Danger: Diabolik
Sinopsis de la película
Diabolik (John Phillip Law), atractivo y educado ladrón de una época muy psicodélica, no está contento con todas las cosas buenas y brillantes que le da la vida. Menos aún cuando existen montañas de dinero que robar ante las mismísimas narices de estirados oficiales del gobierno, y joyas valiosas que extraer de los cajones de los súper ricos. Este esquivo canalla encuentra las más diversas maneras de vivir siempre al límite…
Detalles de la película
- Titulo Original: Danger: Diabolik
- Año: 1968
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
6.1
47 valoraciones en total
¿Cómo no se puede amar una película tan deliciosamente kitsch, tan malévola y superficial, tan rebosante de ideas demenciales y de puro genio como esta? Este es el cine que me gusta: un cine que va al grano sin prejuicios y ofrece lo que su póster promocional vende desde un principio: diversión y fantasía. Porque eso es Diabolik, una relectura sexy de Arsène Lupin pasada por el filtro del James Bond más imaginativo, una vuelta de tuerca a la figura del antihéroe que roba a los ricos no para dárselo a los pobres, sino para desperdigarlo en su lecho de amor junto a la increíblemente hermosa Marisa Mell (tengo que esforzarme para encontrar una escena más sugerente y genial que esta).
Pero Diabolik no vive sólo gracias a su ingenioso guión, la otra parte del león pertenece a su psicodélica puesta en escena, anclada en plena fiebre de un trip de ácido (memorable la escena del chute colectivo en el local del mafioso) o moviéndose plácida y sensualmente por una abrumadora paleta cromática mientras suena de fondo la música de Ennio Morricone, en un intento de enfrentar la Estética a la Ética (entendiendo la ética como la vía más adecuada para acometer un guión cinematográfico, esto es, atendiendo a factores decisivos como la evolución y profundidad de los personajes, la verosimilitud de los acontecimientos, etc.). Aquí todo resulta mejor cuanto más decorativo y descabellado es, porque su lógica es la del espectáculo y la del disfrute puro e infantil.
Por eso podemos decir que gana la Estética, al igual que gana el entretenimiento frente a la reflexión y el conflicto emocional/intelectual profundo. Esta joya es sexy, amoral, inteligente y casi surrealista, y si algunos críticos sesudos alzan condescendientemente la voz en clara actitud perdonavidas no hay de qué preocuparse, pues más alta se escucha aún la sardónica carcajada cómplice con que el bueno de Diabolik (al que siempre admiraremos y envidiaremos en secreto) despide la película.
Lo mejor: su absoluta falta de prejuicios.
Lo peor: que su feliz superficialidad genere injustas diatribas.
Bajo el aire pop y kitsch tan sesentero de esta película se esconde un personaje interesante, aunque quizás bastante desaprovechado: Diabolik. Personaje que recuerda bastante a la Irma Vep de Les Vampires, aunque sin el encanto de ésta ni la maestría del famoso serial de principios del siglo XX. Y, por desagracia, la parejita protagonista, tan guapos ellos, pero tan sosos e inexpresivos, estropean bastante el resultado final.
Diabolik es un ladrón de guante blanco que muestra un desprecio aristocrático por el trabajo, pero también, y paradójicamente, por el dinero que roba. Los 10 millones de dólares que birla delante de las mismísimas narices del comisario interpretado por Michel Piccoli son utilizados de una forma que, como el propio comisario le dice al ministro del interior, ni él ni nadie puede imaginar: revolcándose en ellos mientras hace el amor con su rubia novia… ¿Cabe forma más deliciosa de emplear el dinero negando su valor? Como Alexander M. Jacob dijo: el derecho de vivir no se mendiga, se toma. Y eso hace nuestro héroe: tomar lo que quiere expropiando al Estado, a los bancos y a los ricos y llevando su apuesta hasta el final.
Mario Bava nos presenta uno de los antihéroes más descarados y delirantemente kitsch que han pasado del cómic a la gran pantalla. Diabolik (John Phillip Law, el ángel que sedujo un año antes a Jane Fonda en Barbarella, 1967) es un pícaro ladrón que se dedica a robar el dinero de los estamentos gubernamentales y de la enjoyada clase alta, pero no para repartirlo entre los pobres como si de un Robin Hood se tratara, sino para quedárselo él solito y hacer con él lo que le viene en gana. Sus movimientos son tan escurridizos que se hace difícil dar con él, y su guarida se encuentra bien escondida para proteger el producto de sus fechorías y a su querida y solícita novia (Marisa Mell).
El italiano Mario Bava, especialista en cintas de terror de corte clásico y asociado en ocasiones con otro de los nombres representativos del giallo italiano, Dario Argento, pone a la disposición de este ladrón del fantastique toda su sabiduría psicodélica y estrambótica, unida a una siempre singular banda sonora de Ennio Morricone, para ofrecer un espectáculo desinhibido, de vivos colores y de claras intenciones de puro entretenimiento. Sin concesiones, nos presenta a Diabolik como una especie de revolucionario, egoísta eso sí, pero representativo de una encarnación de descontento contra las desigualdades y el escaso valor que puede llegar a tener el dinero. Es muy gráfica y poco sutil una de las mejores escenas del filme, en la que Diabolik y su novia hacen el amor en una cama giratoria y enterrados entre billetes.
La historia que se narra es bastante pobre en sí misma, pero no así su desarrollo y el personalísimo estilo escenográfico de un Bava en estado puro. Buena parte del filme parece haberse realizado bajo los efectos del LSD, lo cual sólo hace que se incremente aún más esa sensación de estar viendo el retrato de los deseos de un personaje que, sólo cuando la necesidad se lo impone, roba dinero únicamente para seguir viviendo sus sueños durante un tiempo más.
Bastante entretenida.
Olvidémosnos de que el apolíneo John Philip Law murió, antes de llegar a muy viejo, en el reciente mes de mayo de 2008, y de que la bella Marisa Mell hizo lo propio, pero mucho más joven -¡maldita!- en 1992, victima de un cancer de cuello, y de que hasta el mismisimo Mario Bava lleva décadas criando malvas. Porque esta película es un canto a la belleza, a la juventud y a la salud perenne, al lujo más delirante, y a la amoralidad más embriagadora. A todos, de niños, nos hubiera gustado ser Diabolik, y ser tan guapos como él, y reir a carcajadas como él, y tener esa novia tan buenorra y ese coche, y vivir en una lujosa cueva digna de un supervillano de James Bond, al margen de la ley y sin pegar golpe, y dedicarse a robar de vez en cuando al estado y a los millonarios sin escrúpulos. Esta película, vista hoy, podría considerarse el epítome kitch, pop, y delirante del espíritu inconformista que reinaba en los irrepetibles años sesenta. Y ahora me voy a fumar un porro y me voy a poner la musiquita de Morricone -pi, pi, paaaaa, ta ra ta tatara…- mientras sueño con inmensas camas redondas y giratorias, inmaculadamente blancas en su pureza, y cubiertas -¡más. quiero más!- de billetes de dolar.
Me ha gustado mucho. Una parodia de las pelis de espías y villanos escurridizos al mas puro estilo 007 pero con guiños cómicos y una rabiante estética sesentona yeyé que hará las delicias de los más freakys.
Los escenarios futuristas de la cueva del villano son una joyita auténtica en los que no se ha escatimado medios y la banda sonora es una auténtica delicia…Qué decir del Maestro Morricone a estas alturas…