho más discreto que el otro. El niño lo dejará de lado sin grandes miramientos, y se irá a jugar con el otro, con el que le entra por lo ojos, y se olvidará momentáneamente del pobre juguete que ya siempre será un segundón.
Con los años, cuando ya somos mayores y añoramos lo que quedó atrás, suele ocurrir que, de repente, recordamos aquel regalo despreciado, el que en su día relegamos al fondo de un arcón, o que dejamos tirado en cualquier rincón sin siquiera mirarlo, y que solamente más tarde empezamos a descubrir, después de que el juguete estrella dejó de ocupar un lugar privilegiado, por la natural inconstancia de los niños.
Este drama fantástico es de los que se esconden en la penumbra, callado, inadvertido, resignado. De los que se descubren al cabo del tiempo, en el momento en que miramos con más detenimiento y ya el brillo del envoltorio chillón no seduce tanto como antes. Es similar a ese objeto viejo que reposa en un cajón que no hemos abierto desde hace una eternidad, pero que por fin abrimos para sacar los tesoros que guarda.
Cada guerra del siglo XX en la que intervinieron los Estados Unidos de Norteamérica, contó con la participación de los directores de cine que, durante cada confrontación, hicieron películas patrioteras y propagandistas, y en tiempos de postguerra, alabaron a los héroes que hicieron posible el triunfo o cuestionaron la crueldad de la guerra ante las tantísimas víctimas que produjo.
Victor Fleming tampoco pudo sustraerse a poner su granito de arena a la propaganda bélica durante la Segunda Guerra Mundial. Un guión escrito por Dalton Trumbo (uno de los Diez de Hollywood) fue puesto en su mano, y para Fleming, una palabra sonaba plena en la historia que se contaba: LIBERTAD. Un sólido argumento para justificar la guerra, para involucrarse en ella y para luchar denodadamente… más, cuando hasta Dios, sirviéndose de sus almas justas, parecía dispuesto a orientar las armas que disparaban contra el enemigo y celebraba la aniquilación de los alemanes y japoneses que, tan infamemente, querían imponer el tenebroso fascismo a nuestro planeta.
Hasta aquí todo suena a validar una guerra que, es bien claro, estaba justificada. Pero, lo que a mi me interesa de este filme es que, cada tanto, se evade muy sutilmente del cuento guerrero entre naciones, para decirnos que la libertad no es solo un interés de beneficio colectivo, sino que es, fundamentalmente, una conquista personal. Así, se entrelaza una historia de amor entre el jefe de cuadrilla aérea, Pete Sandidge (el siempre correcto Spencer Tracy), y la bella piloto Dorinda Durston (la agradable Irene Dunne), quien pone los pelos de punta al enamorado Pete, toda vez que la ve surcando el aire. El amor hace entonces que cada uno piense en como sacar al otro de estos riesgos, pero una tragedia sucede y Pete terminará convertido en el ángel guardián de aquella chica a la que no quiere perder ¡ni muerto!
De esta manera, aquella inamisible libertad que antes lo llevó a sacrificar su vida sin reparo alguno, le queda ahora como asignatura pendiente para sí mismo y hacia la acongojada Dorinda que, atada a su amor por él, no consigue rehacer su vida. ¿Será capaz nuestro héroe de conquistar este relevante sesgo de la libertad?
En este contexto, se salva un filme que a ratos decae y al que hay que meterle el diente para conseguir extraerle algo más que la tendenciosa e ingenuota propaganda que ofrece a simple vista.
Dizque un ejército de Dios, al servicio exclusivo de los americanos y dirigiendo aviones lanza-bombas que acaban con todo el que se encuentre dentro de su onda expansiva… ¡Puras patrañas gringas!
Victor Fleming dirigió, entre otras extraordinarias películas, dos obras maestras: ese canto a la amistad, la lealtad y al trabajo duro que dignifica ( Capitanes Intrépidos ) y la colosal Lo que el viento se llevó . Sin embargo, en sus últimos trabajos, quizás henchido ya de gloria y fama, buscó caminos más extravagantes y nos ofreció ese bodrio titulado Tortilla Flat y esta floja comedia fantástica A guy named Joe , destrozada en castellano como Dos en el cielo
Dos en el cielo cuenta la historia de un intrépido piloto que resultará muerto durante un ataque aéreo. Llegará al cielo y, allí, le encomendarán la misión de ayudar a dos jóvenes pilotos, uno de los cuales se enamorará perdidamente de su ex novia .
La película va avanzando de forma extraña, como si nos quisiera narrar tres o cuatro historias distintas.Hay diálogos, situaciones, personajes, que se nos muestran absurdos, mal encajados y nos desorientan continuamente. El metraje es excesivo, por lo menos le sobra una horita.Ni siquiera la siempre eficiente presencia del gran Spencer Tracy y la simpatía de Irene Dunne logran salvarla.
Tiene algunos aspectos positivos como la breve pero magnífica aparición de Lionel Barrymore y la explicación de Spencer Tracy a los niños, que nos recuerda en cierto modo a las conversaciones con el niño de Capitanes Intrépidos .